Mucho humano, poca humanidad

Como Obama después de la masacre de Orlando, su par francés Hollande abrió el paraguas ante la posibilidad de que el atentado de Niza tenga sello terrorista




Terror en Francia, tercera parte
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Por Jorge Elías

¿En qué se parecen Niza, Francia, y Orlando, Estados Unidos? Son ciudades turísticas. En ambas, con un mes y monedas de diferencia, dos trastornados mataron civiles a mansalva. Lo hicieron, en principio, por cuenta propia, más allá de sus presuntas simpatías o conexiones con grupos jihadistas. Fueron abatidos por las fuerzas de seguridad. Tras los atentados, tanto Barack Obama como François Hollande dejaron entrever que el terrorismo internacional pudo haber estado detrás, quizá con más fundamentos en Francia que en los Estados Unidos.

El autor de la masacre de Niza, Mohamed Lahouaiej Bouhlel, tunecino radicado en Francia, había alquilado el camión con el cual embistió contra la multitud en el paseo marítimo. El de Orlando, Omar Mir Seddique Mateen, norteamericano de origen afgano, juró lealtad al Estado Islámico (EI) poco antes de irrumpir a tiros en la discoteca Pulse, concurrida por latinos y gays. Los orígenes y los nombres de ambos, de ascendencia árabe, despertaron todas las sospechas.

En Francia, el atentado del 14 de julio, Día de la Bastilla, resultó ser el tercero de gran magnitud en un año y medio tras los de noviembre de 2015 contra restaurantes y una sala de conciertos de París (el más mortífero en más de una década) y los de enero de ese año contra el semanario satírico Charlie Hebdo. Fueron reivindicados por el Estado Islámico (EI) y la rama yemení de Al-Qaeda, respectivamente, enfrentados entre sí. En los Estados Unidos también se asomó en un primer momento la sombra del EI, luego disipada.

El uso de un camión contra una multitud, como ocurrió en Niza, no responde al EI, sino a una de las directivas de Al-Qaeda, más allá de que ninguno de esos grupos, ahora rivales, se haya adjudicado el atentado. El segundo número de la revista Inspire, órgano de propaganda de Al-Qaeda, dice: “Les damos a nuestros lectores sugerencias sobre cómo llevar a cabo la jihad individual. Aquí hay una idea de cómo un musulmán podría hacerla. Es una idea sencilla y no requiere mucha preparación… La idea es usar una camioneta como si fuera una cortadora de césped, no para segar la hierba, sino para acribillar a los enemigos de Alá”. Aconseja circular “a la máxima velocidad” y, antes de pisar el acelerador, “estudiar el recorrido”.

El artículo, titulado “La segadora definitiva”, data de 2010. Recomienda cometer el atentado en “los lugares más concurridos”, acaso como el Paseo de los Ingleses, en Niza, mientras miles de personas presenciaban los fuegos artificiales, con “una camioneta o un camión lo más robusto posible”. Y continúa: “Quizá necesites colocarle cuchillos en el frontal. Un set de cuchillos de carnicero puede ser suficiente o también finas hojas de acero. No necesitan estar especialmente afiladas, ya que, con la velocidad del camión en el momento del impacto, atravesarán cualquier hueso fácilmente. Puedes situar las cuchillas tan arriba como quieras, a la altura de los faros, para golpear a tu objetivo en el torso o más arriba”.

La tragedia de Niza sobrevino después de una semana en la cual hubo mucho muerto y poca humanidad en diferentes latitudes. Finalizado el Ramadán (mes sagrado de los musulmanes), la ola de atentados que sacudió Turquía, Bangladesh, Irak, Arabia Saudita, Jordania, el Líbano y Yemen se cobró más de 300 vidas, en su mayoría de musulmanes. El EI, también llamado Daesh o ISIS, puso a los musulmanes contra los musulmanes. Tal vez sea una señal de cambio. El califato instaurado en 2014 por Abu Bakr al Bagdadi, alias Ibrahim, ha perdido casi la mitad de su territorio en Siria y la quinta parte en Irak, donde extrae petróleo y cobra impuestos a los pobladores, a causa de los bombardeos extranjeros y del avance de las tropas nacionales y kurdas.

En la visión sectaria radica la fortaleza del EI, que ahonda la grieta entre los suyos, los musulmanes, con el fin de imponer el credo sunita a la rama minoritaria chiita y, también, a los cristianos. El EI, a diferencia de Al-Qaeda, necesita dominar un territorio para legitimarse. Es su razón de ser. De la red creada por Osama bin Laden se separó porque priorizaba los objetivos internacionales en lugar de asentarse en un sitio determinado, pero finalmente, con el incremento de ataques fuera del califato, adoptó sus tácticas. En dos años ha matado a más de 1.400 personas fuera de Irak y Siria.

La guerra global no respeta fronteras. En su nombre pueden actuar lobos solitarios como el asesino de Orlando o franquicias afiliadas como Jamaat al Muyahidin en Bangladesh, Boko Haram en Nigeria y Ansar Bayt al Maqdis en Egipto. En Siria, el EI pelea contra la sucursal de Al-Qaeda, Al Nusra, así como en Yemen contra Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP). En Europa, acuciada por el arribo masivo de refugiados, maneja una compleja red clandestina de propaganda y reclutamiento compuesta por células dormidas. Son individuos nacidos y criados en sus países que, con un mínimo entrenamiento, están dispuestos a morir matando a sus compatriotas. Operan en Gran Bretaña, Alemania e Italia. En Francia y Bélgica dejaron su huella.

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