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Política

Partidos políticos en crisis

Cuando los indignados de España y de otros países europeos, así como de los Estados Unidos, llenaron las plazas al grito de “no nos representan”, muchos latinoamericanos se identificaron con ellos. Sintieron lo mismo: que los políticos estaban lejos de interpretar sus demandas y canalizarlas como correspondía desde el gobierno o la oposición. Ese estigma contra aquellos que debían ser la caja de resonancia de los reclamos populares no puso en riesgo a la democracia, como ocurría antes. La falta de confianza en los partidos políticos abrió una grieta con la sociedad, reflejada en una menor participación de los afiliados en períodos no signados por elecciones puntuales. En Uruguay y los Estados Unidos, seis de cada diez personas son partidarias. ¿Qué significa esta palabra, partidaria, utilizada en un revelador estudio de la Universidad Vanderblit, de Nashville, Tennessee, para evaluar la cercanía de la ciudadanía hacia los partidos políticos? Que la gente expresa sin pudor sus preferencias políticas, lo cual estimula la participación y el comportamiento electoral. En Perú, la Argentina, Guatemala, Ecuador y Chile ocurre (leer más)

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Paraguay: regreso sin gloria

Pocas expectativas despertaron las presidenciales en Paraguay, excepto por la virtual normalización de las relaciones con el Mercosur y la Unasur. No mucho más. La destitución exprés de Fernando Lugo llevó a ambos bloques regionales a suspender al país hasta que se restableciera la democracia. Por el “golpe parlamentario” asumió el presidente Federico Franco, de filiación liberal, antes vicepresidente de Lugo. Un país de por sí aislado quedó aún más aislado. Tan aislado, quizá, que Augusto Roa Bastos, autor de “Yo el supremo”, llegó a definirlo como un agujero en el mapa. La metáfora aludía al desconocimiento de Paraguay tanto en el exterior como en sus confines. En esos confines, signados por la dictadura de Stroessner, vuelve al poder el inoxidable Partido Colorado. Es el nombre de fantasía de la Asociación Nacional Republicana, muchas veces confundida con el ejército y el Estado al peor estilo del PRI. Sin visos de renovación a diferencia del partido mexicano, los colorados retornan con un presidente electo que es acaudalado y ajeno a la política, Horacio Cartes. Lo llaman (leer más)

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EE.UU. y Venezuela, siempre al límite

En la campaña, Nicolás Maduro no se apartó un ápice del discurso de su mentor contra los Estados Unidos. Era natural, en términos políticos, que el presidente encargado respondiera de ese modo a las expectativas de la clientela electoral que heredó. La cuerda bilateral, siempre tirante, se tensó aún más cinco días antes del anuncio de la muerte de Hugo Chávez: el 5 de marzo, Venezuela expulsó a dos miembros de la agregaduría aérea de la embajada norteamericana por «proponer proyectos desestabilizadores» a los militares venezolanos. En reciprocidad, el gobierno de Barack Obama despachó de Washington a dos diplomáticos venezolanos. La retórica incendiaria del chavismo nunca afectó su mayor fuente de ingresos: la venta de petróleo a los Estados Unidos, pagada en dólares a precio de mercado. Si bien hubo un ligero descenso en las importaciones en 2012, Venezuela es su tercer proveedor, después de Canadá y Arabia Saudita, con 32 millones de barriles mensuales. Más de un millón por día, digamos. La relación diplomática, reducida a encargados de negocios en 2010, reparada tímidamente el (leer más)

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Chavismo, segunda parte

Una victoria electoral no siempre es una victoria política. Para las elecciones del domingo en Venezuela, las primeras sin Hugo Chávez desde 1998, una avalancha de sondeos predice la victoria del presidente encargado, Nicolás Maduro. Serán las terceras elecciones en apenas seis meses. Tanto las presidenciales del 7 de octubre como las regionales del 16 de diciembre de 2012 se saldaron con sendas victorias del chavismo. Esta vez, el chavismo sin Chávez se mide a sí mismo, más que a la oposición. La oposición, a su vez, insiste en apuntalar a su candidato, Henrique Capriles, ganador en el Estado de Miranda tras ser derrotado en las presidenciales. En Venezuela, como en la Cuba de Fidel Castro, no hubo ni hay día desde hace 14 años en que Chávez, aunque haya fallecido, no fije la agenda. Esa rutina no ha instaurado una revolución, con un cambio de régimen, sino una enorme concentración del poder y una polarización latente en la sociedad. El súbito deceso pone a prueba al delfín de Chávez, Maduro. De ser elegido, ¿tendrá (leer más)

