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En el alma sólo tengo soledad

De Salamanca a Mar del Plata, no pocos presidentes están abrumados por el exceso de tiempo que pasan en el exterior En el fondo, todo presidente está solo y espera. Espera, siempre, una retribución por su labor. Un premio. En apariencia, un premio más claro en democracias consolidadas: que su obra figure en los libros de historia y que su vida útil no termine al final de la gestión. En apariencia, también, un premio menos claro en democracias no consolidadas: que su obra figure en los libros contables y que su vida útil tampoco termine al final de la gestión. Que la gestión nunca termine, en realidad. ¿Por qué, si no, algunos presidentes latinoamericanos, mimados por altos índices de adhesión,  cambian de pronto las reglas de juego, de modo de reincidir con un segundo o tercer mandato no previsto inicialmente? Porque se sienten imprescindibles, tal vez. ¿Lo son? Hasta Alberto Fujimori, símbolo de una era de corrupción, mentiras y videos en Perú, amenazó con un pronto retorno. No al país, del cual huyó  a Japón, (leer más)

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Mi suerte necesita de tu suerte

La grave situación en Irak ha favorecido al nuevo gobierno de Irán y al régimen comunista de Corea del Norte Hasta el 30 de enero, George W. Bush no tenía motivos para sentirse satisfecho. Le devolvieron el alma al cuerpo, ese día, las primeras elecciones libres de Irak después de la caída de Saddam Hussein. Por ellas, más de ocho millones de personas desafiaron las amenazas de la insurgencia. Las largas filas para votar, al cabo de la cuales se alzaban dedos manchados de tinta violeta, justificaron, en cierto modo, la decisión de derrocar al régimen a pesar de la falta de evidencias sobre sus vínculos con Osama ben Laden y sobre sus armas de destrucción masiva. A pesar, también, de los reparos de las Naciones Unidas y, sobre todo, de la vieja Europa, representada por Francia y Alemania. Bush quiso capitalizar las elecciones de Irak, despejado el cielo de los anunciados nubarrones de violencia que iban a impedirlas. Eran la confirmación del rumbo: amanecía la democracia en los países árabes. Era un sueño. En (leer más)

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El reformatorio

En un suspiro, el huracán Katrina demandó más dinero que la guerra contra Irak. En un suspiro, también, el huracán Bush arrasó con la mayoría de las reformas en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que pretendía su secretario general, Kofi Annan. En un suspiro, a su vez, el huracán Al-Qaeda cometió la peor masacre en Irak desde que estalló la guerra. En un suspiro, pues, tres huracanes chocaron entre sí. Por ellos, la fiesta inolvidable no pudo ser más que la siesta olvidable. Y las reformas en la mole de Manhattan, cuyo fin suelen ignorar sus vecinos norteamericanos, terminaron siendo, a seis décadas de su fundación, apenas un intento fallido. Un capricho de los países de recursos escasos, quizá. Bush, acosado por el huracán Katrina, se cobró de ese modo el vano afán de legitimar la guerra en el Consejo de Seguridad. Más no pudo hacer Annan, acorralado por el resultado desprolijo del programa Petróleo por Alimentos, diseñado por la ONU para Irak. Lapidarias habían sido las conclusiones del comité independiente de investigaciones, (leer más)

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Bush y, más allá, la inundación

Cuatro años después de los atentados terroristas, EE.UU. recibió un huracán de solidaridad a pesar de sus evasivas No, gracias. En boca de George W. Bush, la respuesta a la oferta espontánea de ayuda externa parecía definitiva. Era peligroso aceptarla, como si de Uganda se tratara. Era peligroso por la amenaza terrorista nunca acallada y, a la vez, algo así como un deshonor. La necesidad, empero, tuvo cara de hereje. El país más poderoso del planeta, al cual recurren todos en casos de urgencia, no pudo preservar su cerrazón. O, acaso, su orgullo. No pudo por un indicio concreto: el vicepresidente Dick Cheney, enviado a la zona del desastre, advirtió que era más popular en Bagdad que en Nueva Orleáns. Sólo recibió insultos para él y recuerdos para Bush. Enterado de ello, Bush cambió de opinión: delegó en terceros, como la alianza atlántica (OTAN), la Cruz Roja y el Ejército de Salvación, así como en soldados y en expertos extranjeros, aquello que, según él, no pudo hacer su gobierno por culpa de la burocracia. La (leer más)

