Bienaventurados los ricos




La puerta de entrada en Europa
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La desigualdad, el desempleo, el cambio climático, la falta de liderazgo político y el escepticismo ante las medidas económicas son algunos de los retos mundiales para 2014

En tiempos de crisis vale todo y, a su vez, todo vale. Hasta adquirir una ciudadanía extranjera. La de Malta vale 650.000 euros. Está en oferta. Narcos, lavadores de dinero y afines, abstenerse. El programa, impulsado por el primer ministro Joseph Muscat y aprobado por el parlamento, tiene sus ventajas: el derecho de viajar sin trámites fronterizos a los otros 27 miembros de la Unión Europea y el de ir sin visa a 69 países, así como el de disponer de un espacio para atracar el yate. De las siete islas que forman Malta, esparcidas en el mar Mediterráneo a 80 kilómetros al sur de Sicilia, sólo tres están pobladas: la homónima, Gozo y Comino.

Con menos de 450.000 habitantes, la densidad de población de Malta es la más alta de la Unión Europea: 1.431 personas por kilómetro cuadrado. Hay espacio para todos, igualmente. Sus autoridades se jactan de haber seducido con el programa de ciudadanía a un ex campeón de Fórmula 1, un futbolista sudamericano, un multimillonario chino, una estrella del pop internacional, un miembro de una familia real del Golfo Pérsico y un magnate de la prensa de los Estados Unidos. Nada mal, excepto para otros gobiernos europeos que lamentan la ausencia de una política de inmigración común y, sobre todo, el doble rasero con los extranjeros.

Mientras decenas de inmigrantes procedentes de África no logran pisar tierra firme en Lampedusa, Italia, o superar la valla de Ceuta, España, Malta abre los brazos a los ricos y, en forma implícita, repele a los pobres. No es el primero ni el único. En España, los extranjeros no comunitarios pueden obtener el permiso de residencia si invierten en una propiedad algo así como un cuarto de millón de euros. En Portugal, lo mismo o, si no, deben invertir un millón de euros en una actividad lucrativa o montar un negocio que cree al menos 30 puestos de trabajo.

En Irlanda, hasta 2001 había que invertir en lo que fuere para obtener el pasaporte. En Chipre, tres millones de euros bastan para ser europeo. En Hungría, la compra de bonos estatales facilita el papeleo. En Austria, el gobierno puede concederle a alguien la ciudadanía “a causa de un comportamiento extraordinario actual o futuro a favor de la república”, como ocurrió con un hotelero saudita y una artista rusa. En Bélgica, todo también está sujeto a una buena inversión. Y así vamos, apiadándonos de unos y expulsando a los otros o, en buen romance, a Dios rogando y con el mazo dando. Amén.



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