Sociedad

Bla, bla, bla

La crisis sanitaria eclipsó la emergencia climática en 2020. Comprensible. Hasta cierto punto. Un año después, con repetición de incendios, sequías, inundaciones, huracanes y olas de calor sin precedente, la cumbre mundial sobre el cambio climático COP26 o Conferencia de las Partes arroja un resultado provisional magro. “Bla, bla, bla”, a los ojos de la activista sueca Greta Thunberg. Dos contradicciones. La primera: en un par de días aterrizaron en Glasgow, Escocia, unos 400 aviones. Dejaron una huella de 13.000 toneladas de dióxido de carbono entre desplazamientos aéreos y terrestres. La segunda: los faltazos del país más contaminante del planeta, China, y de Rusia. El grito de Greta, “bla, bla, bla”, anticipa el fracaso de dos semanas de sesiones, entre el 31 de octubre y 12 de noviembre, a cinco años y once meses de la firma del Acuerdo de París sobre el cambio climático. La ONU consiguió el 12 de diciembre de 2015 el compromiso de 195 naciones para detener el aumento de la temperatura mundial merced a la eliminación progresiva de los gases (leer más)

Política

¿Naciones Unidas?

En secreto, como si estuviera en falta, el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, asumió su sexto mandato. Juró «servir al pueblo de la República de Bielorrusia, respetar y proteger los derechos y libertades de las personas y los ciudadanos». Una ironía, casi, después de 26 años en el cargo y de la brutal represión de las protestas tras las elecciones del 9 de agosto. Quizá como el primer golpe de Estado durante la pandemia. El de Mali, apoyado por la población tras dos meses de concentraciones multitudinarias contra el régimen de Ibrahim Bouabakar Keita, alias IBK. ¿Naciones Unidas? Naciones Unidas expresó su “gran preocupación por las denuncias de tortura y otros tratos crueles e inhumanos a las personas detenidas” en Bielorrusia, cuyo gobierno no ha sido reconocido por la Unión Europea, y abogar por la paz en Mali, África. ¿Qué más podía hacer frente al atropello del régimen de Lukashenko después de renovar su mandato en elecciones no supervisadas por ningún organismo internacional bajo el padrinazgo de Rusia, miembro permanente del Consejo de Seguridad con (leer más)

Otras voces

¿Cuántas emergencias climáticas hacen falta?

El Consejo de Ministros aprobó en enero el acuerdo de Declaración ante la Emergencia Climática y Ambiental en España, mientras que el Congreso de los Diputados lo hizo en septiembre del año pasado. Ambas instituciones se suman al creciente número de administraciones públicas de todo el mundo –el Parlamento Europeo, gobiernos de estados y regionales, ayuntamientos, etcétera– así como instituciones de todo tipo, entre ellas universidades, que aprobaron en 2019 declaraciones de emergencia climática. La ciudad de Darebin, en Australia, había sido la primera en hacerlo, a finales de 2016. En España, los ayuntamientos de Barcelona y Madrid, así como el Parlamento de Canarias se han unido a la iniciativa. Las universidades de Barcelona y la Complutense de Madrid, entre otras, también se han adherido a la declaración de emergencia climática. Han sido mayoritariamente declaraciones formales surgidas al calor de las manifestaciones del activismo juvenil contra el cambio climático, de acciones de grupos ecologistas y de manifiestos científicos. ¿Qué implica una emergencia climática? Una declaración de emergencia exige, por el propio significado del término, que (leer más)

Sociedad

Amazonía: ¿catástrofe brasileña o mundial?

Cuando Jair Bolsonaro se trenzó con Emmanuel Macron por la ayuda económica del G7 para aplacar los incendios y la deforestación de la Amazonía invocó la soberanía. La soberanía sobre una fuente imprescindible de oxígeno, colosal sumidero de dióxido de carbono, que impacta en las corrientes oceánicas y en el clima mundial. La selva amazónica, compartida por Brasil y otros ocho países, perdió más de un 20 por ciento de su terreno en las últimas seis décadas. Sólo en agosto hubo unos 31.000 focos de incendio, casi el triple que en el mismo mes de 2018. Arrasaron una superficie equivalente a 4,2 millones canchas de fútbol. Bolsonaro apeló al orgullo nacional frente a la alarma mundial. Culpó de los incendios a las organizaciones no gubernamentales, amonestó a su par de Francia por haber tratado a Brasil como “una colonia o una tierra de nadie” y, tras meses de humo, prohibió temporalmente las quemas a agricultores, ganaderos, madereros, mineros y petroleros. Nada nuevo, pues cada año arrasan miles de hectáreas. Las de 2019 superaron las previsiones (leer más)

Economía

Desacuerdo por el acuerdo

Era ahora o nunca “por el cambiante entorno político internacional, caracterizado por las crecientes tensiones proteccionistas”, concluyen Carlos Malamud y Federico Steinberg, investigadores principales del Real Instituto Elcano, de Madrid, en un análisis en el cual se preguntan quién gana y quién pierde con el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. ¿Qué ganan los europeos? Sus productos ingresarán en el Mercosur con ventajas sobre sus competidores. En especial, Estados Unidos y Japón. A su vez, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay se comprometen a respetar el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Ese era uno de los puntos de fricción con el gobierno de Jair Bolsonaro, decidido a imitar la ruptura de Donald Trump y, en su caso, poner en riesgo la Amazonía. Se trata de la selva tropical más grande del planeta. Un pulmón verde que absorbe cerca de 1.000 millones toneladas de dióxido de carbono por año, pero pierde por la deforestación una superficie similar a un campo de fútbol por minuto. La promesa de campaña de Bolsonaro era terminar con (leer más)

Sociedad

El cambio climático golpea el bolsillo

Detrás de los destrozos provocados por el movimiento de los chalecos amarillos en Francia, a raíz del incremento de los impuestos sobre los combustibles y de su consecuencia inmediata, la pérdida del poder adquisitivo, subyacía una estrategia de Emmanuel Macron vinculada con el cambio climático. Pretendía potenciar alternativas para rebajar las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, en paulatino y preocupante aumento. En 2018, las emisiones crecieron alrededor del 2,7 por ciento. Un récord en la historia de la humanidad que, más allá del resultado económico, hipoteca tanto el presente como el futuro. Macron gastó la bala de plata con el intento de desalentar el consumo de combustibles fósiles por medio del aumento de los impuestos. La ira de la calle contra la llamada tasa al carbono llevó todo a foja cero mientras la COP24 (la cumbre del clima para aplicar las reglas del Acuerdo de París de 2015) debatía en la ciudad polaca de Katowice cómo instrumentar políticas ambientales viables. Sólo en ese país, Polonia, mueren 50.000 personas (leer más)