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Armas de destrucción más IVA

La reacción tardía tras el paso del huracán y el dolor de la madre de un soldado han acentuado las críticas contra Bush En agosto, las fuerzas norteamericanas desplegadas en Irak sufrieron 74 bajas. Fue el tercer índice más alto desde abril y noviembre de 2004; murieron entonces 126 y 125 soldados, respectivamente. Entre ellos, Casey Sheehan, voluntario de 24 años procedente de una familia de clase media de Vacaville, a mitad de camino entre Sacramento y San Francisco, California. Su madre, Cindy Sheehan, de 48 años, quiso reunirse con George W. Bush. La razón: mi hijo ha muerto por una causa justa, adujo, quiero saber cuál es esa causa justa. No obtuvo respuesta. En vano montó guardia durante más de una semana, bajo los rayos de un sol implacable, a la vera del rancho de Crawford, Texas, en donde el presidente de los Estados Unidos, de vacaciones, recibió en mangas de camisa a los secretarios de Defensa, Donald Rumsfeld, y de Estado, Condoleezza Rice, entre otros. No a ella. Por un derrame cerebral de (leer más)

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La naranja mecánica

El color de los colonos de los asentamientos y de sus seguidores terminó favoreciendo a Sharon en su relación con Bush ESHKELON, Franja de Gaza.– Detrás de la evacuación de los colonos judíos de Franja de Gaza y del norte de Cisjordania hubo una mirada atenta. Cuatro rubricaron la Hoja de Ruta (los Estados Unidos, la Unión Europea, las Naciones Unidas y Rusia) como senda hacia la paz en Medio Oriente, pero uno en particular, George W. Bush, propició en febrero de 2005 los acuerdos en Sharm-el-Sheikh, Egipto, entre el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas. En ellos, tras cuatro años y medio de atentados terroristas y asesinatos selectivos como dinámica permanente, ambas partes pactaron la primera tregua después de la muerte de Yasser Arafat, acaecida tres meses antes. A su regreso a Ramallah, Abbas no tuvo la mejor acogida: el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), renuente a todo trato con Israel, no lanzó fuegos artificiales, sino proyectiles contra los asentamientos judíos de la (leer más)

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Desconexiones

Pese a que el plan fue aprobado por Sharon y el Parlamento, la renuncia de Netanyahu agregó la inevitable cuota política del proceso En 1993, Israel acordó la retirada de la Franja de Gaza y de Cisjordania, de modo de facilitar el diálogo con Palestina. Después, Yitzhak Rabin no se animó: quiso evitar un enfrentamiento con los colonos judíos. En ese año, curiosamente, aumentaron tanto la construcción como la inmigración en los territorios ocupados durante la guerra de 1967, por más que representaran un índice ínfimo en el enjambre palestino. Tenían más valor emotivo, y político, que realista (sobre todo, por el gasto militar que demandaban), pero no dejaban de ser un as en la baraja de las inminentes negociaciones. Eran los días del proceso de paz de Oslo y eran, también, las vísperas del histórico apretón de manos entre Rabin y Yasser Arafat frente a Bill Clinton, juez y parte en el conflicto. La división, llamada desconexión por Ariel Sharon, malograba el anhelo israelí de tener un país más grande, pero facilitaba la creación (leer más)

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Lo peor es enemigo de lo malo

La manipulación orwelliana del lenguaje ha llevado al secretario general de la ONU a pedir una definición del término En prisión, Saddam Hussein acepta mansamente la realidad: el reverendo Jesse Jackson, de filiación demócrata, es el presidente de los Estados Unidos; George W. Bush ha perdido las elecciones en noviembre de 2004. Despojado de todo poder y de toda gloria, así como de todo contacto con el exterior, el tirano pretérito no tiene más alternativa desde diciembre de 2003, cuando fue hallado en el hoyo en el cual estaba oculto, que creer en la palabra de su carcelero norteamericano, Jesse Dawson. O admitirla, al menos, mientras, en la intimidad, se confiesa nostálgico de Ronald Reagan y se muestra dispuesto a hacer las paces con su enemigo, Bush. Entre cuatro paredes, aburridos, ambos departen sobre bueyes perdidos. Tiempo les sobra. Afuera continúa la guerra. Saddam está convencido de que terminó. Y está convencido de que Jackson es, en efecto, el presidente de los Estados Unidos. Dawson había querido gastarle una broma. Pero entre ellos, aislados del (leer más)

