América del Sur encabeza el rearme mundial




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Entre 2007 y 2011, Venezuela y Chile resultaron ser los mayores compradores de armas de América del Sur: acapararon el 61 por ciento de las importaciones regionales. Brasil, a su vez, firmó suculentos contratos de importaciones de armas de origen francés e italiano, razón por la cual pronto encabezará la lista. ¿Por qué el continente que menos daño les ha hecho a los otros y más daño se ha hecho a sí mismo se pertrecha como si estuviera en guerra? Es otra consecuencia de la crisis global: las transacciones mundiales en este rubro aumentaron un 24 por ciento en los últimos años, durante los cuales la región gozó de bonanza gracias al precio en alza de las materias primas.

Sólo Venezuela, en medio del rifirrafe de Hugo Chávez con el ex presidente colombiano Álvaro Uribe por las sospechas sobre la presencia en su territorio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), incrementó sus compras un 555 por ciento en apenas cinco años, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz (SIPRI), de Estocolmo. En ese período, América del Sur subió su presupuesto militar un 5,8 por ciento y, en el polo opuesto, Europa lo retrajo un 2,8 por ciento. A las armas, más allá de todo, siempre las carga el diablo: en su momento, las desviadas desde Perú hacia las FARC derivaron en la estrepitosa caída del gobierno de Alberto Fujimori.

El menor impacto de la crisis, así como el ascenso de Brasil en el concierto internacional y la persistencia de conflictos puntuales como el colombiano con las FARC y el peruano con Sendero Luminoso, han llevado a las nubes la inversión sudamericana en armas. Son, en total, 63.000 millones de dólares, poco menos que Francia y poco más que el Reino Unido. Ambos países van a la vanguardia entre los exportadores: con los Estados Unidos, Rusia y Alemania redondearon entre 2007 y 2011 el 75 por ciento de las ventas mundiales. Los Estados Unidos, cuyos mejores clientes son Corea del Sur, Australia y los Emiratos Árabes, capitalizaron el 30 por ciento de las operaciones.

Entre los compradores, la India mantuvo el liderazgo por delante de Corea del Sur, Pakistán, China y Singapur. Curiosamente, Alemania desbancó a Francia del tercer puesto entre los vendedores, con un aumento del 37 por ciento, colocando sus armas en el país al cual la Unión Europea, con la canciller Angela Merkel a la cabeza, procura salvar ahora del default (cesación de pagos): Grecia.

En coincidencia con las revueltas árabes, otro gran exportador, Rusia, tiene sus razones para resistirse a una intervención internacional en el baño de sangre de Siria: el 72 por ciento de sus ventas de sistemas de defensa antiaéreos, aviones, barcos y sensores tuvieron ese destino, donde el gasto creció un 580 por ciento en cinco años.

La carrera armamentista no encuentra obstáculos en el camino. El planeta, acechado por la inflación, el desabastecimiento, los calores, las inundaciones,  los tsunamis y otras catástrofes, produce un diez por ciento más de los alimentos que consume. En el reparto, pocos reciben mucho y muchos reciben poco. En una década, el gasto militar del planeta trepó un 45 por ciento. Un ciclo económico positivo como el experimentado por América del Sur no justifica el rearme al extremo de haber sido el más notorio del mundo, más allá de las voluntades que, como ocurre con Rusia y Siria, puedan incorporarse como valor agregado de los contratos.

En América latina ha cobrado impulso el empleo de las fuerzas armadas en asuntos que desbordan a las policiales, como la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Antes estaba vedada por las amenazas de golpes militares. Era aceptada a regañadientes en países en conflictos añosos, como Colombia y Perú. Esa tendencia, adoptada por México, Guatemala y Honduras, ha dejado de ser tabú. El gobierno brasileño movilizó a sus tropas para desalojar favelas y paliar huelgas policiales mientras, a la inversa, Chile debate la reforma de la ley secreta del cobre, por la cual las fuerzas armadas disponen del 10 por ciento de las exportaciones de ese metal para requiparse.

Las Naciones Unidas, con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, se propusieron erradicar la pobreza extrema y el hambre en 2015. Difícilmente puedan lograrlo. Si el planeta interrumpiera por un año el gasto militar, cada uno de sus 7.000 millones de habitantes se ahorraría algo así como 200 dólares. Ese monto, irrisorio para unos, astronómico para otros, equivalente en conjunto al 2,5 del producto bruto interno mundial. Supone 190 veces más que la ayuda pedida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para paliar la hambruna de la séptima parte de la humanidad. Lástima que otros gastos sean prioritarios.



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