Política

Es un monstruo grande y pisa fuerte

Creen en Wall Street que la virtual victoria de Lula en Brasil provocaría un descalabro regional, pero nadie sabe cómo evitarlo Esta vez no hubo mano de Dios: volvimos con la frente marchita de Corea-Japón. Pero, consuelo al fin, podemos sentirnos satisfechos. Por la entrega de los muchachos. Y, en cierto modo, por haber hecho escuela en copas anteriores, pregonando la viveza como un arte: Rivaldo se tomó la cara con las manos después de recibir un pelotazo en el costado derecho, debajo de la cintura, del turco Hakan Unsal, de modo de que fuera expulsado. Lo logró. Y Brasil se aseguró la victoria. Dos a uno. Al filo de un partido difícil. Frente a un rival que ya tenía un jugador menos. Táctica y estrategia, sin jogo bonito ni fair play, cada vez más frecuente. Que excede el Mundial. El fútbol mismo. Por más que las simulaciones, o las pantomimas, sean presuntamente castigadas por el FMI. Por la FIFA, digo. Así como los penales inexistentes. Cobrado, en ese caso, por el árbitro indio Anoop (leer más)

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Indulto al insulto

El exabrupto de Batlle cosechó una mezcla de adhesión e indiferencia en lugar de provocar un replanteo sobre sus causas Somos una manga de ladrones, del primero al último, según el presidente de Uruguay, Jorge Batlle. Somos una manga de incapaces, según el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Paul O’Neill: “Han estado en problemas con intermitencias desde hace 70 años o más. No tienen una industria de exportaciones. Y les gusta. Nadie los obligó a ser lo que son”. Somos una manga de lamebotas yanquis, según el mandamás vitalicio de Cuba, Fidel Castro. Somos una manga de griegos y romanos desterrados, según Borges. Somos, al parecer, una manga de incorregibles; todos, no sólo los peronistas. Estamos para el cachetazo. Somos, desde siempre, una manga de engreídos, según nuestros hermanos latinoamericanos. Dioses nos dicen, también, porque nadie nos puede ver. Algo habremos hecho. Desde creernos los mejores del mundo, por obra y gracia de la mano de Dios, hasta obstinarnos en el fracaso, por obra y gracia de aquella comparación vergonzosa entre el país (leer más)

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Me gusta estar al lado del camino

La victoria de Uribe ha demostrado que en la región queda cada vez menos espacio para los políticos convencionales Son tres amigos. Sordo, uno; ciego, el otro; rengo, el otro. Están en casa ajena, in fraganti. El sordo dice: «Oigo pasos». El ciego dice: «Veamos». El rengo dice: «Corramos, pues». ¿Absurdo? Son tres candidatos. De un partido tradicional, uno; del otro partido tradicional, el otro; de un partido ignoto, el otro. Están en elecciones presidenciales, en campaña. El primero dice: «Oigo cacerolas». El segundo dice: «¿Estás seguro?» El tercero dice: «Corramos, pues». Moraleja: la victoria de Alvaro Uribe en las elecciones presidenciales de Colombia ha venido a confirmar que el rengo, o el candidato del partido ignoto, corre con ventaja frente a sordos y ciegos. De los cuales la gente, prudente, toma cada vez más distancia. No de la política ni de los partidos, sino de aquellos que representan una actitud frecuente en América latina: establecemos reglas para los demás y excepciones para nosotros. Esquema gastado, y vapuleado, que los colombianos han asociado con la (leer más)

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Parados al final de sí mismos

Cercados por dilemas externos, Arafat convoca a elecciones y Sharon aboga por la creación del Estado palestino Todos nacemos llorando; después entendemos por qué. Llorando estaba un esclavo en la nave del rey. Era su primera vez en ella y en alta mar. Llorando estaba, pues, asustado por las olas, cerca, y por el horizonte, lejos. Sin otra tierra firme, bajo sus pies, que la cubierta, bamboleante. Permanecía en un rincón, acurrucado, temblando de miedo. Tanto temblaba que el sabio quiso aliviarlo. Ordenó entonces, con la venia real, que fuera arrojado al agua. Una y otra vez. Hasta que se calmara. Y, finalmente, se calmó. No podía creerlo el rey, convencido de que la solución iba a ser aún más drástica e impiadosa: deshacerse del ejemplar de hombre que ni nadar sabía. Pero no. Lo vio descansando, sereno y exhausto a la vez. Llamó al sabio, curioso. De él obtuvo como respuesta: “Majestad, mientras el esclavo ignoraba los horrores de ahogarse, también ignoraba la seguridad de la nave. Ahora conoce ambas cosas y, por eso, (leer más)

