Política

Haz lo que digo, no lo que hago

Casi sin inhibiciones, los Estados Unidos imponen condiciones frente a instancias capaces de perjudicar sus intereses DESPUES del 11 de septiembre, George W. Bush preguntó: “¿Por qué nos odian?” No obtuvo más respuesta que el silencio. Piadoso, en algunos casos. Prudente, en otros. Fraguado, como los escombros de las Torres Gemelas, en rencores, y en reproches, soslayados por las circunstancias. No era momento, ni lugar, para meter baza en la razón, si pudo existir, del atropello contra la razón. Unánime el silencio, pues, frente al duelo de un pueblo laborioso, devoto, optimista, más propenso a la ingenuidad que a la ironía y menos inquieto por el mundo exterior que por la vida extraterrestre. Convencido del mérito de haber nacido, y crecido, en el país más grande, más civilizado, más justo, más democrático y más poderoso del universo y alrededores. Invulnerable, hasta aquella mañana, creía el norteamericano medio que era su país. Más concentrado en los asuntos del condado que en los asuntos estatales y federales. Menos sensible al proteccionismo del acero, los subsidios a la (leer más)

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En el comienzo era el fuego

La mano dura prometida, avalada por Bush, es la réplica de los cuatro años que invirtió Pastrana en el vano proceso de paz Terroristas, lo que se dice terroristas, eran los criminales del 11 de septiembre. Los suicidas de Al Qaeda. Capaces de montar un plan siniestro, cual virus, con tal de esparcir el pánico, cual plaga, en los Estados Unidos. ¿Lo son también los guerrilleros de las FARC, impiadosos durante la asunción de Alvaro Uribe, el miércoles, dejando un tendal de muertos y de heridos con atentados espantosos en el corazón de Bogotá? En la duda radica, precisamente, la razón por la que el conflicto, a pesar de estar ligado íntimamente al narcotráfico, no despierta más que juicios diversos, o más dudas, en el gobierno de George W. Bush. Más allá de los lazos de las FARC con organizaciones de calibre parecido, como el IRA, según el Capitolio. Más allá de los secuestros y de los homicidios de norteamericanos en Colombia. Más allá de los ataques contra intereses de idéntico origen; oleoductos, entre ellos. (leer más)

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Sonríe, mañana será peor

El 11 de septiembre y los colapsos financieros han acentuado el escepticismo de la gente y el descrédito de los políticos Era una mañana de invierno. Fría, ventosa. Alejandro Magno, o El Grande, marchaba rumbo a la India; iba a conquistar el mundo, decía. En el itsmo de Corinto se topó con Diógenes, el filósofo. Quedó  deslumbrado, viéndolo tumbado, irreverente frente al poder y la gloria. Lo llamó señor, trato que no dispensaba a nadie. Y quiso saber si podía hacer algo por él. Muy poco, obtuvo como respuesta, que te apartes del sol. Si Alejandro fuera un político contemporáneo, la gente proferiría, tal vez, el desplante de Diógenes: que se aparte del sol. Que se vaya Chávez, en Venezuela. Que se vaya Toledo, en Perú. Que se vayan los defensores de los inmigrantes, en Europa. Que se vayan Arafat y Sharon, en Medio Oriente. Que se vayan los cómplices de los estafadores, en los Estados Unidos. Que se vayan todos, en la Argentina. La ola de escepticismo, corregida y aumentada por los atentados terroristas (leer más)

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El dinosaurio todavía estaba allí

Los mexicanos esperan que la bisagra de la historia que impuso la derrota del PRI, tras 71 años en el poder, se haga realidad Al dinosaurio le han cambiado el nombre: unicornio, Mario Vargas Llosa; cocodrilo, Carlos Fuentes; dragón, otros; hipopótamo, otros; rinoceronte, otros. Un bestiario completo. O un zoológico. Pero el dinosaurio no es más que el dinosaurio. El dinosaurio de Augusto Monterroso. Y el cuento de él, uno de los más breves de la historia, dice: “Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. ¿Estaba todavía allí el dinosaurio, o el Partido Revolucionario Institucional (PRI), cuando México se despertó el 3 de julio de 2000, a la mañana siguiente de la victoria de Vicente Fox en las elecciones? Seguro. El prinosaurio, o el prigobierno, todavía estaba allí. Difícil deshacerse de él en un santiamén. Sobre todo, después de 71 años en los cuales partido, gobierno y Estado, confundidos con los colores de la bandera, han sido una trilogía indivisible. La dictadura perfecta, según Vargas Llosa. Resguardo, a su vez, de los quiebres usuales (leer más)

