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La propaganda del siglo XXI

Umberto Eco llamó populismo mediático a una rutina de Silvio Berlusconi cuando estaba al frente del gobierno de Italia: anunciaba sus proyectos por televisión para evaluarlos en sondeos de opinión antes de enviarlos al Congreso. Con esa fórmula se ahorraba el disgusto de un rechazo, así como una muestra de debilidad política. Berlusconi, dueño de un imperio de medios de comunicación, movía los hilos a su antojo e inspiró a autócratas de derecha y de izquierda. En América Latina, Hugo Chávez fue un poco más allá con su Aló Presidente. En el programa, emitido por la televisión estatal de Venezuela, tendió un puente hacia la gente. Logró su cometido: concentrar a los otros poderes del Estado en un puño, el suyo, base del desteñido socialismo del siglo XXI. Hablaba, cantaba, hablaba, protestaba, hablaba, reía, hablaba, hablaba y hablaba durante tres horas o más. Prescindía de ese modo de situaciones incómodas en terrenos peligrosos en los cuales no se sentía el dueño de la palabra. En breves intervalos, rodeado de guardaespaldas, picoteaba su plato favorito, arepas (leer más)

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Otro asalto a la democracia

A dos años y dos días del asalto del Congreso de los Estados Unidos por seguidores de Donald Trump que no aceptaron la derrota en las elecciones de 2020, miles de partidarios de Jair Bolsonaro invadieron y destrozaron las sedes de los tres poderes de Brasil en rechazo al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Una turba descontrolada arribó a la capital en decenas de ómnibus previamente contratados con el fin de deslegitimar la victoria de Lula en la segunda vuelta de las presidenciales del 30 de octubre, por ajustada que haya sido. Contó con la pasividad de la Policía Militar de Brasilia. Los ataques contra el Congreso, el Palacio de Planalto y el Supremo Tribunal Federal tuvieron como objetivo exigir una intervención militar para echar a Lula, presidente por tercera vez desde el 1 de enero. ¿Fue un conato de golpe de Estado, un acto terrorista o una insurrección? Los facciosos marcharon desde el Cuartel General del Ejército, donde permanecían acampados, a nueve kilómetros de la Plaza de los Tres Poderes, ideada por (leer más)

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La fisura de Brasil

Exactamente 20 años después de su primera investidura, Luiz Inácio Lula da Silva asumió por tercera vez la presidencia de Brasil. De 2003 a 2023, mucha agua corrió bajo el puente en un país cada vez más polarizado. El presidente saliente, Jair Bolsonaro, partió rumbo a Estados Unidos. Nunca reconoció la derrota, al mejor estilo Donald Trump. El vicepresidente, Hamilton Mourao, tampoco participó de la ceremonia. En 1985 ocurrió lo mismo: Joao Figueiredo, el último mandatario de la dictadura militar, se rehusó a colocarle la banda a José Sarney. ¿Berrinches de militares sumidos en la Guerra Fría o falta de respeto a las instituciones de la república? El manual del mal perdedor, del cual puede dar cátedra Cristina Kirchner en Argentina al negarse a transferirle el mando a Mauricio Macri en 2015, incluye la presunción fraude, que no existió, y la equiparación entre dictadores y demócratas. Las sociedades fisuradas, inclusive entre amigos y parientes, necesitan la reconciliación de sus líderes para reconciliarse a sí mismas en lugar de los pataleos improcedentes en beneficio propio. Que (leer más)

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La ficción, la realidad y el Perú

Cuenta el filósofo esloveno Slavoj Žižek que circula un dicho entre los corresponsales en América Latina que demuestra su veracidad en cada ciclo electoral: en la región conviven la ficción, la realidad y, cual categoría en sí mismo, el Perú. Caja de resonancia de una incesante sucesión de presidentes depuestos y de una fenomenal impopularidad de los políticos. El país de Mario Vargas Llosa tiene por primera vez una presidenta, Dina Boluarte, después de la destitución de Pedro Castillo por permanente incapacidad moral. Era un sinónimo de locura. Pasó a ser la metáfora de un flagelo que no respeta fronteras: la corrupción. Castillo batió un récord. En un año, cuatro meses y siete días de gestión, entre el 28 de julio de 2021 y el 7 de diciembre de 2022, hizo más de 17 cambios de gabinete. En números redondos: juraron más de 70 ministros. Ninguno le dio resultado. Y, al final, fracasó en su intento de disolver el Congreso, al estilo de Alberto Fujimori en 1992, para evitar la tercera moción de vacancia (juicio (leer más)

