Catalejo

Volver a los libros

Le pregunté a una estudiante universitaria de 27 años cuánto era ocho por siete. Me respondió que no sabía. ¿Para qué, en realidad? Podía consultarlo en la calculadora de su teléfono inteligente. Más inteligente que nosotros, supuse. Desde ese momento, a falta de un libro o de un periódico impreso en cada viaje más o menos largo en el transporte público, repaso mentalmente las tablas de multiplicar de atrás para adelante y viceversa. No sea que caiga en la ignorancia frente a una inquietud similar o, peor aún, que responda 87. En un mundo a golpes de tuits parece cumplirse la profecía de los gordos que viven sentados frente a las pantallas. Pasó a ser una rareza hacer cuentas en un papel, escribir a mano y leer impresos. La tecnología, eficaz en muchos aspectos, desplazó todo tipo de ejercicio mental. Una sociedad hiperdigital como la sueca decidió desechar los dispositivos electrónicos en preescolar, por más que sus niños obtengan mejores resultados en niveles de lectura que el promedio europeo. Entre 2016 y 2021, las autoridades (leer más)

Política

La otra cara de la guerra

Los ataques informáticos contra gobiernos y compañías privadas, cada vez más frecuentes y preocupantes, entrañan el riesgo de una mayor intromisión estatal en la intimidad de las personas Antes de desembarcar en Irak, el Pentágono alertó a George W. Bush sobre la posibilidad de congelar las cuentas bancarias de Saddam Hussein en el exterior por medio de un sabotaje informático. Era un plan secreto. Los Estados Unidos podían ganar la guerra sin lanzar un solo misil. Hussein no iba tener dinero para pagarles a sus tropas ni para reponer suministros. El presidente norteamericano caviló un instante. El riesgo era la eventual réplica: un fenomenal ciberataque capaz de desatar una crisis financiera global. Ni su gobierno ni los de sus aliados estaban en condiciones de contrarrestar un golpe de esa magnitud. Lo desechó. Más de una década después, los atentados terroristas en Francia, cuyo gobierno se opuso entonces a la guerra contra Irak, desnudaron la otra cara de aquello que el papa Francisco insiste en llamar Tercera Guerra Mundial “por partes”. Lo hizo esta vez durante (leer más)