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Es un monstruo grande y pisa fuerte

Creen en Wall Street que la virtual victoria de Lula en Brasil provocaría un descalabro regional, pero nadie sabe cómo evitarlo Esta vez no hubo mano de Dios: volvimos con la frente marchita de Corea-Japón. Pero, consuelo al fin, podemos sentirnos satisfechos. Por la entrega de los muchachos. Y, en cierto modo, por haber hecho escuela en copas anteriores, pregonando la viveza como un arte: Rivaldo se tomó la cara con las manos después de recibir un pelotazo en el costado derecho, debajo de la cintura, del turco Hakan Unsal, de modo de que fuera expulsado. Lo logró. Y Brasil se aseguró la victoria. Dos a uno. Al filo de un partido difícil. Frente a un rival que ya tenía un jugador menos. Táctica y estrategia, sin jogo bonito ni fair play, cada vez más frecuente. Que excede el Mundial. El fútbol mismo. Por más que las simulaciones, o las pantomimas, sean presuntamente castigadas por el FMI. Por la FIFA, digo. Así como los penales inexistentes. Cobrado, en ese caso, por el árbitro indio Anoop (leer más)

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Indulto al insulto

El exabrupto de Batlle cosechó una mezcla de adhesión e indiferencia en lugar de provocar un replanteo sobre sus causas Somos una manga de ladrones, del primero al último, según el presidente de Uruguay, Jorge Batlle. Somos una manga de incapaces, según el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Paul O’Neill: “Han estado en problemas con intermitencias desde hace 70 años o más. No tienen una industria de exportaciones. Y les gusta. Nadie los obligó a ser lo que son”. Somos una manga de lamebotas yanquis, según el mandamás vitalicio de Cuba, Fidel Castro. Somos una manga de griegos y romanos desterrados, según Borges. Somos, al parecer, una manga de incorregibles; todos, no sólo los peronistas. Estamos para el cachetazo. Somos, desde siempre, una manga de engreídos, según nuestros hermanos latinoamericanos. Dioses nos dicen, también, porque nadie nos puede ver. Algo habremos hecho. Desde creernos los mejores del mundo, por obra y gracia de la mano de Dios, hasta obstinarnos en el fracaso, por obra y gracia de aquella comparación vergonzosa entre el país (leer más)

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¿Quién me ha robado el mes de abril?

La rara parábola de un golpe de Estado que ha terminado siendo un boomerang, fortaleciendo a un presidente resistido Pensándolo bien, Hugo Chávez tuvo su 17 de octubre. No es Perón, aclaremos. Ni Allende, tampoco, por más que haya ido, derechito y cuesta abajo, hacia un 11 de septiembre. Un golpe de Estado. Como en Chile, en 1973. Que se veía venir en Venezuela, cual amenaza, desde la huelga general del 10 de diciembre. Y que iba a derivar, cuatro meses y un día después, en los arrebatos de un Pinochet. O, sin insignias militares, de un Pinochet light, como supieron llamar a Pedro Carmona durante su breve interinato en el Palacio de Miraflores. Menos de 40 horas en las cuales demostró que, como remedio, era peor que la enfermedad, disolviendo la Asamblea Nacional, suspendiendo la Corte Suprema, desatando una caza de brujas y arrogándose poderes hasta en la liga nacional de béisbol. Rara parábola que, por primera vez desde el 2 de febrero de 1999, dejó a Chávez fuera de juego. O de fuego. (leer más)

