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Política

Sinfonía inconclusa

Europa no libra una guerra contra Yugoslavia ni contra Slobodan Milosevic, sino contra sí misma. O, si se quiere, contra su pasado. De ahí, el súbito vuelo que cobró la OTAN, creada en 1949 con el fin de evitar la expansión del comunismo, en medio del replanteo que promueve hoy, medio siglo después, la eficacia de la democracia y de la economía de mercado en un mundo que se perfila unipolar. El método de depuración étnica, sin principio ni ley, precipitó la invasión. Pero no deja de ser una guerra tardía, a destiempo, contra un enemigo que, curiosamente, los mismos aliados se obstinan en comparar con Adolf Hitler, no con Saddam Hussein. La vieja Europa, a contrapelo de sí misma, demuestra una vez más que no puede valerse sola, como en la Segunda Guerra, como en Bosnia. Los ataques aéreos llevan el sello de la OTAN, pero dependen del respaldo (de la ingrata compañía, corregirían los franceses) de los Estados Unidos. Es un reflejo de la vulnerabilidad de Europa, siempre inmersa en prejuicios pronorteamericanos (un (leer más)

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Política

Santuarios de fusiles

JERUSALEN.– El piloto pide disculpas. No por un error de él, sino por otro que presume más humano: la guerra. Dice que debe alejarse de Kosovo. Va de Frankfurt, Alemania, a Tel Aviv, Israel. De un fuego al otro. De un aeropuerto comercial con sorpresivo aspecto militar, debido a los frecuentes aterrizajes y despegues de los aviones de la OTAN, a otro que, aunque también comercial, tiene permanente custodia militar. El vuelo es el encuentro de dos mundos, enfrentados ayer por la peor masacre que sufrieron las últimas generaciones, el Holocausto, mientras, curiosamente, esquiva, por la ventanilla derecha, las esquirlas y las miserias de otra cacería étnica, de otra calamidad. En el aeropuerto de Frankfurt, muestra gratis de razas, lenguas y religiones, la compañía Lufthansa acusa la pérdida de cinco millones de dólares diarios por el bloqueo de una de sus tres pistas para uso exclusivo de los aviones de la OTAN. Es el correlato, en Alemania, de haber entrado en un conflicto de esta magnitud por primera vez desde el fin de la Segunda (leer más)

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Política

Estados alterados

Las estrellas de mar pueden reponer sus brazos si sufren algún daño o, en el peor de los casos, si los pierden. Los cohombros, o pepinos de mar, arrojan violentamente sus vísceras por la boca si se ven en aprietos; tienen la facultad de regenerarlas con facilidad. Los hombres, por más que se aventuren a trasplantes, implantes, desplantes, liftings y clonaciones, son los únicos seres que se presumen inteligentes, pero no tienen repuesto. En un campamento de refugiados de Stankovec, Macedonia, una muchacha de 20 años tiene la mirada sombría, fija en la nada. Perdió algo más que su nombre en Pristina, capital de Kosovo, en donde la consigna era irse o morir. En su nueva casa, una tienda de campaña despojada, precaria, vive, sobrevive, como miles de personas que también perdieron algo más que sus nombres. Ella, el pelo castaño, las manos temblorosas, vive, sobrevive, con las máscaras, los rostros difusos, que entraron a punta de metralleta en su casa y que, como bestias, arrasaron con la impotencia de su familia. Eran cuatro milicianos (leer más)

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Política

Invasión Big Mac

Apenas estalló la crisis de Kosovo, decenas de personas indignadas por los bombardeos de la OTAN contra los dominios de Slobodan Milosevic asaltaron, en Belgrado, el edificio vacío de la embajada norteamericana y, vaya paradoja, dos restaurantes McDonald’s. ¿Qué culpa habrá tenido el reino del Big Mac de las decisiones de Bill Clinton y compañía? Ninguna, seguramente. Es la otra guerra, o la otra reprimenda, de la guerra, o de la reprimenda, de los Balcanes, en la cual Milosevic y Clinton, independientemente de la OTAN y de los refugiados, apelaron desde el comienzo al intercambio del poco honroso mote de Adolf Hitler, desvirtuando de ese modo, en un juego semántico peligroso, el horror que significó el Holocausto. En esta otra guerra, o reprimenda, no cuentan los serbios ni los norteamericanos, sino sus líderes, como un asunto personal. En medio del ping-pong, con un villano que se siente héroe y víctima a la vez mientras las manos heróicas de sus víctimas luchan en el cielo por una hogaza de pan, la otra cara de Clinton, amante (leer más)

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Sociedad

De la otra mejilla ni hablamos

Hace dos milenios, un hombre capaz de poner la otra mejilla por amor al prójimo moría en la cruz. Hace dos siglos, unos hombres fundaban el respeto a los derechos de sus semejantes sobre pilares tan sólidos como la libertad, la igualdad y la fraternidad. Hace dos décadas, el hombre aún no había aprendido a poner la otra mejilla ni a respetar los derechos de sus semejantes. Hace apenas dos días, tampoco. El déficit, tan humano como la contradicción, es algo así como una cruz: provocó desde la cacería étnica que tratan de frenar ahora las fuerzas de la OTAN en Yugoslavia hasta el brutal asesinato a balazos del vicepresidente del Paraguay, Luis María Argaña, y los fantasmas que supo resucitar allende los Andes la detención de Augusto Pinochet en Londres por instancias de la justicia española. En todos los casos, aunque Kosovo, Asunción y Santiago sean vértices lejanos de un triángulo escaleno sin ángulos sanos, la coincidencia es, precisamente, la falta de respeto a los derechos de los otros, comenzando por la vida, y (leer más)