Demócratas y republicanos tienen un problema: Trump

A un año de su victoria en las presidenciales de Estados Unidos, la polarización se ha acentuado y la grieta entre ambos partidos es cada vez más profunda




Halloween: el primero de Trump en la Casa Blanca | Foto de Keegan Barber (White House)
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WASHINGTON – Como casi todos los demócratas, Dan Restrepo no simpatiza con Donald Trump. Lo sufre. El ex asistente especial del presidente Barack Obama y director para asuntos del hemisferio occidental del Consejo de Seguridad Nacional está preocupado por la crispación social que reina en Estados Unidos. ¿Es culpa de Trump? “No es la causa, sino el síntoma”, confiesa en la sala de reuniones del Center for American Progress, donde trabaja. “Es el síntoma de varios procesos que hemos vivido en los últimos treinta años, desencadenantes del estancamiento económico y de la crisis global de 2008”, abunda en detalles.

Trump confunde el síntoma con un virus. Y lo contagia. En apenas 17 horas despotricó por Twitter contra los senadores John McCain (republicano) y Chuck Schumer (demócrata); el basquetbolista Stephen Curry (Golden State Warriors); la Liga Nacional de Fútbol Americano; el dictador norcoreano Kim Jong-un, e Irán. Eso ocurrió en un día libre. Entre el 1 de enero y el 19 de octubre de 2017 martilló 153 veces las palabras fake news (noticias falsas), según Politifact, organización dedicada a comprobar la veracidad de las declaraciones de políticos. En promedio, según Trump, los medios de comunicación mienten sobre su gobierno cada 48 horas.

De ser cierto, ¿sólo los medios de comunicación mienten? Durante las presidenciales del 8 de noviembre de 2016, que ganó Trump, más de 126 millones de usuarios de Facebook estuvieron expuestos a publicaciones falsas plantadas por agentes rusos, según un informe de esa red social. Sus representantes, al igual que los de Twitter y los de Google, fueron convocados por el Congreso para analizar el papel que desempeñaron en filtrar información relevante que pudo haber influido en la decisión de varios votantes.

Por un carril paralelo corre la investigación especial de Robert Mueller, fiscal encargado de la pesquisa sobre la virtual ayuda de Vladimir Putin a Trump. Sobre Paul Manafort, su ex jefe de la campaña, pesa la imputación de haber canalizado millones de dólares por medio de empresas ficticias en el exterior y de haber usado esos fondos para comprarse autos, inmuebles y trajes. También está involucrado su socio, Rick Gates. Un asesor de política exterior de la campaña de Trump, George Papadopoulos, se declaró culpable de haberle mentido al FBI sobre sus contactos con un profesor ruso vinculado al Kremlin.

«Fake news» o “cacería de brujas”, según Trump, pero despidió a Manafort. Había recibido informes que revelaban que percibió más de 12 millones de dólares en pagos no reportados de Viktor Yanukovich, presidente de Ucrania hasta que se vio forzado a renunciar tras la anexión rusa de Crimea en 2014. Manafort era consultor político del ex presidente Yanukovich, refugiado en Moscú, al amparo de Putin, bajo la mira de las agencias de inteligencia de Estados Unidos por haber lanzado en las presidenciales una campaña encubierta de hackeo y propaganda para dañar a Hillary Clinton, la candidata demócrata.

Un año después de su derrota, siete de cada diez norteamericanos creen que la división política en Estados Unidos es tan grande como la que hubo durante la Guerra de Vietnam, según un sondeo de The Washington Post y la Universidad de Maryland. Gallup revela que el principal problema de los norteamericanos no es la economía, sino Trump. Las diferencias son, a su vez, cada vez más profundas entre republicanos y demócratas, señala el Pew Research Center. Los republicanos son un 97 por ciento más conservadores que los demócratas y los demócratas son un 95 por ciento más liberales que los republicanos.

Dos ex presidentes de signos distintos, George W. Bush y Obama, repudiaron al unísono la política de Trump y su visión del mundo. Un hecho inusual. El mismo día, después de guardar silencio durante nueve años uno y durante nueve meses el otro, Bush y Obama censuraron, sobre todo, las provocaciones del presidente contra aquellos que no piensan como él. Los trata como si fueran villanos o, peor aún, traidores. “La intolerancia parece incentivarse”, lanzó la bola Bush en Nueva York. «Si para ganar elecciones debemos dividir a la población, entonces no podremos gobernar», pareció atajarla Obama en Richmond, Virginia.

Ambos partidos están en crisis, como apunta Eugene Robinson en el Post: “Los que invocan a Lincoln enviaron a la Casa Blanca a un burdo ególatra que aumenta cínicamente las inquinas raciales. Hicieron eso, republicanos”. Los del partido de Roosevelt, agrega Robinson, “perdieron las presidenciales frente un hombre que nunca había sido elegido para un cargo público, que calumniaba a los inmigrantes mexicanos, que usaba a los afroamericanos y a los latinos para avivar los sentimientos de agravio entre los blancos y que se jactaba de acosar y de agredir a mujeres al azar. Perdieron con ese tipo, demócratas”. Perdieron todos, en realidad.

Publicado en Télam

Jorge Elías
@JorgeEliasInter



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