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Sufrir con lo nuestro

La súbita caída de Chávez demuestra la fragilidad de la democracia en la región, librada a su suerte por Bush Contra dos amenazas contagiosas han procurado vacunarse los Estados Unidos desde la recuperación de la democracia en América latina: la derecha, cuando es diestra, y la izquierda, cuando es siniestra. No contaban con la astucia de Hugo Chávez, empero: un militar de penacho rebelde (ergo, diestro) que iba a terminar enarbolando afanes setentistas (ergo, siniestros). Vil populismo, de derecha o de izquierda, en una banana republic. No en Venezuela, el cuarto exportador de petróleo del mundo, más allá de sus abismos sociales. Entre derecha o izquierda, diestra o siniestra, no discriminó George Tenet, director de la CIA, mientras exponía ante la Comisión de Inteligencia del Senado, el 6 de febrero, la creciente, y alarmante, volatilidad de la región. Sobre todo, en la Argentina, en Colombia y en Venezuela. ¡Bingo! Acertó en los tres casos, trazando, de ese modo, el eje del mal latinoamericano. Del mal ejemplo, agrego. Librado a su suerte por el gobierno de (leer más)

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Demasiado tarde para lágrimas

La Unión Europea y los Estados Unidos debatieron quién daba menos para combatir la pobreza MONTERREY, México.– Cierta vez, cuentan, un hombre de buen pasar llevó a su hijo a las afueras de la ciudad, de modo de mostrarle, y de demostrarle, cómo vivían los campesinos. Pasaron el día en casa de una familia humilde. Y el chico, maravillado, advirtió que los pobres eran, en realidad, millonarios. En tiempo compartido en lugar de agendas completas, en lagunas en lugar de piscinas, en estrellas en lugar de faroles y en horizonte en lugar de paredones. En tantas cosas que la lección terminó siendo para el padre, agradecido, y sorprendido, por su propia riqueza. Que, hasta ese momento, consideraba algo natural. Tan natural, quizá, como la desigualdad en un mundo que, obligado por las circunstancias, debió organizar una cumbre presidencial de nombre pomposo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Financiación para el Desarrollo, con tal de que los dos grandes bloques, la Unión Europa y los Estados Unidos, debatieran quién da menos asistencia a los (leer más)

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Ganamos cero a cero

Entre Sharon y Arafat prevalecerá, en principio, aquel que ceda menos mientras prevalece la ola de violencia sin control Siete días de calma absoluta, o de tregua a plazo fijo, ha insinuado tibiamente Ariel Sharon como eventual paliativo para tender un puente hacia la posibilidad, remota en apariencia, de encarar negociaciones de paz. O algo así. ¿Cuál ha sido la respuesta de Al Fatah, la organización de Yasser Arafat? Más intifada (sublevación palestina). O algo así. ¿Por qué? Porque en la violencia, o algo así, repara la fortaleza frente a un enemigo superior. Con atentados no convencionales, en el menos convencional de los conflictos armados, que, a su vez, provocan represalias no convencionales. O asesinatos selectivos. Cada vez peores, muerto en la madrugada del viernes, entre otros, el general Ahmed Mefrej, jefe de las Fuerzas Nacionales de Seguridad del sur de la Franja de Gaza. El militar palestino de más alto rango entre los caídos desde la declaración de la intifada, el 28 de septiembre de 2000. En esos tiempos, vísperas de la victoria de (leer más)

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El horno no está para pretzels

La advertencia data de la era De la Rúa-Cavallo y, en realidad, no ha variado: «Presenten un plan y hablamos» Ingredientes: agua tibia (una taza), agua corriente (cuatro tazas), levadura (un paquete), harina (una taza y media), manteca (dos cucharadas), sal (media cucharadita), azúcar (una cucharada) y bicarbonato de sodio (cinco cucharadas). Preparación: disolver la levadura en agua; agregar harina, manteca, azúcar y sal; batir durante tres minutos (añadir más harina, si es necesario); amasar hasta lograr una pasta elástica; colocarla en un recipiente cubierto hasta que duplique su volumen; dividirla en piezas iguales y, con la palma de la mano, darles forma de bastoncitos; anudarlas como lazos; disponerlas sobre una bandeja de horno previamente engrasada; dejarlas en reposo hasta que dupliquen su volumen; mezclar agua con bicarbonato de sodio en un recipiente de plástico; bañar las piezas con la solución obtenida; disponerlas de nuevo en la bandeja; espolvorearlas con sal; hornearlas durante 10 o 15 minutos. Y ya. Listo. Resultado: el arma que Osama ben Laden y el mullah Omar no imaginaron. Más efectiva (leer más)

