Algunos somos más iguales que otros




Getting your Trinity Audio player ready...

Vista desde España, la región no ha superado la distorsión entre el crecimiento de la economía y los altos índices de pobreza

MADRID.– Neo significa nuevo. Neo, en la piel de Keanu Reeves, es el pirata informático que, en la profecía de la saga Matrix, resulta ser el Elegido para salvar a la humanidad de la prisión creada y mantenida por las máquinas. Neo, asociado con el liberalismo o el conservadurismo, espanta como el ajo a los vampiros y las novias. No espantan el liberalismo ni el conservadurismo por sí mismos; espantan el neoliberalismo, versión latinoamericana, y el neoconservadurismo, versión norteamericana. Uno, por el saldo desolador de las privatizaciones en el continente más incontinente del mundo; el otro, por la agresiva política exterior de George W. Bush.

Neo a secas no significa nada. Neo, el muchacho inseguro de Matrix, no confía en el destino ni en el Oráculo, sino en Morfeo, su esmerado tutor, y en Trinity, dispuesta a sacrificarse por él. Si Neo fuera América latina, con sus insensatos índices de desigualdad, pobreza, corrupción, exclusión, violencia e ingobernabilidad, ¿en quién debería confiar y, a su vez, quién estaría dispuesto a sacrificarse por ella? En un mundo en el cual sobra un 10 por ciento de los alimentos, más de un 10 por ciento de la población de América latina (es decir, 54 millones de personas) come mal y salteado o, en algunos casos, no come, según las Naciones Unidas. ¿En quién debería confiar la región, pues?

La confianza alimenta la esperanza. Sin ella, ni las naciones ni las personas podrían proyectarse. Ver más allá de sus narices. La falta de confianza, usual en América latina, suele ser tan perniciosa como el exceso de confianza, usual en el mundo neocon de Bush. El exceso de confianza, precisamente, llevó a los Estados Unidos a declarar la guerra contra Irak y a creer, como Neo una vez que acepta que es el Elegido, que iba a ser capaz de establecer la paz y la democracia hasta en los Estados canallas que patrocinan terroristas. Esa presunta gesta, en principio, hizo que descuidara el patio trasero.

En él, donde las compañías españolas están un escalón debajo de las norteamericanas en la magnitud de inversiones, las asimetrías son tan pronunciadas que las personas de menores ingresos, desprovistas de poder de compra, no tienen oportunidades de desarrollo, según la Secretaría General Iberoamericana (Segib). En él, las compañías apelan a la responsabilidad social empresaria para mejorar su imagen y paliar la ausencia de los Estados, devaluados por su parálisis. En él, como en el resto del planeta, algunos ejecutivos cobran por barba retribuciones hasta 500 veces superiores al sueldo medio de sus empleados.

Son prácticas conformes al derecho y la ley, no a la moral y la decencia, según el ex canciller alemán Gerhard Schröder. Son prácticas que provocan depresión, el cuarto problema de la humanidad a los ojos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El cuarto y en ascenso: en 2020, la depresión ocupará el segundo lugar después de las enfermedades cardíacas. Su tratamiento cuesta fortunas a las arcas públicas. En China, segunda cuna de multimillonarios (con 1000 millones de dólares o más por cabeza) después de los Estados Unidos, el Estado gasta fortunas en terapias.

En terapias no gasta España cuando piensa en América latina. En 2004, la región era, para los españoles, la tierra de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, así como de Pablo Neruda y Jorge Luis Borges. Era, y es, la tierra “cuyos ritmos nos arrebatan y cuyo cine nos encandila”; la tierra de Luis Miguel, Carlos Gardel y Celia Cruz; la tierra que negaba, y niega, la equis a México.

