Doble de cuerpo

Los líderes han tenido sustitutos casi idénticos por razones de seguridad, pero ahora surge la posibilidad de que sean creados con inteligencia artificial




Putin con Putin y viceversa
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Quizá Vladimir Putin nunca haya imaginado que iba a vérselas consigo mismo. Ocurrió a mediados de diciembre de 2023 durante la primera sesión pública con ciudadanos rusos desde el comienzo de la guerra contra Ucrania. Putin se encontró con un interlocutor inesperado. Él mismo. Su doble generado por inteligencia artificial, en realidad. «Veo que usted puede parecerse a mí y hablar como yo», observó, aparentemente sorprendido. El falso Putin le preguntó si era cierto que estaba enfermo y si tenía muchos dobles. Detrás estaba un estudiante universitario de San Petersburgo.

Esa facilidad para suplantar a una persona llevó a muchos a cuestionarse si en un año súper electoral como 2024, con casi la mitad de la población mundial convocada a las urnas, la inteligencia artificial puede meter la cola en las campañas tanto a favor como en contra de los candidatos. Putin hizo una pausa antes de responderle al otro Putin. Las fotos y los videos creados con la tecnología deepfake son montajes cada vez más creíbles. Suelen mostrar celebridades o dirigentes y representan, sobre todo, un gran desafío en la lucha contra la desinformación.

El truco digital conspira contra la credibilidad de los líderes. Después del discurso anual del Estado de la Unión pronunciado por Joe Biden frente a ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos, muchos se preguntaron en las redes sociales si realmente era él, un clon, un robot, un holograma o un doble. Nada nuevo. En la convención del Partido Republicano de 1996, realizada en San Diego, California, estuve con el doble del entonces presidente y candidato demócrata a la reelección, Bill Clinton. Era idéntico, más allá de que estuviera en las antípodas políticas.

Los líderes mundiales utilizan dobles y señuelos para garantizar su seguridad y demostrar que están bien de salud. El sustituto copia los gestos y, en ocasiones, los patrones de habla del original. Hasta se somete a cirugías estéticas. Félix Dadaev, ilusionista, actor, bailarín y malabarista de 24 años, era el doble de Stalin, de 60, cuyo largo mandato Putin pretende superar. La diferencia de edad no le impidió suplantarlo. Cuando luchó en la Segunda Guerra Mundial, Dadaev resultó gravemente herido. Estuvo cerca de la muerte. Sus familiares recibieron la infausta noticia de que había fallecido. Pasó a ser el Stalin de repuesto.

De un doble tampoco se privó el dictador cubano Fidel Castro, blanco de 634 intentos de asesinato

Entre tres y diez dobles tenía Saddam Hussein de modo de ocultar su ubicación, según el gobierno de Estados Unidos. La CIA llegó a utilizar su unidad de perfil psicológico para determinar si estaba delante del auténtico dictador de Irak, ejecutado a finales de 2006, o de un impostor. Uday, hijo de Saddam, también tenía un doble. Era Latif Yahia. Lo obligaron a ocupar su lugar durante cinco años después de modificarle las facciones con cirugías estéticas y de enseñarle a moverse como el original. Vivió para contarlo en dos libros cuyos títulos pretendían no dejar dudas: Yo era el hijo de Saddam y El doble del diablo.

Hasta la reina Isabel II del Reino Unido tenía una suplente. Ella Slack fue durante tres décadas su doble en los ensayos de ceremonias. También tenía dobles el exdictador panameño Manuel Noriega, reclutado en los años cincuenta por la CIA, contratado en los setenta para frenar la expansión del comunismo en América Central y, finalmente, capturado y condenado a prisión en Estados Unidos, según el libro Divorcing the Dictator, de Frederick Kempe. El original murió en 2017. De un doble tampoco se privó el dictador cubano Fidel Castro, blanco de 634 intentos de asesinato. Lo usó en la década del ochenta, cuando padeció su primera úlcera cancerígena.

De Cuba, en balsa, Gerardo Puisseaux arribó a Estados Unidos sin saber una palabra de inglés. Quería ganarse la vida como albañil. Tenía una virtud: se parecía a Barack Obama. Terminó siendo su doble. Con ese ardid, los presidentes podían estar en dos sitios a la vez, algo que ya no ocurre por la inmediatez de las redes sociales. Putin habla con Putin, así como otros hablan con ellos mismos, sin develar quién es quién. Ni falta que hace. Hablan igual, se mueven igual y piensan igual gracias a la inteligencia artificial. Tales para cuales en un mundo dominado por algoritmos, con más contactos que amigos y más likes que palmadas. Es lo que hay.

Jorge Elías

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