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El experimento de Italia

Después de 67 gobiernos en 76 años y de 11 en las últimas dos décadas, Italia se apresta a renovar la estantería con un nuevo gobierno centrado en una figura en ascenso de la ultraderecha, Giorgia Meloni, la primera mujer en la historia al frente del gobierno. La secundan Matteo Salvini, líder de la Liga, formación que aspira controlar la inmigración irregular y no apoya las sanciones contra Rusia, y el inoxidable Silvio Berlusconi, de 85 años, cabeza de Forza Italia, socio menor del bloque que apuró la caída del primer ministro anterior, Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo. El hombre que salvó el euro no pudo salvar a su propio país del marasmo político. ¿Es un mal endémico o un cambio de época? El euroescepticismo, aplacado por la crisis derivada de la guerra en Ucrania, alteró su libreto. Aborrece a la Unión Europea, pero no quiere sacar los pies del plato. Prefiere modificar el decorado con la recuperación de la soberanía. Esa postura edulcorada le dio crédito electoral a Marine Le Pen, codo (leer más)

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Juegos a dos bandas

En vísperas del encuentro entre Vladimir Putin y Xi Jinping en Samarcanda, capital del antiguo sultanato de Uzbekistán y corazón de Asia, estalló otra guerra. La de Azerbaiyán y Armenia por Nagorno Karabaj. Un desafío para Rusia, garante del cese el fuego acordado después de seis semanas de combates y de 6.500 muertos en 2020. Si bien ninguno de los dos se atribuyó el primer tiro, el presidente azerí, Ilham Aliyev, con el apoyo de su par turco, Recep Tayip Erdogan, aprovechó la ocasión para marcar el terreno y desnudar la debilidad del primer ministro armenio, Nikol Pashinian, asediado en casa por su plan de ceder el territorio en disputa. El precio para Armenia significaría renunciar a un enclave cuyos habitantes consideran propio desde siempre. En especial, desde que terminó la guerra separatista en 1994, más allá de que en los papeles pertenezca a Azerbaiyán. La tregua precaria, tras dos días y más de 200 muertos, no supuso el final de una causa delicada que ambos asocian con la reivindicación de sus derechos. El conflicto (leer más)

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Sentimientos encontrados con Gorbachov

Poco antes del amanecer del siglo XXI, dos mundos convivían en el mundo. El Muro de Berlín separaba al comunismo del capitalismo. Veinte años después de su caída, en 2009, Mikhail Gorbachov grabó un disco romántico en memoria de Raisa Maximovna, su difunta esposa. Había muerto en 1999 mientras recibía tratamiento contra la leucemia en Alemania, reunificada desde 1989 gracias a su marido y al canciller de la región occidental, Helmut Kohl. Gorbachov, el padre de la glasnost (apertura) y de la perestroika (transformación), interpretó siete de los 10 títulos del álbum Canciones para Raisa con el músico ruso Andréi Makarévich. Eran las favoritas de ella. Eran, en su voz cascada, el tributo a 45 años de matrimonio. Esa prueba de amor conmovió más a la gente que su evolución ideológica o las gestiones secretas con el presidente de los Estados Unidos, George Bush, así como con su antecesor, Ronald Reagan, y el papa Juan Pablo II, entre otros, para tumbar el Muro de Berlín, terminar con la Guerra Fría y aventar los fantasmas de (leer más)