Esa visión, lejana, ceñida a estadísticas contradictorias sobre el crecimiento de la economía y el anclaje de la pobreza como consecuencia de la elevada tasa de natalidad, encapsulada en los discursos estridentes de Hugo Chávez y las descalificaciones contra Evo Morales, poco y nada cambió. Poco y nada cambió en una sociedad como la española, rebosante en móviles y plasmas, así como en deudas, cuyos inmigrantes disfrutan de más facilidad para acceder al mercado laboral que en cualquier otro país de Europa, excepto en Suecia, pero, a la vez, son blancos aislados de ataques xenófobos por el delito de portar caras andinas.

Frente a ello, en reuniones organizadas en Madrid por la Fundación Carolina, la Sigeb y el Instituto de Empresa, desde la vicepresidenta primera de España, María Teresa Fernández de la Vega; el canciller Miguel Ángel Moratinos y la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, hasta el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), procuraron aplacar la depresión en vísperas de la XVII Cumbre Iberoamericana. Apelaron para ello al neorrealismo, cual instancia superadora del neoliberalismo latinoamericano y el neoconservadurismo norteamericano. Ver el vaso medio lleno, en definitiva.

El neorrealismo dicta que la democracia es algo más que elecciones libres y limpias. Es reforma estructural, es seguridad jurídica… Es la receta ponderada, no aplicada. Nunca aplicada. En América latina, una de cada cinco personas sobrevive con poco más de dos dólares diarios. La tasa de la pobreza decayó en forma progresiva en una década, pero no tanto como hubiera sido digno. A diferencia de los países desarrollados, los impuestos son regresivos y están destinados, en algunos casos, a sostener clanes políticos con prebendas propias del populismo de los años cincuenta.

Si la región fuera Neo, ¿debería entonces confiar en el destino y en el Oráculo, más allá de que la fortuna haya sido últimamente generosa con los productores de petróleo y gas, como Venezuela y Bolivia; de cobre, como Chile, y de alimentos, como la Argentina, Brasil y Uruguay?

En 1991, en Santiago de Chile, la Organización de los Estados Americanos (OEA) se comprometió a defender a los gobiernos democráticos que se vieran amenazados. En el proceso de cumbres iberoamericanas, iniciado ese mismo año en Guadalajara, México, la premisa radica en el respeto al otro: el gobierno es local y el desafío es global.

El desafío, sin embargo, debería ser compartido, de modo que Neo (América latina) no se siente a esperar que Morfeo (España) y Trinity (Portugal) hagan todo por él. En el proceso, revitalizado en 2005 con la creación de la Segib, se habla de una sola identidad iberoamericana que, en realidad, no es tal. En el proceso, al igual que los Estados Unidos cuando reparan en la región, el neorrealismo, nutrido de pragmatismo, intenta exaltar los rasgos en común.

En su libro La ignorancia, Milan Kundera echa mano de los clásicos, empero, para definir un dilema recurrente: “Durante veinte años no había pensado en otra cosa que en regresar. Pero, una vez de vuelta, comprendió sorprendido que su vida se encontraba fuera de Ítaca”. Echa mano de los clásicos para definir esa sensación de extrañeza en su propia casa, distorsionada por la lejanía y por el tiempo transcurrido desde las oleadas migratorias de otros tiempos.

Ser ciudadano del mundo no es tan fácil como pensaba Marguerite Yourcenar, medio belga y medio francesa, nacionalizada norteamericana y, por las dudas, griega y romana por adopción: «Ver bien un país es tratar de conocerlo y, hasta cierto punto, de hacerlo suyo en el propio presente y pasado, tratar de ver, en fin, lo que significa para los que en él viven».

Si América latina fuera Neo, debería mirarse al espejo, proyectarse más allá de sus narices y confiar más en sí misma, de modo de evitar que, en neolengua orwelliana, todos sean iguales, pero algunos sigan siendo más iguales que otros.



2 Comments

  1. Wow! This can be one particular of the most beneficial blogs We have ever joturoer arrive across on this subject. Basically Fantastic. I am also a specialist in this topic so I can understand your hard work.

Enlaces y comentarios

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.