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El pequeño fascista reanimado

Tan reacia a la globalización como la izquierda radical, la extrema derecha gana espacios gracias a los errores ajenos Ese enano fascista (que, dicen, todos llevamos dentro) no estaba muerto ni andaba de parranda. Merodeaba en el desencanto, oculto. En espera de una excusa, o de una ocasión, con tal de saltar tapias y, ninguneando minorías, hacer esquina en la intolerancia. Con un resucitado, Jean-Marie Le Pen, en Francia, y un muerto, Pim Fortuyn, en Holanda. En espera, ahora, de mejor excusa, u ocasión, con tal de recomponer, quizás, el identikit de bigote irresuelto que, casualmente, usó votos, antes que botas, en su afán de espantar duendes y ángeles, profesando odio hacia la diversidad social. Odio reciclado, más de medio siglo después, en movimientos, no partidos convencionales, prendidos con alfileres. En contra de la Europa del euro, en principio. En contra de la globalización, también. En contra, en definitiva, de los extranjeros. Los de baja estofa, según ellos. Los otros. Los diferentes. Los únicos, en tiempos de prosperidad, capaces de trabajar de sol a sol (leer más)

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La venganza será terrible

Castro aprovechó un error de Fox con tal de defender su régimen, condenado por despreciar los derechos humanos Ya había convalidado Fidel Castro un encargo, casi una súplica, de Vicente Fox: no discutir la relación bilateral durante la Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre el Financiamiento para el Desarrollo, realizada en Monterrey. Pero el presidente de México, el primero en siete décadas ajeno al parque jurásico del Partido Revolucionario Institucional (PRI), cometió un exceso. De confianza, tal vez: «¿Te puedo pedir otro favor? –sondeó por teléfono–. Bueno, básicamente, no ataques a los Estados Unidos o al presidente Bush». Obtuvo una respuesta a la altura de las circunstancias: «No tenga la menor duda de que sé cómo decir la verdad con decencia y elegancia». Eran 43 años de unicato de un lado y uno y medio de gestión del otro. Eran sutilezas: el tuteo en Fox, frecuente entre mandatarios, y su reverso en Castro, frecuente entre negociadores. Eran, en definitiva, la astucia y la inexperiencia, grabadas secretamente en La Habana, el 19 (leer más)

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¿Quién me ha robado el mes de abril?

La rara parábola de un golpe de Estado que ha terminado siendo un boomerang, fortaleciendo a un presidente resistido Pensándolo bien, Hugo Chávez tuvo su 17 de octubre. No es Perón, aclaremos. Ni Allende, tampoco, por más que haya ido, derechito y cuesta abajo, hacia un 11 de septiembre. Un golpe de Estado. Como en Chile, en 1973. Que se veía venir en Venezuela, cual amenaza, desde la huelga general del 10 de diciembre. Y que iba a derivar, cuatro meses y un día después, en los arrebatos de un Pinochet. O, sin insignias militares, de un Pinochet light, como supieron llamar a Pedro Carmona durante su breve interinato en el Palacio de Miraflores. Menos de 40 horas en las cuales demostró que, como remedio, era peor que la enfermedad, disolviendo la Asamblea Nacional, suspendiendo la Corte Suprema, desatando una caza de brujas y arrogándose poderes hasta en la liga nacional de béisbol. Rara parábola que, por primera vez desde el 2 de febrero de 1999, dejó a Chávez fuera de juego. O de fuego. (leer más)