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El Sur también existe

La vida te da sorpresas: en las últimas décadas, países de América latina y otras regiones en desarrollo han sacado a millones de personas de la pobreza y posibilitado el surgimiento de una nueva clase media global. El súbito ascenso del Sur, plasmado en el Informe sobre Desarrollo Humano 2013 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha transformado en forma radical el mundo del siglo XXI. El cambio nunca había sido tan profundo ni tan rápido ni tan complejo. Lo advirtió Hillary Clinton cuando era secretaria de Estado: aconsejó no hablar de “multipolaridad”, sino de “asociaciones múltiples”. El mundo no es multipolar, unipolar o caótico; es las tres cosas a la vez. Lo previó en diciembre de 2012 el Consejo Nacional de Inteligencia (CNI) de los Estados Unidos en su Global Trends 2030: Alternative Worlds (Tendencias mundiales 2030: mundos alternativos): ningún país grande será una potencia hegemónica. Invocó cuatro razones o, en su léxico, “megatendencias”: mayor poder de los individuos y de la clase media global; difusión del poder de los (leer más)

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El momento de la reconciliación

Nada une más que las alegrías y las desgracias. Es parte del comportamiento humano. El cardenal Jorge Bergoglio no contaba con “la bendición” del gobierno argentino. Eran públicos y notorios sus desencuentros con Néstor y Cristina Kirchner desde 2003. Siempre pareció caminar por la acera opuesta, así como la Iglesia Católica en general, por su rechazo a la corrupción, la pobreza, el matrimonio entre personas del mismo sexo y, puntualmente, su posición a favor del campo cuando quisieron imponerle mayores retenciones a las exportaciones y sus advertencias sobre la creciente crispación de una sociedad polarizada por diferencias políticas. La alegría por la elección del primer papa argentino y latinoamericano, de formación jesuita, pareció sepultar aquellos reveses y las versiones sobre su presunta complicidad con jerarcas de la dictadura militar en los años setenta. La presidenta Cristina Kirchner saludó de inmediato «a su Santidad Francisco I» desde su cuenta de Twitter. Le envió una carta y, al rato, dejó trascender que viajará al Vaticano, deseándole “toda la suerte del mundo en esta misión pastoral». Era un (leer más)

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El chavismo sin Chávez

La multitud que asiste al funeral de Hugo Chávez llora de verdad. Fue la primera vez que un presidente de Venezuela atendió los reclamos de la mayoría, gente sin voz ni voto. Los beneficiarios de las misiones bolivarianas (programas sociales) no sólo recibieron atenciones, sino, también, respeto. Mejoraron sus vidas. Se sienten parte de un país que antes parecía pertenecer a unos pocos. Contra eso no hay promesa electoral que valga, más allá de que se hayan debilitado las instituciones y descalabrado la economía por la impronta personal de las decisiones adoptadas por el gobierno en los últimos 14 años. No es el único problema tras la muerte de Chávez. Muchos dirán que, con los precios del petróleo en alza, hizo menos de lo que pudo para resolver problemas acuciantes, como la inflación, la escasez de productos y la inseguridad. Otros replicarán que, en realidad, hizo más por el pueblo que sus antecesores, también bendecidos por la bonanza. Ambos tendrán razón. O, de no atenuarse los rencores en un país dividido entre leales y traidores, (leer más)

