Getting your Trinity Audio player ready… Tras la muerte de Osama ben Laden en Paquistán, el presidente de Perú, Alan García, aventuró que se trataba del “primer milagro del beato Juan Pablo II”, al cual agradeció ese día, el de su santificación, “llevarse del mundo a la encarnación del mal, a la encarnación demoníaca del crimen y del odio, dándonos la noticia de que quien volaba torres y edificios ya no está”. Amén. Con menos elocuencia, aunque similar satisfacción, su par de Colombia, Juan Manuel Santos, felicitó a Barack Obama “por ese gran golpe contra el terrorismo” y, desde México, Felipe Calderón reconoció “su perseverancia en el combate y persecución del terrorismo”. En las antípodas, el vicepresidente de Venezuela, Elías Jaua, al igual que el canciller de Ecuador, Ricardo Patiño, condenaron los inusuales festejos de los norteamericanos en las calles. “Ninguna muerte debe ser celebrada”, señaló el canciller de Uruguay, Luis Almagro. El gobierno argentino tampoco se subió al carro de la victoria: “La operación militar que ha llevado a la muerte del responsable de (leer más)
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