Política

Estado Islámico, segunda temporada

Tres años y medio después de proclamar la creación del califato, el presumido Estado Islámico, también llamado Daesh o ISIS, comienza a esparcirse como la arena en el desierto. La pérdida de territorio en cuotas en Irak y Siria es proporcional al aumento de las masacres en otras latitudes. Las instrucciones son precisas: ejecutar atentados baratos con vehículos, cuchillos o explosivos en sitios concurridos, como un estadio, una discoteca, un teatro, un mercado o la vía pública. En eso se diferencia de Al-Qaeda, de la cual se desprendió en 2014. Al-Qaeda, surgida tras la invasión soviética a Afganistán en 1979, crea redes de apoyo para atacar objetivos simbólicos, como las Torres Gemelas, el Pentágono, la estación madrileña de Atocha o la red de metro de Londres. El Daesh nació después de la invasión norteamericana a Irak en 2003. En 2016, frente al repliegue gradual en Irak y Siria, donde llegó a dominar un enclave del tamaño de Suiza y Austria juntas, su órgano de propaganda cambió de nombre. Rumiyah por Dabiq. Traducido: Europa por Medio (leer más)

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¿Mejor que en 1968, peor que en 2068?

Pudo ser un año de inflexión. Un año, 1968, bisagra entre la muerte del Che Guevara en 1967 y la conquista de la Luna en 1969. El año de “prohibido prohibir” y de “la imaginación al poder”, entre otras consignas del mayo francés. El del “socialismo con rostro humano”, aplastado por la Unión Soviética en la Primavera de Praga. El del triunfo y el fracaso de la revolución cultural china. El de la ofensiva de la guerrilla vietnamita contra las tropas norteamericanas y el de las protestas contra la guerra en Estados Unidos. El año del movimiento hippie. El de la matanza de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco, México. El año del primer asesinato de la banda terrorista vasca ETA: un guardia civil en un control de carretera. El de los crímenes de Martin Luther King y de Robert Kennedy, hermano de JFK. Un año después de la Guerra de los Seis Días, disparadora del conflicto de Medio Oriente. El año de la victoria ajustada del presidente Rafael Caldera y del comienzo del bipartidismo (leer más)

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Maduro se corta solo

Desde el exilio, la ex fiscal general venezolana Luisa Ortega Díaz instó a sus compatriotas “a organizarnos en todos los niveles para exigir nuestros derechos y defender la Constitución”. También exhortó a la comunidad internacional a apretar las clavijas contra el gobierno de Nicolás Maduro. Lo hizo por medio de un video, difundido en las redes sociales, con motivo de Año Nuevo. “La presión interna y externa derrotará a la tiranía”, redondeó. El pedido de Ortega Díaz, con captura recomendada después de haber cambiado su línea de pensamiento de chavista de la primera hora a opositora a ultranza, choca con dos realidades: la interna y la externa. La realidad interna se vio reflejada en el resultado de las elecciones municipales de diciembre de 2017. El chavismo, gracias a la deserción de gran parte de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD), ganó el 90 por ciento de las alcaldías en juego. El mero llamado electoral resultó una mascarada del gobierno para legitimarse en las urnas. Lo logró mientras la MUD, presa de los mismos titubeos (leer más)

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El divorcio catalán

De ser por la ley, Cataluña debió cerrar su herida tras la aplicación por primera vez en la historia del artículo 155 de la Constitución de España. No sólo no la cerró. La abrió aún más. El resultado de las elecciones extraordinarias del 21 de diciembre refleja la fisura entre los que anhelan la secesión y los que la rechazan. La solución no es jurídica, como supuso el gobierno de Mariano Rajoy, sino política. El factor ausente durante el procés (proceso independentista), más allá de la avalancha de votos que recibió Inés Arrimadas, la candidata por Ciudadanos, aunque no pueda formar gobierno. Un signo del declive de los partidos tradicionales, el Popular (PP) y el de los Socialistas de Cataluña (PSC). Un signo, también, de la vitalidad de los independentistas. Durante la transición, la Diputación permanente del Parlament ha resuelto presentar un recurso de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional contra la aplicación del artículo 155, que derivó en la destitución de Carles Puigdemont y de los suyos. La votación en el máximo órgano gubernamental de (leer más)

