Al-Qaeda recicla a los yihadistas

Tras la derrota del Daesh en Irak y Siria, varios de sus miembros se han unido a las filas de la organización de la cual los cabecillas se separaron en 2014




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El mayor atentado en la historia de Somalia, cometido a mediados de octubre por Al-Shabab, filial de Al-Qaeda, coincidió con la derrota del Daesh o ISIS, llamado a sí mismo Estado Islámico, en Siria. La caída de Raqqa, la capital de facto del Daesh en ese país, provocó muchas bajas y una fenomenal dispersión de yihadistas. Los sobrevivientes, impedidos de regresar a sus países de origen por temor a ser arrestados, en especial los europeos, volvieron a las fuentes. Los recibió Al-Qaeda, la organización de la cual el Daesh se divorció en 2014 para ver cumplido el sueño del califato propio.

No resultó casual que Al-Qaeda mostrara músculo en el peor momento del Daesh por medio de su socio Al-Shabab, de raíz sunita con aspiración de crear un califato. En su caso, en el Cuerno de África. La muerte de más de 350 personas en Mogadiscio, la capital de Somalia, como consecuencia de la detonación de bombas ocultas en camiones, demostró que, más allá de las diferencias entre grupos que en el fondo no dejan de ser afines, persiguen el mismo fin: desestabilizar a los gobiernos para someter a la población a un régimen religioso que, en realidad, tiene bases políticas y económicas.

Mientras la coalición liderada por Estados Unidos y las tropas sirias apoyadas por Rusia atacaba el enclave del Daesh en la provincia de Idlib, al noroeste de Siria, una rama insurgente del Al-Qaeda llamada Organismo de Liberación del Levante ayudaba a escapar a los desertores para incorporarlos a sus filas. Entre ellos, divididos por cuestiones teológicas, una facción culpaba de la derrota a Abu Bakr al Bagdadi, alias el califa Ibrahim al Husayni al Qurayshi, fundador del califato en Mosul, Irak, recuperada por el ejército de ese país con el respaldo de los peshmergas (combatientes kurdos).

Iraquíes y kurdos, aliados de Estados Unidos en la guerra contra el Daesh, libraron una batalla entre sí en Kirkuk en respuesta al referéndum independentista celebrado por los kurdos en septiembre, condenado por Irán y Turquía. Irak retomó el control de la ciudad petrolera. El rápido avance de las tropas enviadas por el primer ministro de Irak, Haider al-Abadi, se vio facilitado por la retirada de los combatientes de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), enfrentada con el presidente del Kurdistán iraquí y del Partido Democrático del Kurdistán (PDK), Masud Barzani, líder del separatismo.

Storm, alias Murad

Las fisuras en la coalición fortalecen a una organización descentralizada y pragmática como Al-Qaeda que, en contraste con el Daesh, no necesita dominar un territorio para sembrar el terror. La debilidad del Daesh permite a Al-Qaeda recibir con los brazos abiertos a yihadistas curtidos. Nada es casual. En medio del desbande apareció el hijo del difunto Osama bin Laden, Hamza bin Laden, de 27 años, exigiéndole rectificaciones al Daesh. Lejos de estar acabado, el Daesh delineó en 2016 planes de contingencia para dejar su huella fuera de Medio Oriente. La facilidad para captar lobos solitarios no entrenados mantiene en vilo a Europa.

Reino Unido enfrenta “la amenaza terrorista más severa de la historia”, según el director general de MI5, Andrew Parker, después de los atentados en Westminster, Manchester y el London Bridge. También temen nuevos ataques Francia, Bélgica, Alemania, España, Suecia y Dinamarca. De Dinamarca es Mortem Storm, autor de Mi vida en Al-Qaeda. Un libro raro y entretenido. A los 16 años, Storm era un pandillero de la ciudad portuaria de Korsør. Se convirtió al islam y, tiempo después, terminó militando en Al-Qaeda hasta que lo reclutaron como doble agente los servicios de inteligencia. Entre ellos, la CIA.

En el libro describe una realidad a menudo inadvertida o ignorada. La de las redes de atracción de jóvenes europeos desarraigados por mezquitas con líderes que crean círculos de estudio. Storm viajó a la escuela islámica de Dammaj, Yemen. Quería superar una adolescencia violenta por la cual estuvo en prisión. Adoptó una nueva identidad: Murad (meta o logro, en árabe). En 2006 pensaba combatir en Somalia con la Unión de Tribunales Islámicos, expulsada ese año por las fuerzas etíopes. Sus miembros crearon Al-Shabab al amparo de Al-Qaeda. Una hidra, como la mitológica. Le cortan una de sus cabezas y le brotan dos. O más.

Publicado en Télam

https://www.youtube.com/watch?v=uyF4MIJ-Ec0

Jorge Elías
@JorgeEliasInter