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Un país anclado en 1948

Cada tanto el mundo se entera de la existencia de Corea del Norte porque a su líder, el enigmático Kim Jong-un, se le ocurre probar un misil balístico. El régimen comunista más cerrado del mundo hace ruido y se repliega. La obsesión por las bombas nucleares se remonta a los orígenes de la República Popular Democrática de Corea, en 1948. Kim Il-sung, El Presidente Eterno, abuelo del actual Kim, usó como excusa la amenaza de Estados Unidos de lanzarle bombas atómicas durante la guerra entre las dos Coreas, entre 1950 y 1953. Un conflicto irresuelto, aún en curso. Siguen oficialmente en guerra. Ambas partes firmaron un armisticio, no la paz. “Corea del Norte se ha quedado atado al modo de pensamiento de 1948”, concluye en el programa Cuarto de Hora, de CADAL TV, Agustín Menéndez, licenciado en ciencia política, abogado y especialista en el conflicto de la península coreana. Menéndez, investigador asociado de CADAL a cargo del Proyecto Corea del Norte bajo la lupa, trabaja en el área de coordinación internacional en materia de lavado (leer más)

Política

La amenaza norcoreana

La barrera es simbólica: 100 días. Fueron los concedidos por Franklin Roosevelt al Congreso para la aprobación del paquete de leyes del New Deal. Desde entonces, 1933, los primeros 100 días pasaron a ser el período de evaluación de los presidentes de los Estados Unidos y de otros países. En su discurso inaugural, John Kennedy aludió a esa gracia. Los 100 días quedaron inscriptos en la historia por haber sido el lapso transcurrido entre la fuga de Napoleón de la isla de Elba y la batalla final de Waterloo. Fueron 116 días, en realidad. Días más, días menos, ¿cuál es el mayor desafío internacional de Donald Trump en sus primeros 100 días de gobierno? Corea del Norte. En Corea del Sur, el ejército de los Estados Unidos comenzó a expandir el escudo antimisiles. El sistema de defensa, que responde a las siglas Thaad, está compuesto por baterías antiaéreas. Son capaces de interceptar y destruir en el aire misiles balísticos como los lanzados por el régimen de Kim Jong-un en sus ensayos. En forma simultánea con (leer más)

Política

Sobre héroes y tumbas (Segunda y última parte)

En la frontera entre las dos Coreas están prohibidos los jeans, las zapatillas y la ropa de color verde. Del lado de Corea del Sur hay un parque de diversiones. Es un adorno. No funciona. Más allá, al final de un territorio que culebrea entre alambres de púas y minas antipersonales, está “el puente del no retorno”. Es de madera, endeble en apariencia, pero encierra en su nombre la fortaleza de una amenaza para aquel que se atreva a poner un pie en él: “Te disparan o te capturan”, me dijo un mayor del ejército norteamericano de apellido Andersen, guía eventual en el azaroso derrotero hasta donde nos dejaran los norcoreanos. En ese límite difuso, a diferencia de otros sacudidos por guerras, los soldados de ambos bandos se ven las caras. Los surcoreanos permanecen de pie, con los puños hacia adelante a la altura de la cintura, estáticos, mostrando medio cuerpo; usan gafas espejadas para no responder a las provocaciones. Los norcoreanos, como me dijo Stephen Oertnig, funcionario civil de la ONU, “se lustran los borceguíes (leer más)