La verdad tiene dueño




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En vísperas de las presidenciales de Venezuela, previstas para el 7 de octubre, Hugo Chávez (@chavezcandanga) y su rival, Henrique Capriles (@hcapriles), se sacan chispas en 140 caracteres. Es el máximo por mensaje que admite la red social Twitter, popularizada en el ámbito político por Barack Obama (@BarackObama), el primer líder mundial que se creó una cuenta. Fue el 5 de marzo de 2007. Poco después, el ahora presidente electo de México, Enrique Peña Nieto (@EPN), estrenó la suya, pero lejos está de alcanzar a su futuro par de los Estados Unidos en la cantidad de seguidores: poco menos de un millón contra casi 18 millones.

Ni Twitter ni otras redes sociales promovieron la Toma de la Bastilla o la Revolución Rusa, pero su uso se ha difundido tanto que un tercio de los líderes mundiales apela ahora a esa vía de comunicación para difundir actos y proclamas, según el estudio Twiplomacy, de Burson-Masteller, que analiza 264 cuentas de gobiernos de 125 países. No siempre son los mandatarios sus autores, excepto el presidente español, Mariano Rajoy (@marianorajoy), cuando firma MR desde su iPad, y Obama. Unos de los suyos, emitido el 9 de mayo, dice: “Las parejas del mismo sexo deberían poder casarse”. Resultó ser uno de los más populares, retwitteado 62.047 veces.

Los políticos a menudo descubren Twitter durante las campañas y, una vez elegidos, dejan de usarla. Son los casos de los presidentes de Brasil, Dilma Rousseff (@DilmaBR) y de Francia, François Hollande (@FHollande). Otros insisten a riesgo de meter la pata. El presidente chileno, Sebastián Piñera (@sebastianpinera), confundió el nombre de la capital de Brasil: “Llegando Brasilea cambio de mando Lula-Dilma”. Stop. Era Brasilia. Otra vez puso extranjero con ge: «Firme y Claro: Promoveremos con fuerza y entusiasmo inscripción automática, voto voluntario y voto Chilenos en extrangero con vínculos – Chile». Lo corrigió, con jota, tres veces.

No mejor le ha ido al ex presidente mexicano Vicente Fox (@VicenteFoxQue) al felicitar a Mario Vargas Llosa por el premio Nobel de Literatura: “Felicidades Mario, ¡la hiciste! Ya son tres, Borges, Paz y tú”. Borges nunca ha sido galardonado y, a su vez, seis escritores latinoamericanos, no tres, obtuvieron la preciada distinción: Gabriela Mistral (Chile, 1945), Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1967), Pablo Neruda (Chile, 1971), Gabriel García Márquez (Colombia, 1982), Octavio Paz (México, 1990) y Vargas Llosa (Perú, 2010).

Por fortuna, el actual presidente de México, Felipe Calderón (@presidente_FCH), vino a poner las cosas en su lugar: “Por disposición constitucional ahora el informe se envía por escrito al Congreso. Yo daré un mensaje abusivo al mismo mañana por la mañana”. Era alusivo, no abusivo, pero de haberlo redactado como correspondía corría el riesgo de no ser retwitteado hasta el cansancio y quedar lejos de @chavezcandanga, orgulloso cuando alcanzó dos millones de seguidores: «Epa, llegamos a 2 millones! Y pa’lante va Chavezcandanga!». Eso, pa’lante: ya supera los 3.250.000.

Más de un cuarto de los líderes y gobiernos del planeta sigue a Obama, pero él sólo actúa en reciprocidad con el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg (@jensstoltenberg), y el ruso, Dimitri Medvedev (@MedvedevRussiaE). El mejor conectado es el presidente de la Unión Europea, Herman Van Rompuy (@euHvR): sigue a 11 mandatarios. En América, el 80 por ciento de los gobernantes se mantiene activo en la red social. El ex presidente colombiano Álvaro Uribe (@AlvaroUribeVel), con más de 1.300.000 seguidores, no pierde un segundo en usarla: ha tildado de “derrochador” a su sucesor, Juan Manuel Santos (@JuanManSantos), y de “asesino” a @chavezcandanga.

En una visita reciente a Buenos Aires me contó que se pasó las ocho horas de vuelo desde Bogotá redactando arengas y respuestas en defensa del legado de su gobierno. Lo hace personalmente a diferencia de otros, confiados en grupos de trabajo que deben resumir en el escueto espacio desde propuestas hasta réplicas contra eventuales detractores. De sentirse molesto con una columna de opinión, por ejemplo, @AlvaroUribeVel no vacila en criticarla. De gustarle, no duda en elogiarla. Otros bloquean a sus ofensores.

Con más de 500 millones de usuarios, el pajarito azul ha volado más alto de lo previsto. Le adjudican desde la Primavera Árabe hasta la rebelión de los indignados. Desde la computadora o el iPhone, soslayando los códigos gestuales expuestos en la serie televisiva Lie To Me (Miénteme), un político puede rascarse el mentón, cubrirse la boca, tocarse las cejas o sudar la gota gorda sin despertar sospechas en su legión de seguidores. Si el medio es el mensaje, como dejó dicho Marshal Mc Luhan, el mensaje prescinde del canal tradicional para ser transmitido. Por un rato, cualquiera con cuenta en Twitter se siente el dueño de la verdad. Es el sueño de todo político.



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