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Chávez en la intimidad

Era de los pocos presidentes con billetera. Una de cuero negro, regalo de su segunda esposa, Marisabel. En la billetera, me enseñó, llevaba dinero, el documento de identidad y el carné de teniente coronel. También llevaba las fotos de sus hijos: Rosa Virginia, María Gabriela y Hugo Rafael, los tres que había tenido con su primera esposa, Nancy Colmenares, y Rosinés (derivado de Rosa Inés, el nombre de su abuela paterna), la única que había tenido con Marisabel. “A veces me detengo a tomarme algo, no les gusta cobrarme y sufro”, me dijo. Cuando salía, tomaba un pan dulce con un refresco o una taza de café. En aquella primera entrevista en el despacho principal del Palacio de Miraflores (sede del gobierno de Venezuela), en 1999, Hugo Chávez me dejó de piedra cuando le pregunté, como a otros presidentes, qué llevaba en los bolsillos. No sólo me mostró la billetera, coronada con la foto de Marisabel, rubia de ojos claros, rostro Revlon y porte Barbie de la cual iba a divorciarse en malos términos en (leer más)

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Haití, a la buena de Dios

El terremoto de enero de 2010 mató a más de 300.000 personas y demolió medio millón de viviendas. Nueve meses después, el cólera, antes concentrado en el campo, comenzó a hacer estragos en la ruinosa capital de Haití, Puerto Príncipe. Sobre llovido, el huracán Thomas mató un mes después a una veintena de personas, destruyó más de 6.600 viviendas y, al provocar inundaciones, contribuyó a propagar la enfermedad. En ese momento, la comunidad internacional reclamó ayuda. Sesenta países prometieron aportar casi 10.000 millones de dólares. Poco más de la mitad de ese monto, destinado a la reconstrucción, ha sido invertida en comida. En tres años, Haití ha vuelto a la situación en la cual se encontraba antes del terremoto. En agosto de 2011, la tormenta tropical Emily encontró a 700.000 personas en los mismos campamentos de desplazados en los que vivían desde comienzos del año anterior. El actual presidente, Michel Martelly, más conocido como músico que como político, contendía en minoría en el Congreso contra la oposición, encabezada por el ex presidente René Preval. Organizaciones (leer más)

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Poco espacio para la neutralidad

En 2004, el actual vicepresidente de Uruguay, Danilo Astori, reflexionó: “Queríamos cambiar al mundo y el mundo nos cambió a nosotros”. Cinco años después, José Mujica alcanzó la presidencia de su país y, en una entrevista, soltó otra frase memorable: “Antes queríamos cambiar el mundo; ahora queremos cambiar las veredas”. En 1995, el popular “Pepe” fue el primer diputado con pasado tupamaro (movimiento de izquierda radical en los sesenta y setenta incorporado al Frente Amplio en 1989). Al arribar al Palacio Legislativo, en una moto Vespa, un policía no lo reconoció: “¿Va a demorar mucho, don?”. Era por la moto, estacionada en el espacio de los legisladores. “Si no me echan, cinco años”, respondió. En América latina y el Caribe hay un cambio de actitud hacia la política, recuperada en los ochenta ante la inminente caída de las dictaduras militares como fichas de dominó, vilipendiada en los noventa en coincidencia con el vuelo propio que adquirió la globalización en todo el planeta y reivindicada en la década siguiente después de varias crisis en diferentes países. (leer más)

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Voto joven, discusión mayor

En las presidenciales de Ecuador, previstas para el 17 de febrero, podrán votar los jóvenes de 16 y 17 años de edad. El voto, llamado facultativo, no es obligatorio. Con el guiño de Rafael Correa, candidato a la relección, lanzaron la campaña “Caigamos a votar”. Tanto en Ecuador como en la Argentina, donde el voto juvenil se aprobó el 2012, los gobiernos reivindican el derecho de esa franja a votar; la oposición cree que es una treta de los oficialismos para ampliar sus caudales electorales como rédito de políticas que apuntan a favorecer la inclusión en la vida pública de adolescentes que aún no han terminado el colegio secundario. Ni unos pueden afirmarlo ni los otros pueden negarlo. Ese segmento no está en condiciones de alterar las tendencias electorales dominantes. Tampoco se trata de algo tan novedoso como parece: en Brasil, el gobierno de José Sarney resultó ser el pionero en la materia en la región en 1988. Ni Correa, de 25 años entonces, ni Cristina Kirchner, diez años mayor, tenían certeza de llegar a (leer más)