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Rebelión en la granja

 ¿Cómo nos ven en el exterior después de las imágenes de los saqueos y los cacerolazos de un país devaluado a sí mismo? De chicos nos enseñaron que la Argentina era el granero del mundo. Un  corral, a la vez, en el cual había más vacas que gente. Y en el cual nadie, jamás, iba a padecer hambre. Por más que faltara trabajo. De grandes aprendimos que nos engañaron. Que, como escribió Manuel Gálvez, el juego del truco refleja fielmente nuestra conciencia colectiva, encarnada en dos presuntas virtudes: la pereza y la mentira. “El azar no tiene importancia en el truco; lo que vale es el engaño –señala en El Diario de Gabriel Quiroga–. Se precisa mucha viveza para ese juego, decimos todos aquí. No recuerdo quién aseguró que la mentira es el vicio nacional. Yo agregaría que toda nuestra viveza es un continuo truco. Sobre todo en política. Vivimos mintiendo, vivimos engañándonos mutuamente, vivimos cantando envido ¡cuando apenas tenemos puras sotas!” Libro profético, editado hace un rato: 1910. Un siglo después de la Revolución (leer más)

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El general Desconcierto y el mayor Sigilo

Resuelta dentro de la democracia, la crisis argentina refleja el peligro que representa la desatención de los problemas sociales Lejos estaba Fernando de la Rúa de pensar que su visita a Asunción, el lunes 15 de mayo de 2000, iba a ser el preludio de un intento de golpe militar. El más cruento y cercano. En la misma semana del encuentro con su par paraguayo, Luis González Macchi, con el cual pretendía recomponer la relación bilateral, maltrecha por el cortocircuito que había ocasionado el asilo de Lino Oviedo en la Argentina, como correlato del asesinato del vicepresidente Luis María Argaña, y su fuga, en la víspera del final de la gestión de Carlos Menem, después de haberse sometido a primorosas sesiones de lifting y entretejido. Lejos estaba De la Rúa de pensar, también, que sus reflexiones en un almuerzo con empresarios iban a convertirse en un boomerang: «Cuanto más se desatienden los problemas sociales, más graves se vuelven –dijo–. En la Argentina hay problemas sociales, como en toda la región, pero no hay peligro de (leer más)

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Cuando ya me empiece a quedar solo

Vino a echar luz Fidel Castro. De nuevo. Sin él, los participantes del X Encuentro del Foro de San Pablo, realizado en La Habana, se habrían privado del diagnóstico más preciso, y más sagaz, de la crisis argentina: «Es que todavía existe una ficción de que hay un presidente», dijo, irónico. O burlón. Con el tono de aquel que celebra el quebranto ajeno para atenuar, o disimular, el propio. Propio de Castro, digamos. De la rima consonante con la cual, en un discurso de apenas cinco horas y cinco minutos, prodigó sus mejores deseos para la tierra del Che: «¿Hay que soplar? –dijo–. No hay que soplar. Eso se derrumba. Eso no tiene remedio. Es insostenible». Y echó más luz aún. O leña: «Ya el neoliberalismo los había liquidado y la crisis los hizo picadillo». Gracias, Fidel. Un amigo. De esos que siempre están. Sobre todo, en los peores momentos, tendiendo su mano franca y su consejo acertado. Sin interés, como la deuda que Cuba no paga a la Argentina. O, como durante la dictadura (leer más)

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Contame tu condena, decime tu fracaso

El denominado efecto De la Rúa, usado en Brasil para criticar a Lula, corona una crisis que va más allá de lo económico Cerca de un modesto pueblo portuario de Galicia llamado Cariño, a la vera de acantilados de gran porte, deambulan almas en triste procesión. Cuenta la leyenda que, de noche, derraman lágrimas y arrastran cadenas, desconsoladas, esperando que algún mortal se apiade de ellas. En tránsito, o en trámite, entre el purgatorio, delimitado por los mañosos bosques de San Andrés de Teixido, y el Paraíso. Cada alma de Santa Compaña carga un farol. Es el símbolo de una promesa incumplida en vida. De una cuenta pendiente por la cual el alma no podrá liberarse de sus ataduras terrenales hasta que sea saldada. El farol, en principio, quedará en manos del testigo ocasional de su mirada, o de su luz mortecina, de modo de que cumpla, finalmente, con la promesa. Si no, el alma seguirá deambulando, errante en las sombras, y el mortal, a su vez, cargará su propio farol y otro ajeno. Con (leer más)