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Política

Soldado que huye sirve para otra guerra

Bush pretende crear un cuerpo civil de respuesta activa que, en situaciones de crisis, pise el terreno antes que las tropas En cinco años cambia uno. Evoluciona. En 2000, George W. Bush decía que, a diferencia de Bill Clinton, nunca iba a utilizar tropas norteamericanas para consolidar democracias en otros países. En 2005, la política expansiva de “éxito catastrófico”, según su particular evaluación de las guerras preventivas, ha derivado en la Operación Adam Smith, de fomento del comercio y la industria en Afganistán, a cargo de la Primera División de Caballería, y en el inminente lanzamiento de un cuerpo civil de respuesta activa que, en situaciones de crisis, pise el terreno antes que el ejército, de modo de apuntalar las instituciones o, en algunos casos, de crearlas. El novedoso enfoque de Bush coincide con el estupor por las muertes en Irak: más de 500 en tres semanas; en su mayoría, de soldados, policías y reclutas iraquíes. Causa del súbito viaje de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, con la intención de ver si el gobierno (leer más)

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Flash Gordon

Blair ganó las elecciones, pero su ministro de Economía, ratificado en el cargo, paladea la miel de una virtual sucesión Más allá de haber sido desde 1997 el primer ministro británico más joven del siglo XX; de haber superado en permanencia en el 10 de Downing Street a otro laborista, Harold Wilson, y de haber tenido la habilidad o la astucia de preservar el apego y la tolerancia de Bill Clinton, primero, y de George W. Bush, después, Tony Blair ostenta otro récord. Menos estridente, digamos: en 25 años de matrimonio jamás le ha regalado flores a su mujer, Cherie Booth, la abogada católica de Liverpool que, sin haberse metido en política, gana más dinero que él.

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Bananas

En la conducta de los gobernantes, así como en la solidez institucional, reside a veces la fortaleza de la democracia En aquel tiempo, entre susto y golpe, crecía el malestar por las arbitrariedades de Abdalá Bucaram, del Partido Roldosista Ecuatoriano. Su edecán, o ayudante de campo, Lucio Gutiérrez, había desoído la orden de proteger, por la fuerza si era necesario, el Palacio de Carondelet, sede del gobierno. La muchedumbre ganaba la calle en Quito. El presidente, trasladado a Guayaquil para mayor seguridad, iba a ser dejado cesante por el Congreso. ¿La causa? Insólita e inaudita a la vez: incapacidad mental. Una imputación más lapidaria, y menos elegante, que la demencia senil de Augusto Pinochet después de haber purgado 503 noches en las afueras de Londres por violaciones de los derechos humanos. Era el primer acto de desobediencia de Gutiérrez, de oficio apropiado en el sitio apropiado: militar en una república bananera. A mucha honra, aclaro: Ecuador es el principal exportador mundial de bananas. Mote nacido y depreciado, sin embargo, en el racimo de países de (leer más)

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El beso del diablo

Vanos fueron los cabildeos de Lagos y Fox por sus respectivos candidatos, mientras Bush sólo quería oponerse a Chávez En febrero, mientras promediaba una reunión de George W. Bush con la cúpula de la alianza atlántica (OTAN) en Bruselas, José Luis Rodríguez Zapatero procuró entibiar una relación fría, distante, marcada por el retiro de las tropas españolas de Irak. El encuentro, de menos de 10 segundos, se limitó a cuatro palabras del presidente norteamericano en abrupto castellano: «Hola, ¿qué tal, amigo?». Una respuesta de circunstancia: «Bien, ¿y tú?», presumo. Y un sucinto apretón de manos, señal de despedida. ¿O de desconfianza? El retiro de las tropas españolas de Irak era el correlato de los atentados de Atocha, primero, y de la victoria electoral de Zapatero, después, en un país que, como la mayoría de los occidentales, volcó su simpatía hacia los Estados Unidos por la voladura de las Torres Gemelas y su antipatía hacia Bush por la guerra contra Saddam Hussein. La cooperación mutua salió ilesa, sin embargo: los soldados españoles no se movieron de (leer más)

