Catalejo

La Flota Dorada marca Trump

Desde los jardines de Mar-a-Lago, ese centro neurálgico donde la geopolítica se mezcla con el buffet de camarones, Donald Trump anunció la construcción de un nuevo modelo de buque de guerra. No es solo un buque de guerra, en realidad. Es, según sus palabras, «más grande, más rápido y 100 veces más poderoso» que cualquier cosa que haya flotado desde el Arca de Noé. Sobre todo, un barco «hermoso». En la nueva doctrina de defensa de Estados Unidos, la letalidad es importante, pero el glamour es innegociable. Para un hombre que ha pasado décadas convencido de que el lingote de oro es un material de construcción estructural, la idea de la Flota Dorada con su sello, Trump Class USS Defiant, no es más que el siguiente paso lógico. Si ya tiene rascacielos con su nombre y aviones con grifería de lujo, ¿por qué no acorazados que hagan ver a los de la clase Iowa, modernizados en década del ochenta y dados de baja una década después, como humildes botes de remos oxidados? El Defiant clase Trump (leer más)

Actualidad

Filtración en el tejado

La red de mensajería Signal, similar a WhatsApp y Telegram, tiene un cifrado de extremo a extremo. Eso significa que solo el remitente y el destinatario pueden leer los mensajes. Son confidenciales. Excepto que alguien, en un descuido, incluya en un grupo a un periodista. Por error, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Mike Waltz, sumó a Jeffrey Goldberg, editor jefe de The Atlantic Magazine, que, en silencio, recopiló los pormenores de un ataque de Estados Unidos contra los rebeldes hutíes en Saná, la capital de Yemen. No solo eso. Dejó al descubierto la inquina de Trump y compañía hacia Europa. Por el bombardeo hubo una treintena de muertos a mediados de marzo. El primero de varios, agradecidos por el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. Fue una acción “decisiva” contra “la piratería, la violencia y el terrorismo”, según Donald Trump. De la planificación, vía Signal, participaron el vicepresidente JD Vance; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; el secretario de Estado, Marco Rubio; la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard; la jefa (leer más)

Catalejo

El arte de la provocación

Delirios de magnate: comprarle Groenlandia a Dinamarca, recuperar el control del Canal de Panamá y, por si fuera poco, que Canadá se convierta en el Estado número 51 de Estados Unidos. Cualquiera diría que se trata de fake news si esos tres propósitos no hubieran sido formulados por Donald Trump, mentor de ese latiguillo contra todo aquello que no comulgara con su egolatría. El presidente electo cultiva como en su primer mandato el arte de la provocación. Una forma sencilla de hacer enemigos entre los amigos para negociar después una solución habitualmente rentable para sus intereses. Trump nació en Queens, condado de Nueva York rodeado de islas. Su madre, Mary Anne MacLeod, vino al mundo en una isla. La de Lewis, en el norte de las Hébridas Exteriores, Escocia. No es extraño que, después de haber amasado su fortuna en el negocio inmobiliario, pretenda comprar una isla. No cualquiera. La más grande del mundo: Groenlandia, territorio autónomo perteneciente al reino de Dinamarca. Era uno de los sueños de otro presidente de Estados Unidos, Harry Truman. (leer más)