El 4 de febrero y la descorreización de Ecuador

La consulta del 4 de febrero apunta a la descorreización del país y a fortalecer la acumulación política de Lenín Moreno. La «pacificación pospopulista» apunta a una reconciliación con los mercados y, al mismo tiempo, expresa un agotamiento de la polarización populista de la década anterior




El triunfo del «sí» en la consulta parece un asunto zanjado
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Por Franklin Ramírez Gallegos | Nueva Sociedad
La consulta popular del 4 de febrero de 2018 ha sido presentada como el escalón definitivo del proceso de descorreización que vive el Ecuador desde el ascenso de Lenín Moreno al poder. La derecha y las elites abrazan la consulta con más júbilo aún que el gobierno, que soporta la impugnación radical de quienes hasta hace poco eran parte de los suyos. Tal confrontación condujo a la implosión oficialista en dos constelaciones: el «morenismo», que se quedó con Alianza País (AP) por resolución de la justicia electoral y sin mediar pronunciamiento alguno de la militancia, y el «correísmo», que procura formalizar en el corto plazo la existencia del Movimiento de la Revolución Ciudadana (MRC). La campaña transcurre en medio de la colaboración entre el gobierno y la derecha por liquidar la influencia correísta y la oposición del MRC jalonada por su líder histórico, que retornó al país a sostener su espacio político.

El triunfo del «sí» en la consulta parece un asunto zanjado, dada la extensa plataforma política desplegada por la convocatoria presidencial y el impacto de los casos de corrupción en la imagen de Correa. La atención ha de dirigirse, no obstante, hacia otros dos asuntos cruciales. Por una parte, la cuestión de cómo se gestionará el acumulado electoral dentro de la «coalición anticorreísta» y, por otra, si el MRC –que promueve en solitario el «no»– logrará retener una base de apoyo que le permita subsistir y proyectarse en el tiempo como organización política. Las magnitudes de la victoria y la derrota toman, pues, particular relevancia en medio de la acelerada reconfiguración de los bloques de poder y la correlación de fuerzas en el «país de las coyunturas».

Moreno prometió modificar la matriz confrontacional de la década gobernada por Correa desde su proclamación como candidato. Apenas asumió el poder, convocó a un amplio Diálogo Nacional a actores de diverso signo. La despolarización aparecía como una de las demandas centrales de la oposición a AP. Otra de sus ofertas de campaña, la «cirugía mayor a la corrupción» (sic), tomó forma con el impulso a las indagaciones judiciales de las denuncias contra el ex-vicepresidente Jorge Glas. El caso Odebrecht, capítulo Ecuador, tuvo en él a su mayor víctima política. Separado de sus funciones en agosto de 2017, hoy está detenido con sentencia por asociación ilícita.

En torno de dicho expediente, entre otros, el anticorreísmo se movilizó intensamente durante la última contienda electoral. La insistencia de Correa en su candidatura puso en riesgo la cuarta victoria consecutiva de AP en las presidenciales y contribuyó a aceitar el relato que traza la ecuación entre la Revolución Ciudadana y el saqueo de las arcas públicas. Semejante equivalencia fue retomada por Moreno, apenas con matices, en medio del pertinaz ataque del ex-presidente a cada una de sus decisiones.

Un sofisticado operativo de liquidación de la imagen de la «década correísta» taladró entonces la opinión pública desde canales oficiales y medios privados. Una de las primeras fotos virales de la gestión morenista lo retrató con los barones de los grandes grupos mediáticos. Acto seguido, una de sus figuras pasó a dirigir el Diario Público. No parecía estar en juego, apenas, el armisticio gubernamental con los medios, sino el entendimiento sobre cómo enmarcar el nuevo momento. El prestigio del expertocrático gobierno de Correa era puesto en duda desde sus emblemáticas realizaciones. Corrupto, ineficaz, dispendioso, etc. Calificativos todos empleados de modo sistemático por el arco anticorreísta, pasaron a formar parte del vocabulario corriente de Moreno, sus ministros y funcionarios para referirse al proceso gubernativo del que (mayoritariamente) formaron parte y del cual, hasta ayer, solo hablaban con admiración. Transfiguraciones, contriciones, acomodos. Como sea, borrando cualquier huella de contradicción en su signo, el correísmo pasaba a ser representado como ignominia pura. El antipopulismo también requiere construir su adversario.

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