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Principio de incertidumbre

Al-Qaeda ha modificado sus mensajes tanto por el impacto de sus actos de barbarie como por las respuestas recibidas Desde el 27 de diciembre de 2004, Al-Qaeda entró en una nueva fase. Pocos advirtieron, sin embargo, que el mensaje de Osama ben Laden fuera serio. O, acaso, que fuera en serio. Sólo representaba, para Tony Blair y George W. Bush, otra amenaza de un criminal que, por sus afanes terroristas, debía ser ignorado. Ciento noventa y un días después (casualmente, el total de muertos en Madrid por los atentados del 11 de marzo), Londres pagó las consecuencias. Y las pagó (casualmente, supongo) el día siete del mes siete, números que coincidían (casualmente, insisto) con los terroristas que, cercados por las fuerzas de seguridad españolas, se inmolaron en un edificio de Leganés; eran, también, siete. En ese mensaje, Ben Laden legitimaba el mandato de su lugarteniente jordano Abu Musab al-Zarqawi en Irak, fijaba en Bagdad la capital del hipotético califato (es decir, la base de la restauración del imperio que pretende dominar con el islam como (leer más)

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Estamos prisioneros, carcelero

En Gran Bretaña, como en los Estados Unidos y en España, Al-Qaeda utilizó la vieja táctica de atacar las caravanas Como extraterrestres o infiltrados, los terroristas adquieren nuestro aspecto, hablan nuestro idioma y comulgan con nuestros valores. Nada, más allá de su ascendencia y su credo, genera desconfianza en ellos. Nada hasta ese día brutal en que, fieles a sus preceptos, cumplen con la orden para la cual se prepararon durante años. La orden que, una vez ejecutada, expresa el odio adquirido, no innato, hacia los Estados Unidos, sus aliados occidentales y los gobiernos árabes que consideran serviles. Odio implantado, digamos, después de dos o tres generaciones en el país al cual inmigraron sus mayores. Por obvio y anunciado que haya sido el desenlace después de los atentados en los Estados Unidos y en España, así como en Arabia Saudita y en Marruecos, ni Tony Blair pudo creer en un primer momento que británicos como él, nacidos y criados en el mismo suelo, integrados en sus comunidades, gente común, hayan cometido el mayor atentado contra (leer más)

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Ojos bien cerrados

Al-Qaeda se atribuyó la masacre, pero nada indica que haya sido la misma que actuó en los Estados Unidos y en España En medio del caos, un intérprete del canal de televisión norteamericano MSNBC notó un error en uno de los versos coránicos citados por los presuntos autores. Esta vez, la Organización Secreta de la Guerra Santa de Al-Qaeda en Europa. Una nueva marca, acaso una nueva sucursal, dentro de las diversas denominaciones que ha ido adquiriendo la red (la Base, su nombre original) desde que el 11 de septiembre de 2001 se convirtió en sinónimo de terrorismo y, cual correlato de ello, terrorismo se convirtió en sinónimo de Al-Qaeda. El error, sin embargo, pasó inadvertido. O no fue tenido en cuenta, excepto por el canal de televisión qatarí Al-Jazeera, vehículo frecuente de los mensajes, de las amenazas y de las ejecuciones de Al-Qaeda, Osama ben Laden y Abu Musab Al-Zarqawi. En su lugar, la revista alemana Der Spiegel difundió por Internet el comunicado en el cual los mentores aparentes de la masacre en Londres (leer más)

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El peor amigo de mi mejor enemigo

