Varones blancos enojados
Donald Trump dice que los Estados Unidos volverán a ser un gran país. Hillary Clinton replica que nunca dejaron de serlo. Para Trump, Hillary es “la chueca”. Para Hillary, Trump es “un fraude”. Sólo uno de cada cuatro norteamericanos tiene una buena impresión de ambos candidatos. Está bien: son los pocos que votan en las presidenciales mientras corta clavos el resto de la humanidad, algo así como 7.000 millones de personas. ¿Por qué tanta expectativa? Porque, nos guste o no, el forcejeo entre la libertad y la equidad en ese país, así como el tono de la campaña, define la tendencia de la democracia en otras latitudes. En casi todas, diría yo. La campaña quedó a trasluz en la convención republicana realizada Cleveland, Ohio, donde Trump aceptó la candidatura. “¡Que la encierren!”, clamaba la multitud, convencida de las faltas de Hillary como secretaria de Estado durante el primer período de Barack Obama en Libia, Nigeria, China, Siria, Rusia y Cuba. Más que errores, crímenes, como el ataque en 2012 contra el consulado norteamericano de Bengasi, (leer más)