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El tropiezo de Trump en Alabama

Semanas antes de las elecciones estatales de Alabama, Beverly Young Nelson soltó entre sollozos: “Me agarró y me puso las manos en el pecho. Me tomó por el cuello. Pensé que iba a violarme, pero estaba determinada a que no tuviera sexo conmigo”. No era una confesión más en medio de la ola de denuncias de acoso sexual que comenzó en Hollywood y se expandió como una mancha de aceite en el planeta. Involucraba a Roy Moore, candidato republicano a senador federal. Era la quinta mujer que acusaba de ese tipo de atropello al ex fiscal asistente de distrito en el condado de Etowah, de unos 30 años cuando ellas eran adolescentes. Moore, un fanático religioso apodado La Roca que llegó a ser juez, nunca habrá pensado que esas licencias de finales de los años setenta iban a frustrarle a sus setenta su mayor aspiración política. Contaba con la venia presidencial. La de Donald Trump, poca garantía, si de prontuario con mujeres se trata, mientras insiste en defenderse a sí mismo con el latiguillo de (leer más)

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La manipulación de la historia

En el Salón Oval había un busto de Winston Churchill. Barack Obama ordenó retirarlo en 2009. Durante su primera visita al nuevo presidente de Estados Unidos, el entonces primer ministro británico, Gordon Brown, debió llevárselo. Lo dejó en la residencia de su embajador en Washington. Había sido un préstamo de Tony Blair a George W. Bush en virtud del vínculo que tejieron desde 2001. Lo coronaron con la declaración conjunta de la guerra contra Irak. En sus memorias, “el negro de nombre extraño”, como se define a sí mismo Obama, aborrece las torturas padecidas por su abuelo en Kenia durante el régimen colonial británico. Obama sustituyó el busto de Churchill, obra del escultor Jacob Epstein, nacido en Estados Unidos, radicado en Londres, por otro del primer presidente republicano de su país, Abraham Lincoln, partidario de la abolición de la esclavitud. Curiosamente, otro republicano, Mitt Romney, prometía reponer el busto de Churchill, hecho en bronce, si ganaba las presidenciales de 2012. Las perdió. Donald Trump, elegido en 2016, hizo colgar en el Salón Oval una pintura (leer más)

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La Constitución propone y Evo dispone

En el Palacio Quemado, de La Paz, el dictador más añejo de África, Teodoro Obiang, recibió el Cóndor de los Andes, la máxima distinción de Bolivia. El anfitrión, Evo Morales, confesó en su discurso que iba a preguntarle cómo había hecho para ganar las elecciones de Guinea Ecuatorial durante 38 años consecutivos. Fácil: autorizó la participación de partidos alternativos al suyo, el Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE). En 2016, la oposición decidió retirarse tras denunciar irregularidades y un inminente fraude. Obiang obtuvo un 90 por ciento de adhesión. Aquello que parecía un cumplido para el “hermano Teodoro” resultó ser algo así como el presagio de una hoja de ruta para Morales, presidente desde 2006. Unos días después del IV Foro de Países Exportadores de Gas, motivo de la visita de Obiang, el Tribunal Constitucional de Bolivia aceptó el recurso que presentaron legisladores del Movimiento al Socialismo (MAS) para suspender los artículos de la Constitución que prohibían dos reelecciones continuas consecutivas e impedían que Morales fuera candidato en las presidenciales de 2019. La oposición boliviana (leer más)

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La caída en cámara lenta de Mugabe

