Getting your Trinity Audio player ready… Que Pinochet haya vuelto, o sido devuelto, a Santiago no significa necesariamente una victoria de la que pueda ufanarse a bastón suelto. Es, quizá, la forma más elegante que encontró el gobierno británico, en aprietos desde que recibió el pedido de extradición de la justicia española, de deshacerse de él. O, tal vez, el broche de un acuerdo político cuyas primeras hilachas comenzaron a vislumbrarse en vísperas de las elecciones presidenciales en las que, después de una primera vuelta reñida, Ricardo Lagos, socialista enrolado en la Concertación, coronó la continuidad que rige en Chile desde el final de la dictadura. El triunfo de Lagos, aunque no sea democristiano como Eduardo Frei y Patricio Alwyn, fue como una figurita repetida en los últimos 10 años frente a un candidato por la derecha, Joaquín Lavín, que renunció a mitad de camino a la causa Pinochet por considerarla perdida. No era negocio, al parecer, insistir con el prócer de otra generación. Situación que, como sucedió desde que Pinochet quedó detenido en Londres, (leer más)
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