Política

Final de ciclo

En la VII Cumbre de las Américas quedó claro que los Estados Unidos no aplican la misma vara con todos los países de la región, sino una política bilateral con cada uno de ellos ¿Qué quedó de la VII Cumbre de las Américas, realizada en Panamá, al margen del histórico apretón de manos entre Barack Obama y Raúl Castro después de 55 años de enfrentamiento entre los Estados Unidos y Cuba? ¿Qué quedó, a su vez, de la desatinada decisión de los Estados Unidos de tildar de peligrosa para su seguridad nacional a Venezuela, más allá del discurso errático de su presidente, Nicolás Maduro? Quedó poco espacio para insistir en la retórica contra el “imperialismo yanqui”, bandera de algunos líderes para cargar las tintas contra las maldades ajenas, que abundan, sin reparar en los errores propios, que también abundan. Esa retórica agotada dio paso al recelo por la decisión de Obama y de Castro de anunciar en forma simultánea y sin aviso, 17 de diciembre de 2014, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre sus (leer más)

Política

Víctima de sí mismo

No hay peor medicina que la violencia contra un descontento social que crece día tras día más allá de las presuntas conspiraciones que denuncia el presidente venezolano, Nicolás Maduro La palabra golpista admite en el léxico político venezolano dos acepciones encontradas: la frustrada proeza del difunto Hugo Chávez contra el gobierno democrático de Carlos Andrés Pérez, por la cual estuvo dos años en prisión desde 1992, y la ignominia del dirigente opositor Leopoldo López contra el gobierno de Nicolás Maduro, también democrático, por la cual se entregó a la Guardia Nacional bajo la acusación de haber promovido actos de violencia. Con una diferencia de 22 años entre un hecho y el otro, la palabra golpista selló cual cruz el destino de ambos en un país sumido en la división y el descontento. En las protestas estudiantiles del 12 de febrero de 2014 para reclamar la liberación de estudiantes detenidos y el respeto a la libertad de expresión vislumbró Maduro un inminente conato de derrocamiento, tildado de fascista. Era el Día de la Juventud en Venezuela, (leer más)

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EE.UU. y Venezuela, siempre al límite

En la campaña, Nicolás Maduro no se apartó un ápice del discurso de su mentor contra los Estados Unidos. Era natural, en términos políticos, que el presidente encargado respondiera de ese modo a las expectativas de la clientela electoral que heredó. La cuerda bilateral, siempre tirante, se tensó aún más cinco días antes del anuncio de la muerte de Hugo Chávez: el 5 de marzo, Venezuela expulsó a dos miembros de la agregaduría aérea de la embajada norteamericana por «proponer proyectos desestabilizadores» a los militares venezolanos. En reciprocidad, el gobierno de Barack Obama despachó de Washington a dos diplomáticos venezolanos. La retórica incendiaria del chavismo nunca afectó su mayor fuente de ingresos: la venta de petróleo a los Estados Unidos, pagada en dólares a precio de mercado. Si bien hubo un ligero descenso en las importaciones en 2012, Venezuela es su tercer proveedor, después de Canadá y Arabia Saudita, con 32 millones de barriles mensuales. Más de un millón por día, digamos. La relación diplomática, reducida a encargados de negocios en 2010, reparada tímidamente el (leer más)

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Chavismo, segunda parte

Una victoria electoral no siempre es una victoria política. Para las elecciones del domingo en Venezuela, las primeras sin Hugo Chávez desde 1998, una avalancha de sondeos predice la victoria del presidente encargado, Nicolás Maduro. Serán las terceras elecciones en apenas seis meses. Tanto las presidenciales del 7 de octubre como las regionales del 16 de diciembre de 2012 se saldaron con sendas victorias del chavismo. Esta vez, el chavismo sin Chávez se mide a sí mismo, más que a la oposición. La oposición, a su vez, insiste en apuntalar a su candidato, Henrique Capriles, ganador en el Estado de Miranda tras ser derrotado en las presidenciales. En Venezuela, como en la Cuba de Fidel Castro, no hubo ni hay día desde hace 14 años en que Chávez, aunque haya fallecido, no fije la agenda. Esa rutina no ha instaurado una revolución, con un cambio de régimen, sino una enorme concentración del poder y una polarización latente en la sociedad. El súbito deceso pone a prueba al delfín de Chávez, Maduro. De ser elegido, ¿tendrá (leer más)