Catalejo

De primer ministro a camarero

Estaba repleta la terraza del café Dolce Amaro, en Montevarchi, corazón de la Toscana. Desde las mesas, Francesca Ariani recibía pedidos y más pedidos. No daba abasto. Ni un pulpo habría sido capaz de satisfacer tanta demanda. Uno de los clientes alzó la mano: ordenó dos capuchinos y un café. «Lo siento, pero estoy sola –replicó ella, más agobiada que de costumbre–. Sírvase usted mismo». El cliente era David Cameron, el primer ministro británico. Cameron miró a su mujer, Samantha, y a sus hijos, así como a unos amigos con los cuales se proponía disfrutar un par de semanas de vacaciones en esa bellísima región de Italia durante el caluroso agosto de 2011. La camarera, de 27 años, no tenía la menor idea de la identidad del cliente. Sólo intuía que, como la mayoría de los turistas de Villa Petrolo, residencia con piscina y cancha de tenis rodeada de viñedos, olivares y bosques, iba a gastar unos 5.800 euros por semana. De no ser por los disturbios en Londres y en otras ciudades a raíz (leer más)