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Pasado de revoluciones

Estaba persuadido. Iba a mirarse en un espejo incómodo: los ojos de Vladimir Putin. Y se vio a sí mismo, cuestionado por la caza de terroristas más allá de sus fronteras y por el afán de controlar medios de comunicación dentro de ellas (el afán, o la tentación, de todo presidente, sea democrático o no). Eran tal para cual, impedidos de críticas mutuas por las políticas que  emprendieron en sus respectivos dominios, más allá de sus usanzas y de sus modales. Con su par ruso, sin embargo, George W. Bush debía ser cauto: codo a codo con la Unión Europea, los norteamericanos habían tallado en la crisis de Ucrania a favor de Viktor Yuschenko, blanco de un intento de envenenamiento en el que estuvo involucrada la policía secreta para favorecer al candidato del Kremlin, Viktor Yanukovich. Una burda maniobra. En la reunión que mantuvieron Putin y Bush en Bratislava, Eslovaquia, había mar de fondo, pues. Mar de fondo que iba a agitarse poco después, como las olas de un tsunami, con la revuelta desatada en (leer más)

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La manzana de Evo

El limbo político en el que se halla el país plantea la disyuntiva entre dos concepciones de poder difícilmente conciliables A 14 meses de haber asumido el gobierno, Gonzalo Sánchez de Lozada estaba solo. Más solo que nunca, en realidad. Como todo presidente a punto de caer en un pozo, el más profundo dentro sus depresiones frecuentes. Le sobraban culpas y le faltaban respuestas en octubre de 2003. En la calle, frente al Palacio Quemado, la protesta cobraba muertos. Cobraba muertos y resucitaba rencores por las privatizaciones realizadas durante su primera gestión, entre 1993 y 1997, y por la mera posibilidad de que Chile, identificado como el enemigo implacable desde las aulas primarias por la Guerra del Pacífico, en 1879, obtuviera algún rédito de las exportaciones de gas. En los 17 meses siguientes, el hasta entonces vicepresidente Carlos Mesa debió enfrentar, como presidente, 820 conflictos sociales. O, traducidos en reclamos, 12.000, diferentes todos ellos. Resolvió 4250. Poco más de un tercio, apenas, frente a un promedio de dos huelgas, bloqueos o amenazas por día. En (leer más)

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Mar adentro

Cada vez más, los conflictos sociales son propios de los países en los que se producen en lugar de representar un drama regional COQUIMBO, Chile.– Sobre el Desierto de Atacama, a bordo del avión presidencial, Ricardo Lagos debió interrumpir un animado diálogo con ministros, parlamentarios e invitados. «Me llama Chávez», se excusó. Y al tiro, como dicen los chilenos, partió hacia su despacho, una cabina modesta con un escritorio y tres butacas. Después abordó con la comitiva un Hércules C130, de la Fuerza Aérea, rumbo a El Salado, pueblo terroso y aislado en el que iba a inaugurar una planta de tratamiento de cobre. Fue el jueves, un día antes de su quinto aniversario en La Moneda (sede del gobierno) y un día después de la resolución de la crisis de Bolivia. Al teléfono, Chávez era un peligro. No por el motivo del llamado, sino, amante de los monólogos, por la temible duración del diálogo a pocos minutos del aterrizaje. Desde París, empero, sólo le agradeció la gestión conciliadora del canciller chileno, Ignacio Walker, ante (leer más)

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Se presume culpable

Con órdenes de control, el gobierno británico pretende restringir los derechos de los sospechosos de terrorismo LONDRES.– Engels, socio de Marx en el socialismo científico, juzgaba absurdo el socialismo utópico de Owen, Saint-Simon y Fourier. Utópico pasó a ser desde entonces, mediados del siglo XIX, sinónimo de proyecto o sueño irrealizable. En especial, si de política se trataba. Utópico, por negativo que fuere, era el mundo de The Big Brother (El Gran Hermano), descripto por George Orwell en su novela 1984, editada en 1949. Cinco décadas después, su homónimo Tony Blair (homónimo por el apellido: Orwell se llamaba Eric Arthur Blair) planteó el dilema moral entre la libertad y la seguridad. Lo planteó a la luz de atentados frustrados por Scotland Yard en Londres, uno de ellos de la magnitud de Atocha. La libertad, según Blair, implica establecer un delicado equilibrio entre su ejercicio y la protección de la ciudadanía frente a eventuales atentados. De ahí, la necesidad aparente, y controvertida, de mantener bajo la tutela del gobierno a los sospechosos que no puedan ser (leer más)