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Obama 2.0 con poder latino

En 2007, los latinos radicados en los Estados Unidos eran dueños de 2,3 millones de negocios; en apenas cinco años, ese segmento de la población capeó la crisis, incrementó su volumen de operaciones en un 43,6 por ciento y, como consecuencia de ello, creó más empleo que cualquier otro. De tener un país dentro del país, los latinos supondrían la décimo segunda economía mundial. En las universidades también baten récords de inscriptos y graduados. Es la población con mayor tasa de natalidad (2,4 por ciento; 0,4 más que la media) y la más joven (28 años frente a los 37 del resto). ¿Cómo no van a tener presencia e influencia en el renovado gobierno de Barack Obama y en los otros poderes si son, además, más emprendedores y activos que otras minorías? En las últimas presidenciales votaron 12,5 millones de personas de ese origen, el 71 por ciento a favor de la relección de Obama; estarán en condiciones de hacerlo 40 millones en 2030. ¿Tendrán pronto un presidente propio? Seguramente. Uno de cada seis residentes (leer más)

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Obama, segunda parte

Los elocuentes discursos de Barack Obama no conmueven a los líderes latinoamericanos. En estos cuatro años, después de los errores cometidos por George W. Bush en su relación con el continente, el gobierno de los Estados Unidos se ha limitado a acompañar las decisiones de sus pares y a fijar sus posiciones en lugar de intervenir en forma directa, como en Granada en 1983, en Panamá en 1989 o en Haití en 2004. La decisión de reactivar la Cuarta Flota de la Marina, por primera vez en 58 años, levantó tantas ampollas como la intención frustrada de destinar soldados a las bases militares de Colombia para combatir el narcotráfico y la guerrilla. Desde 2009, cuando asumió Obama, Brasil ocupa el papel que le corresponde como rector de América del Sur, seguido entre las prioridades norteamericanas por Colombia y México, más allá de sus dilemas domésticos. Venezuela no ha alterado sus planes y Cuba, a su vez, obra como virtual componedor. Más allá de los devaneos lingüísticos de Hugo Chávez sobre el imperialismo, los Estados Unidos (leer más)

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Después de Chávez

En enero de 1999, el presidente de la Argentina, Carlos Menem, medió ante su entonces par de los Estados Unidos, Bill Clinton, para blanquear la imagen de Hugo Chávez, “un joven emprendedor” que merecía una oportunidad a pesar de su pasado golpista. Era rara la gestión, tratándose de uno de los campeones del neoliberalismo y de un acérrimo rival de Fidel Castro. Tres años y monedas después, en 2002, Chávez radicalizó su discurso tras el conato de golpe de Estado por el cual quedó fuera de juego durante 47 horas. Acusó a George W. Bush, sinónimo del imperialismo “pitiyanqui”. En 2006, la revolución bolivariana derrapó en el socialismo del siglo XXI. En Venezuela, como en la Cuba de Fidel Castro, no hubo ni hay día desde hace 14 años en que Chávez no fije la agenda y revele por dónde van los tiros. Esa rutina no ha instaurado una revolución, con un cambio de régimen, sino una excesiva concentración del poder y una polarización latente ante la ausencia de partidos de oposición sensatos. ¿Sobrevivirá el (leer más)

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En deuda con las mujeres

Decía Jacqueline Kennedy que el título de primera dama era un nombre más apropiado para para un caballo que para una mujer. Ella fue, a los 31 años, la esposa de un presidente de los Estados Unidos más joven de la historia. Participó de la campaña electoral de su marido en 1960, contra Richard Nixon, hasta con un anuncio pronunciado en fluido castellano. Con otro perfil, Michelle Obama también interviene en forma decisiva en la carrera del presidente, ahora relegido. En su caso, quizá como Hillary Clinton en sus tiempos, con un temperamento avasallador, sin inmiscuirse en los asuntos del Ala Oeste de la Casa Blanca. En general, todas las primeras damas norteamericanas han emprendido causas sociales: Nancy Reagan contra la drogadicción, Laura Bush por la lectura y Michelle Obama contra la obesidad infantil. Ese papel ha sido más discreto en América latina hasta que comenzaron a surgir presidentas con maridos o, como Michelle Bachelet, sin ellos. Ese sesgo debería traducirse en una mejora en los índices de igualdad entre sexos, cerrando la brecha. En (leer más)