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Sufrir con lo nuestro

La súbita caída de Chávez demuestra la fragilidad de la democracia en la región, librada a su suerte por Bush Contra dos amenazas contagiosas han procurado vacunarse los Estados Unidos desde la recuperación de la democracia en América latina: la derecha, cuando es diestra, y la izquierda, cuando es siniestra. No contaban con la astucia de Hugo Chávez, empero: un militar de penacho rebelde (ergo, diestro) que iba a terminar enarbolando afanes setentistas (ergo, siniestros). Vil populismo, de derecha o de izquierda, en una banana republic. No en Venezuela, el cuarto exportador de petróleo del mundo, más allá de sus abismos sociales. Entre derecha o izquierda, diestra o siniestra, no discriminó George Tenet, director de la CIA, mientras exponía ante la Comisión de Inteligencia del Senado, el 6 de febrero, la creciente, y alarmante, volatilidad de la región. Sobre todo, en la Argentina, en Colombia y en Venezuela. ¡Bingo! Acertó en los tres casos, trazando, de ese modo, el eje del mal latinoamericano. Del mal ejemplo, agrego. Librado a su suerte por el gobierno de (leer más)

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El remedio es peor que la enfermedad

Sharon ha emprendido el camino más duro, cerrando toda posibilidad de arreglo en una guerra no convencional En contra del pragmatismo y de la terrible tendencia hacia la consecución de fines útiles, el primo mayor de Cortázar solía sacarse un pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si se enganchaba en la rejilla, bueno, paciencia, debía abrir un poco la canilla para que se perdiera de vista. Sin malgastar un instante, entonces, emprendía la ímproba tarea de recuperarlo. Es, más o menos, el reflejo de Medio Oriente: el pelo anudado, cual prenda de paz, se ha escurrido por el agujero del lavabo. O de la incertidumbre. Y está enganchado en la rejilla. A poco de perderse en la negrura de las profundidades por la dureza extrema de Ariel Sharon y por el comportamiento engañoso de Yasser Arafat, o viceversa, ante la mediación frustrada de George W. Bush. No deseada desde el comienzo de su gestión. Como si se tratara de una cuenta pendiente (leer más)

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Demasiado tarde para lágrimas

La Unión Europea y los Estados Unidos debatieron quién daba menos para combatir la pobreza MONTERREY, México.– Cierta vez, cuentan, un hombre de buen pasar llevó a su hijo a las afueras de la ciudad, de modo de mostrarle, y de demostrarle, cómo vivían los campesinos. Pasaron el día en casa de una familia humilde. Y el chico, maravillado, advirtió que los pobres eran, en realidad, millonarios. En tiempo compartido en lugar de agendas completas, en lagunas en lugar de piscinas, en estrellas en lugar de faroles y en horizonte en lugar de paredones. En tantas cosas que la lección terminó siendo para el padre, agradecido, y sorprendido, por su propia riqueza. Que, hasta ese momento, consideraba algo natural. Tan natural, quizá, como la desigualdad en un mundo que, obligado por las circunstancias, debió organizar una cumbre presidencial de nombre pomposo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Financiación para el Desarrollo, con tal de que los dos grandes bloques, la Unión Europa y los Estados Unidos, debatieran quién da menos asistencia a los (leer más)

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Verás que todo es mentira

El miedo y la ineficacia de las agencias de seguridad han alimentado las hipótesis de un segundo acto terrorista Que no, dicen. Que no ha sido Osama ben Laden. Si existe: en Afganistán jamás han visto un solo pelo de su barba. Que ha sido George W. Bush con tal de legitimarse, después del tironeo electoral con Al Gore, y de gobernar con dureza. Como en el Far West. Que no, reponen. Que han sido los chicos malos de la CIA, desplazados por los buenos. Que no. Que han sido milicias urbanas, encolerizadas por la ejecución de Timothy McVeigh, el criminal de Oklahoma. Que no, que no. Que han sido los halcones del Mossad para emprender, con el guiño norteamericano, el ataque final contra los palestinos. Final y definitivo. Que han sido los chinos, alérgicos al escudo antimisiles, alegan. Que han sido los rusos, nostálgicos del mundo bipolar. ¿Qué ha sido de las teorías conspirativas, lanzadas como dardos después de los atentados? Medio año después, Bush recita el eje del mal, pensando en Irak, pensando (leer más)

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Falta envido, truco y tregua

