Trump versus Trump

¿En qué coinciden Obama, Nixon y Reagan? En el amor confeso a sus esposas, vitales en sus carreras políticas, algo que, parece, no ocurre en la actual pareja presidencial




Melania: sonrisa y decepción
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Melania Trump despierta más compasión que afecto. O, quizás, ambos sentimientos a la vez. Sus gestos durante la primera gira internacional de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos dejaron entrever que no se siente cómoda en su papel de primera dama ni, menos aún, en el de esposa. Le rechazó en un par de ocasiones la mano. Lo interpretó Michael D’Antonio, uno de los biógrafos de Trump, como una “muestra de que el presidente y la primera dama están encerrados en una guerra de señales y símbolos”.

Señales y símbolos que disimulan en casa. Ella permanece en Nueva York con el hijo de ambos, Barron, de 10 años de edad, mientras él vive en Washington. Los desplantes de Melania a su marido, captados por las cámaras durante la gira, cobraron vigor con la campaña en las redes #FreeMelania (libertad para Melania). Ella misma había desatado la controversia en enero con un “me gusta” a un tuit del escritor Andy Ostroy. El texto era provocador: «Parece que el único muro que Donald Trump ha construido es el que hay entre él y Melania Trump«. La sonrisa de Melania, el día del juramento de su marido en el Congreso, se desdibujó apenas él se dio vuelta.

Los Obama: tal para cual | Foto de Pete Souza, White House

Los Trump son el día y la noche con varios de sus antecesores, especialmente con los Obama. A veces, dice Michelle, “siento que Barack no me quiere”. Supera esos raptos de desdicha, según le confesó a la revista italiana Chi, cuando habla con él. Entonces, “me siento segura y me doy cuenta de que, en realidad, me adora”.

No fueron los únicos en prodigarse amor. Richard Nixon, presidente desde 1969 hasta que se vio forzado a renunciar por el caso Watergate en 1974, no ahorró piropos para Thelma Catherine Ryan, alias Pat, “mi más querido corazón” y “mi gitana irlandesa”. Le escribía cuando era novios: «Cada día y cada noche quiero verte y estar contigo, pero no tengo sentimientos de posesión egoísta ni celos. Ven el domingo conmigo a un largo paseo; vayamos a las montañas los fines de semana, leamos libros junto a la hoguera y, más que todo, crezcamos juntos para encontrar la felicidad que sabemos que es nuestra».

Nixon era un romántico, más allá de su coraza de acero. Tal vez como Ronald Reagan, flechado por Nancy apenas se conocieron. La llamaba Mommy Poo: “El 14 de febrero es tal vez la fecha en la que ellos celebran el Día de San Valentín, pero eso es para la gente que no tiene sino una ocasión ordinaria. Resulta que yo tengo una vida valentina que comenzó el 4 de marzo de 1952 y continuará mientras yo te tenga. Teniendo en cuenta la importancia de eso para mí, ¿serías tú mi valentina a partir de ahora y para siempre? Como ves, mis opciones son limitadas: yo te amo tanto que deseo una vida valentina o nada”.

Los Trump: cada uno por su lado | Foto de Shealah Craighead, White House

Lejos de los Estados Unidos, en la remota Islandia, el presidente Olafur Ragnar Grimsson, de 56 años de edad, enfrentó en 1999 una crisis que excedía la política y la economía. Se había enamorado de Dorrit Moussaieff, egipcia, nacionalizada británica. El dilema era cómo conciliar las exigencias del cargo con los caprichos de Cupido. Había quedado viudo once meses antes tras dos décadas de matrimonio. Les pidió a los ciudadanos que fueran “indulgentes” y que le dieran tiempo para «poder desarrollar emocionalmente esta nueva relación». Los dejó pasmados con su honestidad. El diario Dagbladet Visir tituló sin medias tintas: “¡Enamorado!”.

Cosas que pasan. Como el acróstico que le regaló Reagan a Nancy un día de la madre. Era un acróstico con la palabra MOMMY: M, por Miseria que no tengo; O, por sÓlo que sin ti yo moriría; M, por lo Mucho que te extraño cuando estamos separados; M, por el Millón de maneras en que te amo, e Y, por ¡Yippie!, estoy muy feliz. Ellas juntas escriben Nancy, “mi esposa, mi amor, mi vida”. La firmó como un simple admirador, pero le dio una pista: “Estoy en la almohada de al lado”. No es el caso de los Trump.

 Jorge Elías
@JorgeEliasInter



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