El declive del imperio

La imagen global de los Estados Unidos ha sufrido un fuerte retroceso con Trump, circunstancia que aprovecha Corea del Norte para mostrar músculo con sus misiles




Un misil en el placard: Trump avisa, Kim desoye
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El líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, ha lanzado más misiles en un año que su padre desde que empezaron las pruebas, en 2006, hasta su muerte, en 2011. El último ensayo, con un proyectil balístico intercontinental capaz de alcanzar Alaska, quiso ser «un regalo para los bastardos americanos» en la víspera del Día de la Independencia. Un regalo sin moño. Donald Trump reaccionó vía Twitter como si pensara en voz alta: “¿Este tipo no tiene nada mejor que hacer con su vida?”. Parece que no. Y parece que la respuesta de los Estados Unidos con un ejercicio conjunto con Corea del Sur, probando sus propios misiles por imperio de la fuerza, lejos estuvo de borrarle la sonrisa socarrona al excéntrico Brillante Camarada.

Unos días antes de esta nueva provocación de Kim (y van…), Trump dejó dicho que se le había terminado la paciencia con Corea del Norte. Estaba a su lado, en Washington, el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in. ¿Por qué Kim se anima a desafiar a los Estados Unidos? Del dicho a la virtual represalia no hay más que obstáculos. Corea del Sur (técnicamente en guerra con Corea del Norte por no haber firmado un tratado de paz cuando concluyó el conflicto que dividió a la península en 1953) y Japón son los principales amenazados. Frente a ello, China, sostén de la dinastía Kim, y Rusia condenan los ensayos, pero se resisten a castigar al régimen.

Todo imperio tiene fecha de caducidad. La tuvo Japón después de la Segunda Guerra Mundial, por más que su jefe de Estado siga siendo el único en el mundo que se hace llamar emperador. La tuvo Roma. La tuvieron los europeos. ¿La tiene una república imperial como los Estados Unidos, por más que reúna los requisitos del imperio tradicional? No necesariamente. En coincidencia con los impulsos de Trump en las redes sociales y con sus políticas erráticas, la confianza del planeta en su gobierno roza un discreto 22 por ciento, según un relevamiento realizado en 37 países por el Pew Research Center. En los últimos años de Barack Obama, el promedio de confianza era del 64 por ciento.

En el ranking, el declive de la influencia de los Estados Unidos se acentúa entre sus principales aliados europeos y asiáticos, así como entre sus vecinos México y Canadá. Sólo en dos países ha crecido la marca respecto de los tiempos de Obama: Rusia e Israel. En Argentina, la confianza se desplomó del 40 por ciento con Obama al 13 por ciento con Trump. Se trata, en cierto modo, de un daño colateral. La decisión insólita de renunciar al liderazgo mundial acompañada por la fragmentación interna y por la dificultad para forjar consensos tiene más valor que precio para Kim, tan narcisista como Trump.

Las salidas del tratado comercial transpacífico y del Acuerdo de París sobre el cambio climático, ordenadas por Trump, han contribuido a cimentar el paradójico papel de China como aparente campeón mundial de la globalización con la remozada Ruta de la Seda y otras iniciativas. Son más confiables Angela Merkel, Xi Jinping y Vladimir Putin, en ese orden, según el estudio. A Trump lo ven “arrogante, intolerante e inclusive peligroso”. Desde el 20 de enero, cuando arribó a la Casa Blanca, hasta el 23 de junio dijo o tuiteó 99 falsedades, revela una medulosa recopilación de The New York Times. Dos mentiras cada tres días.

Una medición sobre la admiración, la confianza y la imagen que despiertan los países realizada por The Reputation Institute ubica a los Estados Unidos en el lugar número 38, diez posiciones por debajo de la que ocupaba en 2016 y ocho por debajo de Argentina. La encabeza Canadá, acaso por el carisma de su primer ministro, Justin Trudeau. Cara y ceca con Trump. Otro contraste que Kim aprovecha para despachar misiles como si fueran fuegos artificiales, enseñar las uñas con sus afanes nucleares y sacar músculo con la propaganda dentro de su país, el más hermético del planeta. Total, pocos saben lo que ocurre fuera.

Publicado en Télam

Jorge Elías
@JorgeEliasInter