Cada 21 de febrero, Robert Mugabe se celebraba a sí mismo. Es su cumpleaños, feriado desde 2017. El rojo en el almanaque de Zimbabwe reza: Día de la Juventud de Robert Mugabe. Este año, a sus 93, el dictador más viejo del mundo, depuesto en cámara lenta después de 37 años en el poder, se agasajó a sí mismo como otras veces. La fiesta costó más de millón de dólares. No faltó nada: caviar; pato; langosta; mariscos; carne de elefante, búfalo e impala; bombones (preferentemente, Ferrero Rocher); champaña (no cualquiera: Moët & Chandon y Bollinger); whisky (tampoco cualquiera: Johnny Walker y Chivas), y un enorme pastel. Un disparate mientras la población está sumida en la más profunda pobreza. El final de la era Mugabe, un golpe disimulado con el arresto domiciliario y la expulsión de su partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Patriótico (ZANU-PF), se debió a un error suyo: haber metido la cabeza en las fauces de El Cocodrilo, apodo del ex vicepresidente Emmerson Mnangagwa, de 75 años. Era el único que podía (leer más)

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Juego de tronos, capítulo Arabia Saudita

Medio Oriente ha sido bendecido por los mayores yacimientos del mundo, pero, a su vez, ha sido carcomido por las disputas domésticas y por la injerencia extranjera. Desde el acuerdo Sykes-Picot de 1916, cuando los británicos y los franceses se repartieron la región, las tiranteces llevaron a disimular las guerras y los conflictos por los recursos bajo el manto de la política o de la religión. Los países ricos en petróleo y gas, expuestos a la volatilidad de los precios en el mercado internacional, padecen una maldición. La maldición de los recursos, como ocurre en Arabia Saudita. Sus ciudadanos, por regla general, soportan la desigualdad por el descuido de otros factores productivos. En los últimos seis años, sobre todo después de la Primavera Árabe, la región tuvo dos caras. La de la violencia y la frustración, por un lado, y la de la globalización y la ostentación, por el otro. Dos caras y dos velocidades, con países sumidos en conflictos, como Siria, Irak y Libia, y países encaramados en las grandes ligas, como Arabia Saudita, (leer más)

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Demócratas y republicanos tienen un problema: Trump

WASHINGTON – Como casi todos los demócratas, Dan Restrepo no simpatiza con Donald Trump. Lo sufre. El ex asistente especial del presidente Barack Obama y director para asuntos del hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional está preocupado por la crispación social que reina en Estados Unidos. ¿Es culpa de Trump? “No es la causa, sino el síntoma”, confiesa en la sala de reuniones del Center for American Progress, donde trabaja. “Es el síntoma de varios procesos que hemos vivido en los últimos treinta años, desencadenantes del estancamiento económico y de la crisis global de 2008”, abunda en detalles. Trump confunde el síntoma con un virus. Y lo contagia. En apenas 17 horas despotricó por Twitter contra los senadores John McCain (republicano) y Chuck Schumer (demócrata); el basquetbolista Stephen Curry (Golden State Warriors); la Liga Nacional de Fútbol Americano; el dictador norcoreano Kim Jong-un, e Irán. Eso ocurrió en un día libre. Entre el 1 de enero y el 19 de octubre de 2017 martilló 153 veces las palabras fake news (noticias falsas), según Politifact, (leer más)

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Al-Qaeda recicla a los yihadistas

El mayor atentado en la historia de Somalia, cometido a mediados de octubre por Al-Shabab, filial de Al-Qaeda, coincidió con la derrota del Daesh o ISIS, llamado a sí mismo Estado Islámico, en Siria. La caída de Raqqa, la capital de facto del Daesh en ese país, provocó muchas bajas y una fenomenal dispersión de yihadistas. Los sobrevivientes, impedidos de regresar a sus países de origen por temor a ser arrestados, en especial los europeos, volvieron a las fuentes. Los recibió Al-Qaeda, la organización de la cual el Daesh se divorció en 2014 para ver cumplido el sueño del califato propio. No resultó casual que Al-Qaeda mostrara músculo en el peor momento del Daesh por medio de su socio Al-Shabab, de raíz sunita con aspiración de crear un califato. En su caso, en el Cuerno de África. La muerte de más de 350 personas en Mogadiscio, la capital de Somalia, como consecuencia de la detonación de bombas ocultas en camiones, demostró que, más allá de las diferencias entre grupos que en el fondo no dejan (leer más)