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Hipótesis de conflicto

Siria e Irán se resisten al plan de largo aliento que ha emprendido Bush en Medio Oriente desde la invasión a Irak En su segundo mandato, George W. Bush no ha movido nada de su lugar. En su escritorio continúa, impertérrito, el busto de Winston Churchill. En su cabeza continúa, remozado, el ideario de Ronald Reagan. Y en su norte continúa, impertérrito y remozado, el legado de ambos: desplegar una estrategia de cambio en sociedades no democráticas en un plazo no acotado por su gestión, por más que ello implique la hipótesis de conflicto como rutina. O como latiguillo permanente en su discurso. Ese discurso no refiere años, sino décadas en las cuales el poder norteamericano, sea republicano, sea demócrata, se dispone a promover en Medio Oriente, en su caso, algo parecido a la liquidación de saldos de la Unión Soviética, en el caso de Reagan, mientras, más allá de la Cortina de Hierro, germinaba la semilla de un bloque político, económico, militar y cultural apadrinado por los Estados Unidos. Germinaba la semilla de la (leer más)

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Mano a mano hemos quedado

Sharon y Abbas se comprometieron a aplicar la hoja de ruta, pero Hamas cumplió con su amenaza de patear el tablero Entre Ariel Sharon y Mahmoud Abbas no iba a haber papeles, sino un apretón de manos. No iba a haber papeles, como en la mayoría de las cumbres anteriores entre israelíes y palestinos, por una razón: sobraban. Ambos debían transmitir un mensaje político. Un gesto de buena voluntad. Nada más. La supervisión de la hoja de ruta (plan de paz trazado por el gobierno de George W. Bush y respaldado por la Unión Europea, las Naciones Unidas y Rusia) iba a ser tarea de un militar norteamericano sin experiencia diplomática, el teniente general William Ward. Señal de la magnitud de la intifada (sublevación palestina), antes más librada a la esperanza del diálogo que a la posibilidad de la cerrazón. En ello terció la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, presente en las vísperas de la cumbre realizada en Sharm el Sheij, Egipto, en donde el presidente anfitrión, Hosni Mubarak, y el rey Abdalá II (leer más)

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Segundo mandamiento: no desconfiarás de mí

La alta participación de los iraquíes en las elecciones sirvió para que Bush elevara la apuesta por la democracia en Medio Oriente Prudente nunca ha sido. Menos iba a serlo ahora, reconciliado en parte con el espejo y, sobre todo, con aquellos que no toleraron sus arrebatos después de la guerra en Afganistán. En Irak, George W. Bush recreó uno de los estigmas de Vietnam: “Tenemos que destruir la villa para poder salvarla”, de modo de “ganar los corazones y las mentes”. ¿Era el deseo de los iraquíes, por más valentía que hayan demostrado con su elevada participación en las primeras elecciones después de la era Saddam Hussein? Querían deshacerse de él, desde luego, pero ignoraban el precio. Es decir, la transición de una dictadura a un lío. De ese lío no sólo pretenden salir ellos, incómodos con la ocupación extranjera y con la irrupción terrorista, sino, más que nadie, los norteamericanos. Pero Bush, entonado con la reelección en casa y con la elección fuera de ella, ha seguido adelante con sus planes: extender la (leer más)

