La verdad desnuda

Donald Trump cargó contra Hillary Clinton por los reiterados deslices del marido de una de sus colaboradoras más cercanas, afecto al envío de fotos eróticas de sí mismo por las redes sociales




Weiner: la tercera fue la vencida
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Por Jorge Elías

Entre lágrimas, el representante demócrata Anthony Weiner confesó en 2011 en su ciudad, Nueva York, que le había enviado por Twitter una foto suya en calzoncillos a una estudiante universitaria de Seattle, Estado de Washington, y que había tenido intercambios epistolares “inapropiados” con seis mujeres antes y después de casarse en julio de 2010. La esposa, Huma Abedin, trabajaba como asistente de la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Era su mano derecha. En la boda, Weiner contó con un padrino y maestro de lujo: Bill Clinton, experto en eso no de haber tenido relaciones “inapropiadas” con ninguna mujer.

Weiner había negado durante varios días que fueran suyas esa foto y otras en paños menores, también remitidas a sus admiradoras por las redes sociales y el correo electrónico. En una aparecía en un sofá con dos gatos. En el mensaje usaba una expresión vulgar para referirse al órgano sexual femenino. ¿Qué placer pudo sentir al tomarse y despachar fotos de sí mismo como vino al mundo, echando músculo como Charles Atlas? En 2013, en carrera para ser alcalde de Nueva York, reincidió en ese arte, llamado sexting. Su esposa, quizá discípula de Hillary en la paciencia o en el cálculo, lo perdonó de nuevo.

La tercera resultó ser la vencida. Estalló en medio de la campaña presidencial de 2016. Su esposa, colaboradora de Hillary, anunció de inmediato su separación. Lo había pescado otra vez in fraganti, enviándole fotos suyas a otra mujer. Eso llevó al candidato republicano, Donald Trump, a explotar el asunto: “Sólo me preocupa el país en el que Hillary Clinton fue descuidada y negligente en permitir a Weiner tener tanta proximidad a material altamente clasificado. ¿Quién sabe de lo que se enteró y lo que dijo? Es otro ejemplo del mal juicio de Hillary Clinton”.

¿Qué motiva a un hombre público como Weiner a tomarse selfies y enviárselas a sus amigas o, tal vez, admiradoras? Ante el primer incidente, el sitio BigGovernment.com, dirigido por el activista conservador Andrew Breitbart, no se formuló esa pregunta ni improvisó una respuesta al ventilar el escabroso asunto en ingrata coincidencia con el comienzo del juicio en la misma ciudad, Nueva York, contra Dominique Strauss-Kahn, ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), por intento de violación de una empleada de limpieza de un hotel.

En su descargo, Weiner aseguró que no mantuvo relaciones sexuales con nadie que no haya sido su esposa desde que se casó y que la foto en calzoncillos, la primera que trascendió, fue un “error enormemente lamentable”. Fue una gran metida de pata, en realidad. En un primer momento insinuó que un pirata informático se había apropiado de su cuenta de Twitter. Luego admitió que, por equivocación, subió la foto a su perfil público en lugar de enviarla en forma privada. La eliminó al darse cuenta. Era tarde. No podía con su alma, “avergonzado, humillado”, sin consuelo frente a “la vergüenza pública».

No es ni será el único político pescado in fraganti. Un congresista indonesio que apoyó la sanción de una severa ley contra la pornografía se vio forzado a renunciar por haber sido sorprendido mientras recreaba sus pupilas con videos sexualmente explícitos en su computadora portátil durante un debate parlamentario. Arifinto, que usa un solo nombre como muchos de sus compatriotas, se mostró partidario de prohibir desde los besos en público hasta la posesión de material pornográfico cuando se aprobó la ley, pero no pudo con su genio al bucear en sitios para adultos mientras sus pares debatían otros temas.

A diferencia de Weiner, Arifinto no sólo renunció a su banca, sino, también, a su partido, Justicia Próspera. La ley contra las escenas impúdicas rige desde 2008 en Indonesia. Por violarla fue condenado a dos años de prisión el director editorial de la revista Playboy.

Un playboy también terminó siendo el rey Carlos XVI Gustavo de Suecia, descubierto en offside en clubes de alterne y striptease. Un amigo suyo, Anders Lettström, intentó comprar las fotos comprometedoras al dueño de uno de esos establecimientos. «Está claro que perjudica claramente mi credibilidad, la credibilidad de la monarquía y también a Suecia –admitió Su Majestad–. Lo lamento verdaderamente. Es una cosa que voy a corregir y en vista de la cual voy a trabajar mucho más duro».

Weiner dijo lo mismo en 2011 y en 2013.

Twitter @JorgeEliasInter y @Elinterin
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