El amanecer de Aurora
A los 14 años, Aurora Mardiganian vivía tranquilamente con los suyos en Cemisgezek, territorio otomano. Era una familia próspera. Transcurría 1915. Había comenzado aquello que, para el historiador Eric Hobsbawm, pasó a ser el primer intento moderno de eliminar a todo un pueblo. El genocidio armenio fue perpetrado entre ese año y 1923 por los Jóvenes Turcos, militares de nueva formación de la Academia de la Guerra del Imperio Otomano que estaban enrolados en el llamado Comité de Unidad y Progreso. Apoyaron a Alemania en la Primera Guerra Mundial. Los armenios eran tildados de saboteadores por su respaldo a Rusia. En ese contexto, indescifrable para una adolescente como Aurora (Arshaluys, el nombre real), su padre desoyó el consejo de un pastor kurdo sobre la inminente masacre que iba terminar con la vida de entre un millón y medio y dos millones de civiles armenios. Lo mataron, así como al resto de su familia, sometida a vejaciones que desnudaron el costado más infame de la condición humana. Ella nunca se sobrepuso al dolor de haber visto (leer más)