Las sospechas sobre el presidente electo de Irán ponen en un aprieto a Bush, jaqueado por Irak y concentrado en Medio Oriente En perspectiva, Irán iba a ser una bomba de tiempo. Una bomba atómica, en realidad. Sobre todo, porque iba a terminar el gobierno reformista de Mohamed Khatami, más allá de las sospechas por su respaldo al terrorismo y por sus instalaciones nucleares. Eran sospechas más fundadas que el arsenal de armas de destrucción masiva en poder de Irak. Pero faltaba mucho para las elecciones, faltaba menos para las legislativas de los Estados Unidos y faltaba nada para derrocar a Saddam Hussein. Faltaba más, señor presidente: gracias a la guerra, la democracia iba a prender en el mundo árabe como cactus en el desierto. Prendió tímidamente. No en forma abrupta, como pretendía George W. Bush. En el ínterin murió Yasser Arafat, Siria debió terminar de apuro la ocupación militar del Líbano a raíz del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri e Israel comenzó a retirarse de la Franja de Gaza. No hubo, sin (leer más)

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Corrupción, mentiras y video

La crisis en el gobierno de Lula viene a ser otro eslabón de la cadena de escándalos que sacuden a menudo a la región Por la compra de voluntades, y de votos, cayó un símbolo de la corrupción: Alberto Fujimori. Por ello y, también, por fraude en las elecciones de 2000, después de haber permitido que Vladimiro Montesinos, jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), triangulara fusiles soviéticos importados de Jordania a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); iban a ser para el ejército peruano, en principio. Los vladivideos, en los cuales legisladores y particulares recibían dólares a cambio de favores, terminaron con su gobierno. Y, por cierto, con sus mentiras. ¿Falló la democracia? No. Definitivamente, no. El hallazgo de las cuentas bancarias secretas de Augusto Pinochet en los Estados Unidos demostró que la corrupción no repara en gobiernos civiles o militares, sino en las tentaciones de los hombres. Acrecentadas por las oportunidades que abrieron las reformas, de las cuales Chile ha sido el pionero. Por esas tentaciones, más presas de los afanes de poder (leer más)

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¿Y dónde está el piloto?

La resolución transitoria del conflicto no da certezas sobre el futuro, acosado por el fantasma de la ingobernabilidad Más allá de su petróleo, Hugo Chávez puso énfasis desde el comienzo de su gestión en un rasgo común con vastos sectores de Venezuela y de la franja andina: ser mestizo. Decía que no lo toleraban por ello. Era un toque distintivo, casi folklórico, respecto de otros presidentes, gracias al cual, repartiendo arepa y compartiendo penurias, iba ganándose la simpatía de quienes se identificaban con él. Ser mestizo era, en definitiva, como ser indígena; algo así como ser marginado a pesar de haber heredado los títulos de propiedad de las naciones originales. En el discurso de Chávez abrevaron varios líderes de movimientos indígenas de Bolivia, Perú y Ecuador, así como aquellos que, al filo de los noventa, empezaron a resumir el estigma de la década en un enemigo común: el neoliberalismo, pregonado por los Estados Unidos. Apareció entre ellos un tal Evo Morales, líder cocalero que, a diferencia del presidente peruano Alejandro Toledo, de tez tan cobriza (leer más)

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Dime que no

Francia y Holanda, más allá de las banderías políticas, coincidieron en emitir un poderoso mensaje a sus dirigentes Tomen nota, muchachos: la gente habla un idioma y ustedes hablan otro. O un dialecto. Si no, el proceso de ratificación de la Constitución europea hubiera sido un aburrido trámite administrativo de compilación de tratados en lugar de la sangría, y la jauría, en la cual terminó en dos de los seis países fundadores de la Unión: Francia y Holanda. En ambos casos, los costos políticos excedieron ampliamente los beneficios de inventario. Detrás del non francés y del nee holandés afloraron los miedos (en especial, el miedo a la virtual incorporación de un país tan extraño a Europa como Turquía) y, con ellos, los discursos xenófobos de una dirigencia rancia que, en su afán de asustar a la gente con la pérdida de la identidad y de la soberanía, no ha reparado en el presupuesto de violencia. Sobre todo, en un continente marcado desde los atentados de Atocha. En medio siglo de integración, la Unión Europea sufrió (leer más)