Cultura

Ser supersticioso trae mala suerte

No pocos presidentes tocan madera, evitan que se cruce delante de ellos un gato negro o, en los peores casos, echan mano de la magia negra Mientras era presidente de Rumania, Traian Băsescu vestía cada jueves de púrpura para ahuyentar a los malos espíritus. Los sindicatos de brujas, astrólogos, embalsamadores y afines convocaban ese día a sus afiliados para echarle maldiciones al gobierno con excremento de gatos y de perros muertos por haber creado un impuesto que gravaba sus actividades y los obligaba a hacer aportes a los sistemas de jubilación y de salud. No existía pócima ni hechizo capaz de hacer recapacitar a los políticos, sus peores enemigos terrenales. La crisis no perdonaba ni respetaba  conjuros. En Colombia, mi casi tocayo Jorge Elías González, chamán y radioestesista, embolsó una millonada por impedir que lloviera en la ceremonia de clausura del Mundial de Fútbol Sub-20, en 2011. Usó, según su medulosa explicación, «un péndulo universal programado con siete péndulos sometidos a una misma fuerza y localizados estratégicamente con respecto a la posición del sol y (leer más)