Licencia para matar
Los claroscuros de la ejecución de Ben Laden, empañada por sospechas de ilegalidad En forma unánime aprobaron los norteamericanos la decisión de Barack Obama de liquidar a Osama ben Laden. Ocho de cada diez, según Gallup, creyeron “extremadamente” o “muy” importante” la ejecución del líder de Al-Qaeda en su madriguera urbana del norte de Paquistán. La euforia inundó las calles de los Estados Unidos al filo de la medianoche, algo inusual. Tan inusual como la perplejidad que, superada la embriaguez de la victoria o la resaca del desquite, despertó en otras latitudes el expeditivo proceder de las fuerzas de elite Navy Seals, así como el pronto despacho del cadáver a las profundidades del mar Arábigo para no crear un santuario en tierra firme. Lo justo no siempre es legal y lo legal no siempre es justo. ¿Tiene necesidad el país más poderoso del planeta de violar los derechos humanos para obtener información, torturando prisioneros sin condena en el limbo ilícito de Guantánamo, y de ejecutar sin piedad a un terrorista que, en principio, estaba desarmado, (leer más)