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El rostro de cada país
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En el mapamundi de los estereotipos no se salva nadie: los españoles trabajan poco, los alemanes no tienen gracia, los franceses pecan de vanidosos y los argentinos somos infumables

¿Son los españoles tan perezosos como consideran los alemanes? ¿Son los alemanes tan disciplinados como suelen describirlos los griegos? ¿Son los griegos tan escandalosos como los juzgan los británicos? ¿Son los británicos tan flemáticos como presumen los japoneses? ¿Son los japoneses tan eficientes como creen los norteamericanos? ¿Son los norteamericanos tan ególatras como cavilan los mexicanos? ¿Son los mexicanos tan machistas como observan los brasileños? ¿Son los brasileños mejores que nosotros, los argentinos? ¿Somos los argentinos infumables por vernos como italianos que hablamos español y vivir en una réplica de París en el Cono Sur?

La vuelta al mundo en miles de estereotipos depara un mapamundi sinuoso, como el concebido por el artista eslovaco Martin Vargic. Incluye 1.800 etiquetas de naciones, ciudades y océanos con nombres tan elocuentes como Maltrato Animal para España, Comunistas para Rusia, Metrosexuales para Suecia, Black Metal para Noruega, Pelirrojos para Irlanda, Aladino para Omán, Fábrica para China, Samba para Brasil, Tacos para México, Cocaína para Colombia, Bananarama para Ecuador, Llamas para Perú, El Mundo Perdido para Bolivia, Fútbol para Uruguay y Telenovelas para la Argentina, entre otros.

Existe una gran diferencia entre cómo nos vemos y cómo queremos que nos vean. En España, presunto paraíso de vagos que van de fiesta en fiesta y no perdonan la siesta, la media de trabajo semanal es mayor que en Finlandia, Alemania, Italia y Francia. El británico, con su imagen ambigua de engolado gentleman y ebrio perdido, bebe menos que un francés, un portugués o un austriaco, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). ¿Hazte la fama y échate a dormir? Más o menos. Sobre todo, después de haber propagado una máxima que han incorporado sin traducción hasta los franceses: binge drinking (beber para emborracharse).

Los alemanes no berlineses creen que Berlín es algo así como una capital de América latina. Para tender dos kilómetros de vías de tranvía han previsto tres años completos de obras. En ese lapso, observan, los chinos construyen ciudades enteras o líneas de trenes de alta velocidad. Los italianos, cuyos genes habitan en los argentinos hasta en la sensibilidad por la elegancia, admiten ser grandes charlatanes y pésimos oyentes. En otro mapamundi de estereotipos, trazado por JWT Intelligence y JWT Sonar, Italia comparte un continente llamado Funlandia (Tierra de la Alegría) con España y Brasil.

Su sucursal latinoamericana, la Argentina, forma con la India, Sudáfrica, Colombia y otros países un continente denominado Vanillia. Los une, dice el informe, “el escaso conocimiento que se tiene en el mundo de su personalidad”. Quizás esa percepción vaya a tono con otra de dudosa autoría y elocuente contenido atribuida a un filósofo español: “Los argentinos no renuncian a sus ilusiones ni aprenden de sus desilusiones. Tienen dos problemas para cada solución, pero son capaces de enseñarle al mundo cómo corregir sus errores”. Por no prestarnos atención, agrego yo, no saben lo que se pierden.



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