Cultura

El último apaga la luz

Epimeteo, el primer hombre de la mitología griega en desmedro del Adán bíblico, comete dos imprudencias: casarse con Pandora, la primera mujer creada por Hefestos, y abrir la famosa caja de la que salen todos los males de la humanidad. En ella queda, cual último orejón del tarro, la esperanza. Desde entonces, lo último, cuya novia, La última, lleva por título un tango de Julio Camilioni (no confundir con La última curda, de Cátulo Castillo), merece el mismo trato que la esperanza, virtud de virtudes habitualmente relegada. Abundan datos sobre el primero que hace tal o cual cosa, pero poco y nada se sabe del último que, quizás en peores condiciones, harto de tal cosa o tal otra, hace por última vez tal o cual cosa. El que apaga la luz. ¿Qué sería de los historiadores si tuvieran que poner de relieve las primeras palabras de Edipo («Ma-má», seguramente) o de Freud («Li-bi-do», tal vez) en lugar de las últimas? Ni el legado del sargento Cabral («Muero contento, hemos batido al enemigo») habría perdurado. El (leer más)

Política

Hasta la vista, Obama

Por Jorge Elías NUEVA YORK. – Cuando asumió el poder en 2009, Barack Obama prometió poner fin a las guerras declaradas por su antecesor, George W. Bush. En 2011 anunció el retiro del último soldado de Irak. Tres años después envió asesores militares a ese país para colaborar en la batalla contra el Daesh o Estado Islámico (EI). Sólo en 2015, los Estados Unidos arrojaron 23.144 bombas. La mayoría, 22.110, en Irak y en Siria. Además de dar la venia para continuar las guerras inconclusas en Irak, Siria y Afganistán, Obama aprobó ataques contra grupos terroristas en Libia, Pakistán, Somalia y Yemen. En casi ocho años de gobierno ha llevado más tiempo en guerra que cualquiera de sus predecesores. Es una rareza después de haber recibido el premio Nobel de la Paz en 2009. Ese año, Obama pronunció un discurso histórico en la Universidad de El Cairo. Llamó a terminar con el antagonismo entre el islam y Occidente e invitó a los musulmanes a aislar a los extremistas y asumir su papel como parte de (leer más)

Política

El hombre del Watergate

Falleció el mejor periodista de su generación, Ben Bradlee, editor de The Washington Post y responsable de la investigación que forzó la renuncia del presidente Nixon Los protagonistas del llamado escándalo del siglo respetaron durante tres décadas el pacto de honor que habían sellado con Mark Felt, subjefe del FBI durante el gobierno de Richard Nixon, hasta que él mismo decidió develarlo en 2005. Era Deep Throat (Garganta Profunda), el informante de Bob Woodward y Carl Bernstein, periodistas de The Washington Post, encargados de la investigación del caso Watergate. “Supe quién era un año después de la renuncia de Nixon, pero no puedo abrir la boca hasta que llegue el momento”, se excusó antes de la revelación el editor Ben Bradlee durante una charla informal en su oficina del Post. Todo había comenzado el 17 de junio de 1972 con la detención de cinco presuntos ladrones en la sede del Comité Nacional Demócrata, opositor, instalada en el complejo Watergate, de cara al río Potomac. Un llamado de teléfono aguijoneó el olfato de los editores del (leer más)

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Política

Clubes de presidentes

Todos los presidentes vivos de los Estados Unidos asistieron a la inauguración de la biblioteca de George W. Bush en Dallas, Texas. La impactante imagen de los Bush, republicanos, con Barack Obama, Bill Clinton y Jimmy Carter, demócratas, a la misma hora y en el mismo sitio, es inusual en otras latitudes, acaso como el virtual epígrafe: la presidencia está más allá de las diferencias políticas. En América latina, Evo Morales reunió a la mayoría de los presidentes bolivianos pretéritos con el fin de reclamar a Chile la salida al mar; el de Uruguay, José Mujica, estuvo con sus predecesores al cumplirse 25 años del retorno de la democracia en la sede del opositor Partido Colorado, y no mucho más. Ese trato frío y despectivo hacia los presidentes anteriores, causantes de casi todos los males contemporáneos y algunos más, se vio reflejado en la jura de los nuevos senadores argentinos en 2005. El entonces presidente, Néstor Kirchner, evitó saludar a uno de ellos, el ex presidente Carlos Menem, enrolado en el mismo partido aunque militaran (leer más)