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La guerra sin fin

Seis meses y unos días después del comienzo de la guerra en Ucrania, Rusia prevé reforzar sus tropas: Vladimir Putin firmó un decreto para aumentar un 10 por ciento el número de efectivos en 2023. Indicio de la duración indefinida de la operación militar especial, como la llama el Kremlin. Iba a ser relámpago y terminó siendo eterna. En la guerra, incorporada en el ideario colectivo como un tsunami fraticida después de la tormenta pandémica, coexisten la violencia en el frente de 2.400 kilómetros y la normalidad en los cafés de Kiev, como observan los corresponsales extranjeros. Lo usual en todo conflicto: la naturalización como si no hubiera un mañana. “Es una guerra que se libra en trincheras y duelos de artillería, pero definida en gran parte por los caprichos políticos de norteamericanos y europeos, cuya disposición a soportar la inflación y la escasez de energía podría determinar la siguiente etapa”, concluye The New York Times. En apenas medio año, Putin logró acallar a la disidencia interna. Su par ucraniano, Volodymyr Zelensky, optó por reforzar (leer más)

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El nacionalismo goza de buena salud

A velocidad de vértigo, el catalejo del mundo viró de la guerra en Ucrania a la convulsión en China. Más precisamente en Taiwán, donde las maniobras militares con el lanzamiento de misiles ordenadas por el presidente chino, Xi Jinping, después de la controvertida visita a la isla de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, crea zozobra por la posibilidad de una respuesta de la Séptima Flota norteamericana, encabezada por el portaaviones USS Ronald Reagan, mientras realiza operaciones de rutina en el mar de Filipinas. El nacionalismo, causante de las peores tragedias del siglo XX, goza de buena salud, Y existe un peligro. Que se arme la de San Quintín, nombre que responde a la guerra entre las coronas francesa y española en 1557. No está fuera del radar de Estados Unidos y de China en medio de la otra guerra. La de Ucrania, que involucra a Rusia, aupado por China, y a Estados Unidos, espada del gobierno de Volodymyr Zelensky dentro de la OTAN. China actúa a veces en (leer más)

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That’s all, folks!

Boris Johnson era el periodista favorito de la primera ministra Margaret Thatcher. La deslumbró un artículo de su autoría, El Plan Delors para gobernar Europa, publicado en la primera plana de la edición dominical de The DailyTelegraph. Johnson era el corresponsal en Bruselas. Jacques Delors, exdiputado socialista francés en el Parlamento Europeo y exministro de Economía en el primer gobierno de François Mitterrand, presidió la Comisión Europea entre 1985 y 1995. Su plan, según Johnson, era ir más allá del Tratado de Maastricht de 1992 e investir un presidente europeo permanente. ¿Semilla del resentimiento británico hacia el continente, cristalizado en el Brexit? Político se nace, pero, a veces, se hace o, en ocasiones, se deshace. Son las reglas del juego. Thatcher se vio obligada a renunciar el 22 de noviembre de 1990 tras 11 años de gobierno. Había perdido la confianza de los suyos, los conservadores. En una situación similar se encuentra Johnson, primer ministro por el mismo partido desde el 24 de julio de 2019. En apenas 48 horas renunciaron 57 funcionarios. Entre ellos, (leer más)

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Cara de Petro o cruz de Hernández

Los colombianos cortan clavos en la segunda vuelta de las presidenciales. Son elecciones atípicas en un país caracterizado por la alternancia entre liberales y conservadores que, en tiempos disruptivos, ven desde la tercera bandeja, arriba, el duelo entre un senador de izquierda que fue guerrillero del Movimiento 19 de Abril (M-19) y un extravagante empresario de la construcción que, después de haber sido alcalde de Bucaramanga, desplazó al candidato de la elite, Federico Gutiérrez, alias Fico. Fue el colapso de los delfines. En las vísperas, el candidato por la Liga de Gobernantes Anticorrupción, Rodolfo Hernández, puso peros a la decisión del Tribunal Superior de Bogotá de convocar a un debate con su adversario por el Pacto Histórico, Gustavo Petro. Hernández, el ingeniero a secas para los suyos, adujo faltas de respuesta a una solicitud de aclaración sobre las condiciones del debate remitida al Tribunal Superior un día antes. También protestó por las imprecisiones de Petro sobre los pormenores del debate en sí. Si Petro propone renovar la economía a través de una gran expansión de (leer más)

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El doble mensaje de Washington