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Heredarás la guerra

Ben Laden proclamó el liderazgo de Al-Zarqawi en Irak e instó a boicotear las próximas elecciones de ese país y de Palestina En enero de 2004, los kurdos interceptaron una carta de Abu Mussab al-Zarqawi; estaba dirigida a Osama ben Laden. Le proponía expandir la red Al-Qaeda en Irak, fomentado una guerra sectaria entre sunnitas y chiítas. El caos, digamos. No obtuvo respuesta inmediata. Su devoción por la jihad (guerra santa) se vio premiada casi un año después: el mentor de la voladura de las Torres Gemelas exaltó su valor en la cruzada contra los infieles. Entre ellos, el contratista norteamericano Nicholas Berg, decapitado por él mismo frente a las cámaras en mayo de 2004. Iba a ser el primero de una serie de secuestros, torturas y asesinatos después de haberse atribuido en agosto de 2003 el atentado contra la sede de las Naciones Unidas, en Bagdad, en el que murió Sergio Vieira de Mello, enviado especial de Kofi Annan. En aquella carta, en la cual consignó 25 atentados suicidas en Irak, confesaba Zarqawi, de (leer más)

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Cómo deshacerme de ti

Ahora Bush debe resolver si aplica la misma medicina que en Irak En los debates previos a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el malogrado candidato demócrata, John Kerry, atinó a reflotar el multilateralismo, pero, presionado por hipótesis y evidencias de conflicto en un mundo cada vez más inseguro, no vaciló en suscribir la doctrina Bush: ante la duda, atacamos primero y preguntamos después. Lo hicieron en Irak sin fundamento alguno: no había armas de destrucción masiva, más allá de las tropelías de Saddam Hussein y de sus desplantes frecuentes a los inspectores de las Naciones Unidas. ¿Lo harán en Irán y en Corea del Norte, los otros vértices del eje del mal? Tras la captura de Saddam, el gobierno de Mohamed Khatami se ha visto en la misma encrucijada que domina la política exterior de Irán desde la ruptura de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos en 1979 por la toma de su embajada en nombre de la revolución del ayatollah Khomeini: critica al Gran Satán, como suele llamarlo en sus discursos, (leer más)

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Rigor en Marte, intolerancia en Venus

Blair, al igual que Bush, apela a la lucha contra el terrorismo como caballito de batalla en busca de su segunda reelección Al filo de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, el tercer hombre apareció en escena. No era Ralph Nader, el candidato independiente que ocupó desde 2000 el lugar de Ross Perot, sino Osama ben Laden. Un viejo conocido de la familia Bush, con la cual hizo negocios antes de la voladura de las Torres Gemelas. Un viejo conocido de los norteamericanos, en verdad, que redondeó con sus nubarrones de amenazas el pronóstico de victoria del presidente de la guerra. Su mera imagen infundió miedo. Factor clave en una sociedad sensible a todo aquello que refiriera odio y destrucción. Factor clave en España, también, con sus 191 muertos y 1900 heridos, como consecuencia de la masacre de Atocha, tres días antes de que José Luis Rodríguez Zapatero venciera en las elecciones presidenciales a Mariano Rajoy, el delfín de José María Aznar. Y factor clave en Gran Bretaña, en donde Tony Blair fijó su (leer más)

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Como te mueras, te mato

Por una vez, la Unión Europea ha hablado con el tono de los Estados Unidos sobre un asunto de su área de influencia En Europa, ¿reina la apatía? Reina la euroapatía, según José Luis Rodríguez Zapatero y Silvio Berlusconi. Curiosa conclusión, o definición, con la cual, en cierto modo, rubricaron en una reunión realizada en Cuenca el mote despectivo de la vieja Europa que el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, atribuyó a Francia y Alemania por su rechazo a enviar tropas a Irak. Curiosa conclusión, o replanteo, en un momento en el que la Europa ampliada, no la vieja ni la nueva, Europa a secas, puso en evidencia su malestar por el desarrollo irregular, y el resultado incierto, de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del domingo 21 de noviembre en Ucrania. En nombre de la presidencia de la Unión Europea, el ministro holandés de Relaciones Exteriores, Bernard Bot, dijo que no aceptaba el resultado. Por una vez, entonces, el bloque actuó como tal e impidió que los Estados Unidos tomaran la delantera en (leer más)