Política

Cabos sueltos, puras coincidencias

Casi al mismo tiempo murieron el fiscal argentino Nisman, en circunstancias sospechosas; un jefe de Hezbollah, hijo de uno de los presuntos responsables del atentado contra la AMIA, abatido por Israel, y el rey de Arabia Saudita, reverso de Irán en Medio Oriente, por causas naturales En coincidencia con el hallazgo del cadáver del fiscal argentino Alberto Nisman, en la madrugada del lunes 19 de enero de 2015, en su departamento de Buenos Aires, Israel liquidó al jefe del Movimiento de Resistencia Islámica de El Líbano (Hezbollah) en los Altos del Golán, Jihad Mughniyeh, apañado por Irán. Su padre, Imad Mughniyeh, muerto en Damasco, Siria, en un atentado atribuido al Mossad y la CIA, en 2008, había sido señalado por Nisman como uno de los responsables de la voladura de la mutual judía AMIA. También tenía una orden de captura, librada por Interpol, por el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, en 1992. Sobre el fiscal Nisman, fallecido de un balazo en la cabeza poco después de las marchas en Francia contra (leer más)

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Política

La divina comedia

En desventaja frente a Saddam Hussein durante la guerra provocada en 1980 por la invasión de Irak a Irán, el ayatollah Ruhollah Khomeini mandó comprar pequeñas llaves de plástico a Taiwan. Eran amuletos. Los llevaban, colgados del cuello, muchachos de 12 años o poco más que debían avanzar como olas humanas sobre terrenos sembrados de minas y, de ese modo, facilitar el desplazamiento de las tropas iraníes. Los muchachos iban con mantas para evitar que sus cuerpos, despedazados por las detonaciones, volaran por los aires; también caían acribillados. Los cadáveres, envueltos como tamales, trazaban los senderos hacia las filas enemigas. Las llaves, suponían, iban a abrirles las puertas del Paraíso. En su fuero íntimo, según la estremecedora investigación del politólogo alemán Matthias Küntzel, Khomeini creía que la guerra contra Irak, declarada un año después de la Revolución Islámica, era una “bendición divina”. Le permitió islamizar a Irán, así como usar durante ocho años a la organización de voluntarios Basij Mostazafan (Movilización de los Oprimidos) como vanguardia de  la Guardia Revolucionaria. Los soldados pisaban los cadáveres. (leer más)