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En vísperas de la nueva ley, las redadas contra fugitivos y pandilleros latinoamericanos crearon pavor entre los ilegales

Cada vez que tuvo ocasión, George W. Bush recordó con espíritu cosmopolita que en Midland, Texas, iba a la escuela pública con inmigrantes mexicanos. Entendía el fenómeno circular: eran más cuando crecía la producción y menos cuando crecía el desempleo. Entendía, también, que no se iban de su tierra por gusto, sino por necesidad. En esos años, así como cuando regenteó su pequeña y fallida compañía petrolera, compartió con ellos algo más que vivencias: les dio trabajo. Después, como administrador los Rangers, equipo de béisbol con el cual amasó su fortuna, bromeaba con los jugadores latinoamericanos en spanglish.

Por esa rara mezcla de español e inglés, usual en el borde (border, frontera) con México y en ciudades con muchos latinoamericanos, las guerras no deparan pérdidas, ni bajas, ni heridos, sino casualidades (casualties, desgracias), los velatorios no despiertan mensajes de pesar, sino de simpatía (sympathy, compasión o pésame), y las calles son eco de expresiones desconcertantes, como vacunar la carpeta (pasar la aspiradora, vacuun cleaner, por la alfombra, carpet), parquear (to park, estacionar) la troca (truck, camión o camioneta), hacer un estimado (estimate, presupuesto), llamar para atrás (to call back) por teléfono, introducir (to introduce, presentar) a otra persona, descansar en la yarda (yard, patio) o cuquear (to cook, cocinar) el lonche (lunch, almuerzo).

Bush se reía de ello. Tanto, quizá, como de anuncios de diarios latinos en los que una marqueta (market, almacén) buscaba empleados para deliberar groserías (to deliver, entregar; groceries, alimentos) o de oficios dudosos, como rufero (reparador de techos, roof), dealer (vendedor de vehículos), norsa (nurse, enfermera), plastero (yesero, de plaster, yeso) o ingeniero (engineer, encargado de arreglos generales).

El spanglish adquirió rango de lengua alternativa con la traducción de Don Quijote: “In un placete (lugar) de La Mancha, of which (de cuyo) nombre no quiero remembrearme (acordarme), vivía not so long ago (no ha mucho tiempo) uno de esos gentlemen (caballeros)…”. Adquirió rango de lengua alternativa con ello y con la aparición de diccionarios y de cátedras en universidades, de modo de aceptarlo, o de tolerarlo, como la consecuencia espontánea de pensar en inglés y pronunciar en español pese al espanto de puristas con más púlpito que calle.

Detrás de él, sin embargo, liqueaba (to leak, gotear) otra realidad. La realidad de los inmigrantes, marcados, muchos de ellos, por ser mojados (haber cruzado en forma ilegal el río Bravo) con la ayuda de coyotes (guías inescrupulosos) y por no tener los papeles en regla. Con la Ley de Control y Reforma de la Inmigración, una amnistía para 2,7 millones de personas, creyeron los norteamericanos, en 1986, que el asunto estaba resuelto. En dos décadas, el ingreso lejos estuvo de decaer. Y la boila (boile, caldera) a punto quedó de estallar: los latinos o hispanos superaron en número a los afroamericanos y pasaron a ser la primera minoría del país.

En la frontera, no obstante ello, se triplicaron las muertes. El costo de los arrestos, a su vez, aumentó un 467 por ciento en 10 años: de 300 dólares en 1992 a 1700 en 2002, según un informe del sociólogo Douglas Massey difundido por el Cato Institute, de Washington, DC, de orientación liberal.

En suspenso desde 2001 por la voladura de las Torres Gemelas, Bush retomó el asunto en 2004 con la idea de blanquear a los ilegales y de restringir nuevos ingresos con permisos temporales de empleo.

En el Capitolio, empero, se topó con un sector duro, partidario de deportarlos y de reforzar la vigilancia de la frontera con la Guardia Nacional en coincidencia con señales de resistencia, como la huelga general que organizaron los latinos el 1° de Mayo (Día del Trabajo fuera de los Estados Unidos) y, cual reivindicación de sus derechos, el himno norteamericano, The Star-Spangled Banner (La bandera bañada de estrellas), interpretado en español. En español o en spanglish: “Oh say can you see, / a la luz de la aurora”, comienza. Frente a ello, el Senado declaró idioma nacional al inglés por iniciativa de James Inhofe, republicano por Oklahoma.

Poco faltaba para dos advertencias más concretas: la Operación Devolver al Remitente, en la cual desde el 26 de mayo fueron arrestados 2179 ilegales, algunos de ellos fugitivos y gangas (gang, pandilla) de la Mara Salvatrucha, sujetos a ser deportados, y la resolución unánime de la Cámara de Representantes que expone la amenaza potencial de las organizaciones islámicas con presuntas sucursales en el Hemisferio Occidental (América latina y el Caribe), como Hezbollah, Hamas, la Jihad Islámica y Al-Qaeda, después de los atentados de los noventa en la Argentina.

No dejaron de ser señales contradictorias. Por un lado, temor; por el otro, aliento. Entre mariachis, el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, recordó con el espíritu cosmopolita de Bush en el restaurante Mario’s Tacos, de Los Angeles, que arribó a los Estados Unidos en 1968, procedente de Austria, con apenas 20 dólares. E hizo suyo el sueño americano, en donde las leyes son tan estrictas que los inodoros son todos iguales por la ley de política energética y conservación de 1992. Para ahorrar agua, en ese caso.

Entre los latinos, la Administración de Alimentos y Medicamentos prohibió la clonación de seres humanos, pero no logró controlar los embarazos masculinos. Cada dos por tres, alguno aparece en ese estado.

Lo denuncian sus propias mujeres: “Mi marido está embarazado”, dicen sin pudor. En vano puede preguntar uno por el padre de la criatura: en spanglish, embarazado (embarassed) significa avergonzado o, si cuadra, apenado o disgustado.

Apenadas y disgustadas, precisamente, legiones de campesinos y obreros mexicanos, guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y nicaragüenses acampan a escasos bloques (blocks, cuadras) del sueño americano, sin una cora (quarter, moneda de 25 centavos) en el bolsillo, watcheando (to watch, observar) si descubren algún hueco para burlar los reforzados controles fronterizos. Es decir, a los guachimanes (watchman, vigilante) de la Migra (agentes migratorios) que supervisan las fundaciones (foundations, cimientos) del inminente muro.

Como decía el cartel de un hospital de Miami: “Después de las 9 P.M. camine con cuidado. Esté quieto”. ¿Puede uno caminar con cuidado y, a la vez, estar quieto? Stay quiet, traducido en forma literal, no es permanecer quieto, sino en silencio.

Como los ilegales, suspendidos en un breque (break, pausa) u obligados, en mexicano básico, a retacharse para su cantón (regresar a su casa) si no tienen la aseguranza (insurance, seguro) de sobrevivir en un viaje redondo (round trip, ida y vuelta). Tan redondo como el fenómeno migratorio y los ciclos de la economía norteamericana que Bush conoció  desde baby.



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