La manipulación de la historia
En el Salón Oval había un busto de Winston Churchill. Barack Obama ordenó retirarlo en 2009. Durante su primera visita al nuevo presidente de Estados Unidos, el entonces primer ministro británico, Gordon Brown, debió llevárselo. Lo dejó en la residencia de su embajador en Washington. Había sido un préstamo de Tony Blair a George W. Bush en virtud del vínculo que tejieron desde 2001. Lo coronaron con la declaración conjunta de la guerra contra Irak. En sus memorias, “el negro de nombre extraño”, como se define a sí mismo Obama, aborrece las torturas padecidas por su abuelo en Kenia durante el régimen colonial británico. Obama sustituyó el busto de Churchill, obra del escultor Jacob Epstein, nacido en Estados Unidos, radicado en Londres, por otro del primer presidente republicano de su país, Abraham Lincoln, partidario de la abolición de la esclavitud. Curiosamente, otro republicano, Mitt Romney, prometía reponer el busto de Churchill, hecho en bronce, si ganaba las presidenciales de 2012. Las perdió. Donald Trump, elegido en 2016, hizo colgar en el Salón Oval una pintura (leer más)