El Eje del Mal, versión Donald Trump

¿Qué pasará cuando el presidente de los Estados Unidos diga la verdad y sus propios aliados no le crean?




La visión apocalíptica de Trump no tiene límites ni respeta fronteras
Getting your Trinity Audio player ready...

Donald Trump le hizo saber al primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull, que el compromiso de Barack Obama de acoger en suelo norteamericano a 1.250 refugiados era “estúpido”, sobre todo después de imponer el veto migratorio a siete países de mayoría musulmana. El diálogo telefónico con un aliado que combatió codo a codo con los Estados Unidos en Afganistán e Irak terminó mal. Duró 25 minutos, 35 menos de lo previsto. También le había hecho saber a su par de México, Enrique Peña Nieto, que iba a enviar tropas del otro de la frontera para detener a los “bad (malos) hombres” a menos que el ejército mexicano se esforzara en controlarlos.

En dos semanas en la Casa Blanca, Trump llevó al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, a tildarlo de “amenaza exterior” y al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, a exigirle que deponga el veto migratorio contra los ciudadanos y los refugiados de Siria, Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen porque viola las obligaciones de los Estados Unidos como firmante de la Convención de Ginebra. No pareció importarle. Emplea como presidente el estilo televisivo con el cual se hizo conocer y las tácticas de negociación que perfeccionó como desarrollador inmobiliario. En síntesis, cero diplomacia.

Después de haber levantado polvareda con la promesa de construir el muro frente a México y hacérselo pagar, entre otras órdenes ejecutivas controvertidas, Trump instó a los suyos en el Senado, los republicanos, a apelar a la opción nuclear para quebrar el rechazo de los demócratas al juez Neil Gorsuch, su candidato para cubrir la vacante en la Corte Suprema que dejó Antonin Scalia, fallecido en febrero de 2016. La opción nuclear es un recurso extremo que implica cambiar las reglas de juego y asegurarse el número de votos necesario.

Una treta llamó a la otra, en realidad. Los demócratas amenazaron con utilizar el filibuster, maniobra que permite postergar la votación gracias a un senador de la oposición que puede ejercer en forma indefinida su derecho de palabra. Para interrumpirlo hace falta que 60 senadores voten el cloture o cierre. Los republicanos ocupan 52 bancas. Con ese número, así como con la mayoría en la Cámara de Representantes, Trump tira y no afloja en un contexto nacional e internacional cada vez más crispado por su proceder y cada vez más desconfiado de su palabra. No sólo por el celo en imponer su visión, sino también por distorsionarla. Lo cual empeora las cosas.

La revista alemana Der Spiegel recibió fuertes críticas por mostrar a la Estatua de la Libertad decapitada

El veto migratorio es una prueba. Desde la voladura de las Torres Gemelas, ningún norteamericano ha muerto en actos terroristas en los Estados Unidos a manos de un emigrado o del pariente de un emigrado de alguno de los siete países amonestados. En 2016, 46 norteamericanos musulmanes estuvieron involucrados en atentados cometidos en su territorio. Sólo nueve conservaban lazos familiares en esos países, concluye el informe Muslim-American Involvement with Violent Extremism, 2016, de Charles Kurzman, profesor de sociología de la Universidad de Carolina del Norte.

Trump trazó su propio Eje del Mal. Supera en cantidad de países al de George W. Bush, previo a la guerra contra Irak. Ni en uno ni en el otro figura Arabia Saudita. Raro. Quince de los 19 terroristas del 11 de septiembre de 2001 eran sauditas. El Congreso, dominado por los republicanos, sancionó en 2016 una ley que permitía emprender acciones legales contra ese país, acusado de complicidad con Al-Qaeda en la peor tragedia de la historia de los Estados Unidos. La vetó Obama por temor a represalias contra ciudadanos norteamericanos. En Arabia Saudita, así como en Egipto, los Emiratos Árabes, Turquía y otros países musulmanes, el emporio Trump tiene negocios.

Con esa orden ejecutiva, así como con otras, Trump desató el caos y la furia tanto en casa como en el exterior. ¿Midió las consecuencias de las resoluciones contrarias de varios jueces de su país, del relevo de la fiscal general interina Sally Yates por expresar su desacuerdo, de las críticas de una legión de diplomáticos del Departamento de Estado, de las reacciones de varias compañías y bancos cuyos directivos se muestran dispuestos a ayudar a los damnificados? Quizás esa haya sido la intención, más allá de cumplir en forma arbitraria con una promesa de campaña.

La réplica de los gobiernos de Europa, consternados con la decisión, puso en un aprieto a la primera ministra británica, Theresa May, su primera visita extranjera. Trump se despidió de ella, firmó la orden ejecutiva, amenazó al presidente mexicano, le colgó al primer ministro australiano y sembró dudas. Muchas dudas. ¿Qué respaldo internacional obtendrá en crisis reales, no imaginarias? El invento de Bush sobre las armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein desencadenó la guerra contra Irak. Era puntual. Trump estrenó su carrera presidencial negando la nacionalidad de Obama. Su visión apocalíptica no tiene límites ni respeta fronteras.

Publicado en Télam, 2 de febrero de 2017

Jorge Elías

@JorgeEliasInter | @Elinterin
Suscríbase a El Ínterin



5 Comments

Enlaces y comentarios

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.