Ladra, mañana será peor




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En 1983, durante un viaje de vacaciones a Canadá, Mitt Romney no tuvo mejor idea que enjaular a su perro, de la delicada raza setter, y llevarlo en el techo de su coche. Seamus, según el ahora candidato presidencial, disfrutaba en las alturas del aire fresco y el solazo. Ventiló la enternecedora y estremecedora anécdota uno de sus rivales en las primarias republicanas, Newt Gingrich. La aprovechó Barack Obama para imaginarse al pobre animal en la parte superior del avión presidencial Air Force One si su dueño gana las presidenciales de noviembre.

La broma, gastada durante la cena anual de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, revela hasta qué punto los políticos son más honestos cuando se divierten que cuando hablan en serio. Si lo logran, claro. En uno de sus libros, Dreams From My Father (Los sueños de mi padre), Obama confiesa que probó carne de perro durante su niñez en Indonesia. De ello se burla a menudo la ex candidata a vicepresidenta republicana Sarah Palin, mentora del odioso Tea Party. Le rebatió el presidente: “¿Cuál es la diferencia entre una hockey mom (madre que lleva a sus hijos a jugar hockey) y un pitbull? Que el pitbull está riquísimo”.

Obama no sólo pretende ser relegido, sino, también, recibir una medalla de la sociedad protectora de animales. En diciembre de 2011 armó revuelo en un centro comercial de Alexandria, Virginia, cerca de Washington: fue de compras navideñas con la camisa arremangada y la corbata a media asta en compañía de Bo, el perro de aguas portugués negro y blanco que le regaló el senador Edward Kennedy. En una tienda de mascotas, antes de pasar por una pizzería, premió a su mascota con un muñeco y un gran hueso de goma.

A sus perros Barney y Spot les debe la vida el ex presidente George W. Bush. En enero de 2002 se atragantó con un pretzel (galleta horneada en forma de lazo) mientras veía por televisión un partido de fútbol americano entre los Dolphins y los Ravens en el rancho de Texas. Los perros resultaron ser los únicos testigos del desmayo, el golpe con los anteojos puestos y, como consecuencia de ello, los magullones en el pómulo izquierdo, la nariz y la comisura de los labios. El pretzel, de cuya receta se habrá apropiado Mahmoud Ahmadinejad, pasó a ser la más temible arma de destrucción masiva del planeta.

Bo, aparentemente mejor tratado que Seamus si no termina sus días en un horno bañado en salsa barbacoa y una manzana en la boca, se resiste a soportar cuatro años más a Obama en la Casa Blanca, según el presidente. Serían 28 años de «socialismo perruno al estilo europeo». Ha de tener sus razones el animal para pensar de ese modo. Lo dejó escrito Kafka: “Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro”. En el perro, insisto.



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