El virtual boicot a la Cumbre de las Américas de México, Bolivia y los 15 gobiernos de la Comunidad del Caribe (Caricom) por la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua no guarda relación con las concesiones del anfitrión, Joe Biden, a Miguel Díaz-Canel y Nicolás Maduro. Puro discurso para la tribuna doméstica de un lado y del otro del río Bravo con la amenaza de estropear el foro que reúne cada cuatro años a los jefes de Estado del continente desde 1994. Washington no tiene un problema, como Houston, sino 35. Biden excluyó de la lista de invitados a esos tres regímenes por no respetar los cánones democráticos y, punto esencial, por no formar parte de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Cuba, que nunca ha participado del foro, fue expulsada en 1962. Venezuela y Nicaragua se retiraron en 2017 y 2022, respectivamente. En vísperas del cónclave, que se hará del 6 al 10 de junio en Los Ángeles, Biden relajó las sanciones contra Cuba. Restableció los vuelos comerciales más allá de La Habana, (leer más)

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El hijo del dictador y la hija del presidente

El clan Marcos volvió al poder en Filipinas en compañía del clan Duterte. Tal para cual. Ferdinand Marcos, alias Bongbong, hijo y homónimo del difunto dictador pretérito, y Sara Duterte-Carpio, hija del controvertido presidente Rodrigo Duterte, aceitan la consolidación de una autocracia de mano dura y de la impunidad en un archipiélago de casi 70 millones de habitantes. Se trata de la persistencia de la política autoritaria aplicada por Duterte desde 2016 con el pretexto de la mentada guerra contra las drogas. Murieron entre 12.000 y 30.000 personas, según la Corte Penal Internacional (CPI). En ejecuciones sumarias, la mayoría. El regreso del clan Marcos supone una reivindicación después de que el patriarca fuera expulsado en 1986 por la insurrección del Poder Popular. El régimen, de 21 años, dejó 3.257 personas ejecutadas, miles de torturados y unos 10.000 millones de dólares expoliados del erario público. En anécdota quedaron los zapatos de la primera dama, Imelda Marcos, que “no eran 3.000 pares, sino 1600”, aclaró. No tuvo suerte como candidata presidencial en dos ocasiones. Bongbong, condenado en (leer más)

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El apoyo dispar a Ucrania

Vladimir Putin lleva una rama de olivo en un bolsillo. La exhibe frente a los rusos. En el otro bolsillo asoma un nuevo misil balístico intercontinental con capacidad para portar hasta 15 cabezas nucleares. Puede destrozar un territorio equivalente a más del doble de la superficie de la provincia de Buenos Aires o el Estado de Texas completo a 17.000 kilómetros de distancia. Tiene un nombre poco amable: Satán II. Lo exhibe frente al mundo después de haberlo probado al mejor estilo del líder norcoreano Kim Jong-un cual aviso a los detractores de su presunta patriada en Ucrania. El lanzamiento coincidió con los bombardeos en la región del Donbass, limítrofe con Rusia. Frente a los rusos y el mundo, Putin procura reparar dos humillaciones: el fracaso en tomar la capital de Ucrania, Kiev, madre de todas las ciudades rusas, y el hundimiento del Moskva, barco insignia de su flota en el Mar Negro desde el año 2000. También hubo un teléfono descompuesto. En medio del asedio, el Kremlin anunció que había entregado al gobierno de (leer más)

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Los crímenes del soberano

Escribió Juan Bautista Alberdi: la guerra es el crimen de los soberanos. No de los gobiernos ni de los Estados, sino de las personas que ejercen el poder. En el libro El crimen de la guerra, escrito en 1870, Alberdi deja dicho que toda guerra se presume justa porque todo acto soberano o del soberano se presume legal. ¿Es justo presumir que la matanza de civiles en Bucha, así como otras atrocidades cometidas en Ucrania, es un acto legal sólo porque el soberano impartió la orden de exterminio? El soberano deslinda la responsabilidad. Esgrime que se trata de un montaje, de una provocación. Niega la realidad. La expulsión en masa de diplomáticos rusos de la Unión Europea y de muchos de sus países miembros, así como la mayor presión económica, pretendió ser la respuesta inmediata frente a la barbarie. El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, invoca masacres pretéritas en su afán de convencer a parlamentos de distintas latitudes de acusar de crímenes de guerra al soberano, Vladimir Putin. La Corte Penal Internacional (CPI), órgano máximo (leer más)