Labios compartidos

En respuesta a la introducción de las uniones civiles en Italia, los representantes de los musulmanes exigen la legalización de la poligamia




Cuando tres no son multitud
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Por Jorge Elías

Mensaje va, mensaje viene, una muchacha de Marruecos mantuvo durante cuatro meses un ardiente romance con un novio virtual de Turquía. Lo conoció a través de un chat. La propuesta de matrimonio y de mudanza no se demoró. Ella aceptó, entusiasmada. No sólo aceptó casarse, sino, también, convivir con la esposa de su inminente marido y los once hijos de ambos en una casa modesta y precaria de la terrosa Anatolia. Lejos está de ser un caso único: 200.000 mujeres comparten marido en Turquía a pesar de estar prohibido desde 1926, según la Universidad de Hacettepe.

En Italia, en respuesta a la ley que permite a parejas del mismo sexo ser reconocidas como uniones civiles, Hamza Piccardo, fundador de la Unión de Comunidades Islámicas y Organizaciones (UCOII), argumentó: si las relaciones homosexuales son un derecho civil, los italianos también deberían aceptar la poligamia. El presunto «derecho ciudadano», mal visto por los musulmanes, viene a ser una mera excusa para habilitar la convivencia múltiple.

Los turcos las prefieren marroquíes porque son musulmanas y no necesitan visa para ingresar en su país. En general, los segundos, terceros o cuartos matrimonios suelen concertarse entre familias cuando la primera mujer es estéril o la pareja aún no ha concebido un hijo varón. Se formalizan en ceremonias religiosas oficiadas por imanes. El Estado sólo valida la boda civil. No se trata de algo usual: apenas el cuatro por ciento de los turcos es polígamo. El 89 por ciento de las mujeres opone resistencia a la posibilidad de compartir a sus maridos.

El pintor Paul Gauguin terminó sus días en la Polinesia rodeado de hermosas aborígenes. En Europa, de la cual pretende formar parte Turquía, está prohibida la poligamia. En algunos países se castiga con penas de cárcel. Eso no impide que exista. En Francia, la veda del burka entre las musulmanas derivó en una disyuntiva de mayor calado: el gobierno llegó a debatirse si le quitaba la nacionalidad y le aplicaba una multa a un francés de origen argelino sobre el cual había fundadas sospechas de practicarla en forma disimulada y de defraudar al Estado con las ayudas sociales. Tiene cuatro mujeres y, en total, doce hijos.

En el norte de Ghana, el 29 por ciento de los matrimonios es polígamo. La rivalidad entre cónyuges es tan inevitable como los celos. Quizá por esa razón, el gobierno de Camboya ha hecho un invaluable aporte a la confusión general: cualquier extranjero que quiera casarse con una camboyana debe ser menor de 50 años y tener un salario o un ingreso mensual superior a los 2.500 dólares. Si no, olvídelo. Ellas creen que están vendiéndolas al mejor postor cuando, en realidad, la ley procura que encuentren al candidato ideal.

De la poligamia como motor de la expansión de la humanidad hablan libros sagrados como el Antiguo Testamento y el Mahabharata (menciona la unión de una mujer con varios hombres). La poligamia era usual para combatir el aburrimiento entre los indígenas norteamericanos dakotas, ojibways, mesquakias, shoshones, paiutes, utes, navajos y hochunks. Está permitida entre los musulmanes de la India. El hinduismo no comulga con ella, pero tampoco la rechaza en forma terminante.

El único problema, y vaya si lo es, radica en la convivencia: todos bajo el mismo techo, como el turco con su esposa turca y su esposa marroquí, no ha de ser placentero para nadie. Menos aún para los vecinos, supongo.

Twitter @JorgeEliasInter y @Elinterin
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