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Los piratas del Caribe

Antes de soltar amarras hacia el Caribe con un portaviones descomunal frente a las costas de Venezuela, el gobierno de Donald Trump había dejado entrever que en su segundo mandato iba a combinar en el vecindario algo así como nostalgia soberana con cartografía creativa. Con un discurso de tiempos en los cuales los imperios se anunciaban a cañonazos y los mapas se corregían según los estados de ánimo, Trump prometió recuperar el Canal de Panamá, convertir a Canadá en el Estado número 51 de Estados Unidos y comprar Groenlandia. El Golfo de México, en su léxico, pasó a llamarse Golfo de América. Nada de eso ocurrió. En todos los casos, Trump aplicó el arte de la provocación, más habitual en los negocios que en la política o, menos aún, en la diplomacia. Luego iba a caer como un rayo el aviso de aranceles y represalias contra Brasil por la presunta persecución judicial o “caza de brujas” del expresidente Jair Bolsonaro, un aliado condenado por el intento de impedir la investidura de Luiz Inácio Lula da (leer más)

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Doce días en doce horas

Cada uno reclamó la victoria después de los 12 días de fuego cruzado. Un resultado incierto, en realidad. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se declaró ganador, así como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mediador a bombazos. Su par de Irán, Masud Pezeshkian, arropado por el ayatolá Alí Khamenei, se dio un baño de masas en la Plaza de la Revolución, de Teherán, con un coro convocado por el Consejo de Coordinación de Propaganda que gritaba: “Sin concesiones, sin rendición en la batalla contra Estados Unidos”, “Muerte a Estados Unidos” y “Muerte al Israel, asesino de niños”. La guerra quedó en pausa. Estados Unidos había atacado las plantas nucleares de Fordo, Natanz e Isfahán con bombas capaces de penetrar 18 metros de hormigón o 61 metros de tierra antes de explotar. Irán replicó con una descarga de misiles contra la mayor base norteamericana en Medio Oriente, ubicada en Qatar. Una respuesta simbólica. Les avisó en forma previa a Trump, agradecido por el gesto, y a la monarquía de los Al Thani. El (leer más)

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Filtración en el tejado

La red de mensajería Signal, similar a WhatsApp y Telegram, tiene un cifrado de extremo a extremo. Eso significa que solo el remitente y el destinatario pueden leer los mensajes. Son confidenciales. Excepto que alguien, en un descuido, incluya en un grupo a un periodista. Por error, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, Mike Waltz, sumó a Jeffrey Goldberg, editor jefe de The Atlantic Magazine, que, en silencio, recopiló los pormenores de un ataque de Estados Unidos contra los rebeldes hutíes en Saná, la capital de Yemen. No solo eso. Dejó al descubierto la inquina de Trump y compañía hacia Europa. Por el bombardeo hubo una treintena de muertos a mediados de marzo. El primero de varios, agradecidos por el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. Fue una acción “decisiva” contra “la piratería, la violencia y el terrorismo”, según Donald Trump. De la planificación, vía Signal, participaron el vicepresidente JD Vance; el secretario de Defensa, Pete Hegseth; el secretario de Estado, Marco Rubio; la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard; la jefa (leer más)