Una de piratas
Los documentos de WikiLeaks muestran cómo se forman opiniones los gobiernos En sus orígenes, las normas de los diplomáticos eran poco elevadas: “Sobornaban a los cortesanos; fomentaban e incitaban rebeliones; alentaban a los partidos de oposición; intervenían en los asuntos internos de los países donde estaban acreditados en la forma más subversiva, mentían; espiaban, y robaban”. Un embajador “se consideraba a sí mismo un honorable espía”. Esta descripción descarnada del diplomático británico Harold Nicolson no es de ayer ni de anteayer, sino de 1939. Cobra actualidad, como su libro Diplomacy (Diplomacia), tras la avalancha de documentos secretos y confidenciales del Departamento de Estado que ha ventilado sin pudor el sitio digital WikiLeaks. Si los diplomáticos, como expone Nicolson, “tienen tanto miedo de que se les acuse de falta de juicio que a toda costa se abstienen de expresar juicio alguno”, en las comunicaciones dirigidas a sus superiores, llamadas cables, se despachan con retratos indiscretos de los mandatarios y los políticos de los países en los cuales prestan servicios. Este procedimiento no tiene copyright de los (leer más)