Los desafíos del nuevo primer ministro son sofocar la intifada, restablecer la seguridad y reencarrilar el proceso de paz Siembra un pensamiento y recogerás una acción; siembra una acción y recogerás un hábito; siembra un hábito y recogerás un carácter; siembra un carácter y recogerás un destino. A tono con la reflexión de William Thackeray, autor de La Feria de las vanidades y de El libro de los snobs, Ariel Sharon recogió un destino desde que ganó por abrumadora mayoría las elecciones del 6 de febrero. Precipitadas por la intifada (revuelta palestina). Que coincidió, el 28 de septiembre de 2000, con su visita a un sitio sagrado de Jerusalén para judíos y musulmanes. Semilla de cólera contenida durante generaciones. El destino baraja las cartas, pero los hombres, no los oráculos, juegan con ellas. Y Sharon, primer ministro de Israel desde el miércoles, enfrenta los desafíos inmediatos de sofocar la intifada, de restablecer la seguridad interior y de reencarrillar el proceso de paz. El orden de los factores altera el producto. Cualquier medida drástica, como bloquear (leer más)

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Ganamos cero a cero

Entre Sharon y Arafat prevalecerá, en principio, aquel que ceda menos mientras prevalece la ola de violencia sin control Siete días de calma absoluta, o de tregua a plazo fijo, ha insinuado tibiamente Ariel Sharon como eventual paliativo para tender un puente hacia la posibilidad, remota en apariencia, de encarar negociaciones de paz. O algo así. ¿Cuál ha sido la respuesta de Al Fatah, la organización de Yasser Arafat? Más intifada (sublevación palestina). O algo así. ¿Por qué? Porque en la violencia, o algo así, repara la fortaleza frente a un enemigo superior. Con atentados no convencionales, en el menos convencional de los conflictos armados, que, a su vez, provocan represalias no convencionales. O asesinatos selectivos. Cada vez peores, muerto en la madrugada del viernes, entre otros, el general Ahmed Mefrej, jefe de las Fuerzas Nacionales de Seguridad del sur de la Franja de Gaza. El militar palestino de más alto rango entre los caídos desde la declaración de la intifada, el 28 de septiembre de 2000. En esos tiempos, vísperas de la victoria de (leer más)

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El silencio de los indolentes

Gran duda: ¿hasta qué punto los Estados Unidos estarán involucrados en la virtual guerra contra el narcoterrorismo? Sepulturero y partero a la vez, Andrés Pastrana ha decidido enterrar la criatura que nació tuerta, creció renga y, ciega y paralítica en sucesivas prórrogas, terminó muriendo después de una sorda agonía: la mesa de negociaciones, o el laboratorio de la paz, con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Mesa de patas flojas, o laboratorio de ensayos vanos, sobre cuyo mantel floreado el vaso supo estar medio lleno, de un lado, y medio vacío, del otro. O viceversa. Nunca lleno, o vacío, del todo. A medias, finalmente, el experimento fracasó después de 1221 días. O de tres años y monedas. En principio, por la pésima voluntad de Tirofijo y por el excesivo voluntarismo de Pastrana. Turbado en la cornisa del desenlace, en un mundo convulsionado después de los atentados del 11 de septiembre y de la represalia contra el régimen talibán, por los secuestros del senador Jorge Gechem, primero, y de la candidata presidencial Ingrid Betancourt, después. (leer más)

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El horno no está para pretzels

La advertencia data de la era De la Rúa-Cavallo y, en realidad, no ha variado: «Presenten un plan y hablamos» Ingredientes: agua tibia (una taza), agua corriente (cuatro tazas), levadura (un paquete), harina (una taza y media), manteca (dos cucharadas), sal (media cucharadita), azúcar (una cucharada) y bicarbonato de sodio (cinco cucharadas). Preparación: disolver la levadura en agua; agregar harina, manteca, azúcar y sal; batir durante tres minutos (añadir más harina, si es necesario); amasar hasta lograr una pasta elástica; colocarla en un recipiente cubierto hasta que duplique su volumen; dividirla en piezas iguales y, con la palma de la mano, darles forma de bastoncitos; anudarlas como lazos; disponerlas sobre una bandeja de horno previamente engrasada; dejarlas en reposo hasta que dupliquen su volumen; mezclar agua con bicarbonato de sodio en un recipiente de plástico; bañar las piezas con la solución obtenida; disponerlas de nuevo en la bandeja; espolvorearlas con sal; hornearlas durante 10 o 15 minutos. Y ya. Listo. Resultado: el arma que Osama ben Laden y el mullah Omar no imaginaron. Más efectiva (leer más)