Disparates presidenciales

¿Qué pasa si, en medio de un discurso, un presidente confunde penes con panes u otros hablan de miembros y miembras?




Rajoy: “It’s very difficult todo esto”
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«Cuanto peor, mejor para todos y cuanto peor para todos, mejor, mejor para mí el suyo beneficio político». Fin de la cita textual de Mariano Rajoy, presidente de España entre 2011 y 2018. El trabalenguas dejó de piedra al Congreso de los Diputados. Provenía de la misma boca, la presidencial, que había soltado: «Tenemos que fabricar máquinas que nos permitan seguir fabricando máquinas porque lo que no va a hacer nunca la máquina es fabricar máquinas a su vez”. Genialidades dignas de Groucho Marx. En ristra.

El sucesor de Rajoy, Pedro Sánchez, no quiso ser menos cuando intentó presumir de su lenguaje inclusivo dirigiéndose a los “miembros y miembras” del bloque del Partido Popular (PP). Desliz atribuido inicialmente a Bibiana Aído, ministra de Igualdad de José Luis Rodríguez Zapatero, repetido por otra socialista, la diputada Soraya Rodríguez. Furcio que también cometió el presidente de Chile, Sebastián Piñera. Sin afinidad ideológica, en Argentina, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, siguió esa línea discursiva cuando se dirigió a “todos los jóvenes y jóvenas del sur de la provincia de Buenos Aires”. ¿Debió decir todes?

Cualquiera puede equivocarse, sobre todo cuando improvisa una arenga. Sánchez se dio cuenta de inmediato de su error. “Sí, sí, permítanme ustedes la broma”, repuso ante risas que detonaban como truenos desde las bancas.

Si el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, pudo hablar de “millones y millonas” y de “libros y libras”, por qué no iba a invocar textos bíblicos con una revelación acaso más sorprendente que la reencarnación en un pajarito del difunto Hugo Chávez: «Así como Cristo multiplicó los penes…». Volvió rápidamente sobre sus palabras: «Perdón, los peces y los panes”.

Las metidas de pata no surgen, a veces, de la capacidad para elegir las palabras adecuadas, sino de desnudar convicciones. Cuando era presidente de Bolivia, Evo Morales, sostenía: el pollo “está cargado de hormonas femeninas” y, por eso, “cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres».

No sólo eso: «La calvicie, que parece normal, es una enfermedad en Europa. Casi todos son calvos. Y es por las cosas que comen. Mientras, en los pueblos indígenas no hay calvos, porque comemos otras cosas».

Mejor no comer pollo ni usar condones. En comparación con China, según Morales, Bolivia tiene “muy pocos habitantes”.

Morales, ahijado político de Chávez como Maduro, insistía en cargar tintas contra el capitalismo, enemigo de la Pachamama (Madre Tierra). Su mentor venezolano volaba más alto: “No sería extraño que en Marte haya habido civilización, pero llegó allá el capitalismo, el imperialismo, y acabó con ese planeta”.

Chávez también arremetió contra “los juguetes capitalistas”. Se refería a las consolas de videojuegos PlayStation, “sembrando violencia para luego vender armas”. De algo estaba seguro, al menos: «Vamos a ganar hasta en Margarita, que es una isla rodeada por agua».

En plan estelar, otro presidente latinoamericano, el argentino Carlos Menem, prometía en 1996 “un sistema de vuelos espacial, mediante el cual, desde una plataforma que quizá se instale en la provincia de Córdoba, estas naves espaciales van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera y desde ahí elegir el lugar a donde quieran ir. De tal forma que en una hora y media podemos estar desde Argentina en Japón, en Corea o en cualquier parte del mundo”.

Un cuarto de siglo después, el tren de la ciudad de Buenos Aires a Mar del Plata tarda seis horas en recorrer 400 kilómetros.

De confusiones está hecho el mundo. Si George W. Bush se enredaba entre la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico) y la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) y llamaba austríacos a los soldados australianos, Donald Trump no vaciló en rebautizar países: llamó nipple (pezón) a Nepal, button (botón) a Bután y shit holes (agujeros de mierda) a los africanos en general.

Bad information, no wrong information, en el fluido inglés de la expresidenta argentina Cristina Kirchner, ahora vicepresidenta, reprobada en química por no acertar en la fórmula del agua, “hache dos cero” en lugar de H2O.

Cualquiera trastabilla en otro idioma. Menem quiso quedar bien con el presidente de Estados Unidos, George Bush (padre), en la Casa Blanca, con un ininteligible «Mister President, gud blis iu». Valió el esfuerzo en su afán de decirle: «God bless you, Mr. President» (Dios lo bendiga, señor presidente). También bendijo al papa Juan Pablo II. Obtuvo como respuesta: “¿Cómo? ¿Usted me da la bendición a mí?”.

Vale. «It’s very difficult todo esto”, como le dijo Rajoy al primer ministro británico, David Cameron. En el fondo, según el expresidente español, «los seres humanos somos, sobre todo, personas» mientras le agradecía al gobierno cubano en una comparecencia con el presidente peruano, Ollanta Humala.

En la lengua materna, la situación se complica. Ni papá Bush se salvó del tropiezo. En Idaho, mientras era vicepresidente de Ronald Reagan, se le escapó: «Hemos tenido triunfos. Cometimos algunos errores. Hemos tenido un poco de sexo. Eh…, contratiempos».

Un sincericidio en toda regla.

Como el de Maduro cuando admitió que “esos comerciantes que ustedes conocen son tan víctimas del capital, de los capitalistas que especulan y roban, como nosotros”.

O el de María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La-Mancha, cuando anunció “una política económica y social para saquear a Castilla-La Mancha”.

Don Quijote y Sancho Panza quedaron estupefactos.

 Michel Temer, presidente de Brasil de 2016 a 2018, le puso a la Federación de Rusia el pomposo nombre de República Socialista Federativa Soviética de Rusia y, en Noruega, agradeció las atenciones de «sua majestade, o Rei da Suécia«.

Errores de brújula o de cálculo. El presidente chileno Piñera se entusiasmó con Twitter desde su primer mandato y, en el avión, escribió: “Llegando Brasilea cambio de mando Lula-Dilma”.

No “se trata de sacarles a los ricos para darles a los pobres, como hacía Robinson Crusoe«, alias Robin Hood en el léxico de Menem, sino de leer “mucho a Sócrates”. Que no escribió un solo libro, aclaro. Y que “Dios los ayude” o los bendiga, porque “pende sobre nuestras cabezas la espada de Penélope«. La de Damocles, Carlos. La de Damocles.

Jorge Elías

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