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Las dos Españas

Son las dos Españas de Antonio Machado. Las del poema breve, pero locuaz, en el cual “una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Una España, Cataluña, la de Carles Puigdemont, dice que está decidida a hacer efectiva la Declaración Unilateral de Independencia (DUI), sancionada por el Parlamento regional y declarada ilegal por el Tribunal Constitucional, si la otra España, la de Mariano Rajoy, rechaza la oferta de diálogo e insiste en aplicar por primera vez en la historia el artículo 155 de la Constitución. El que suspende la autonomía. Esa España insiste en anteponer la ley a la política. Vencido el plazo del segundo ultimátum del gobierno de Rajoy para que el presidente de la Generalitat confirmara si declaró la independencia o no y, en su caso, se rectifique y vuelva a la legalidad, la dinámica de tira y afloje continúa. Sólo una convocatoria a elecciones autonómicas anticipadas podría atemperar los ánimos, caldeados en Cataluña por la detención de los líderes de la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural. Los dos Jordis, (leer más)

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Cataluña tensa la cuerda sin romperla

Dijo el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, que Cataluña se ha ganado el derecho de ser un Estado independiente en forma de república. También propuso, en el pleno del Parlamento catalán, que la decisión quedara en suspenso durante unas semanas, de modo de promover el diálogo o, en realidad, de lograr una mediación. Frente a la ambigüedad, el presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy, puso en duda si, después de haber convalidado el resultado del referéndum ilegal del 1 de octubre, Puigdemont había declarado la independencia. De haberlo hecho, le cabrían cargos por sedición y, para Cataluña, la suspensión de su autonomía. En esas aguas encrespadas se bambolea el barco de la secesión tras el referéndum que, “a porrazos”, intentaron detener la Policía Nacional y la Guardia Civil. Votó en forma irregular la tercera parte de la ciudadanía catalana. En su comparecencia, Puigdemont recordó que había solicitado permiso 18 veces para celebrarlo, como ocurrió en Escocia con la aprobación del Reino Unido. Sus rodeos no sólo confundieron a Rajoy. También provocaron decepción en (leer más)

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Argentina está de moda en Washington

WASHINGTON – Durante la guerra contra Irak, el gobierno de George W. Bush contrató a Charlotte Beers, ex presidenta de agencias de publicidad top de la avenida Madison, de Nueva York. La premisa era mejorar la imagen externa de Estados Unidos. Colin Powell, secretario de Estado, estaba entusiasmado con ella. “Me ha convencido de comprar el arroz Uncle Ben’s”, bromeaba. Si había podido persuadirlo de elegir una marca de arroz, también iba a hacerlo con los extranjeros que desconfiaran de su país. Beers fracasó en su primer intento, en El Cairo. “La brecha entre quiénes somos, cómo queremos que nos vean y cómo somos vistos es terriblemente grande”, concluyó Powell después de aceptarle la renuncia. Con Argentina ocurre algo parecido. La vuelta al mundo en un año y medio, después de 12 años de cerrazón con los países centrales, impone el desafío de plantearnos quiénes somos, cómo queremos que nos vean y cómo somos vistos. Se trata, en lo inmediato, de “captar las inversiones que aún no se han hecho”, dice el director ejecutivo de (leer más)

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España contra Cataluña y viceversa

El referéndum de Cataluña del 1-O, llamado desafío catalán en Madrid, ahondó la fisura de España. No sólo por la represión emprendida con saña y alevosía contra los votantes por la Policía Nacional y la Guardia Civil, a las órdenes del gobierno de Mariano Rajoy, sino también por la pasividad de Mossos d’Esquadra (policías autonómicos), a las órdenes del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. Esa división, pública y notoria durante la investigación y la resolución de los atentados terroristas del 17 de agosto en Barcelona y Cambrils, se profundizó aún más durante la bochornosa jornada que sentó las bases de la independencia de facto. La consulta era ilegal. No tenía validez. Había sido suspendida por el Tribunal Constitucional de España. Puigdemont desoyó el dictamen, así como el Parlamento catalán. Con la violencia desatada en las calles, los catalanes en particular y los españoles en general pagaron la factura del fracaso de la alta política. Tanto de Puigdemont y de Rajoy como de los líderes del Partido Socialista Obrero Español, Pedro Sánchez, y de Ciudadanos, (leer más)