Corea deja de jugar con fuego




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En 2007, a sus 65 años, Kim Jong-il concedió a la población de Corea del Norte, por primera vez en su historia, cinco días de vacaciones en honor a sí mismo y a su difunto padre,Kim Il-sung. En un colosal derroche de generosidad, El Querido Líder hizo repartir a cada familia, en el día de su cumpleaños, medio litro de aceite, un kilo de azúcar, cinco huevos y una botella de licor al son de la marcha “Mi felicidad está en el pecho del respetado general”. El país más cerrado del planeta, varado en el comunismo, dilapida un tercio del presupuesto en gastos militares. El sustento de sus 24 millones de habitantes depende de la caridad ajena.

En Corea del Norte rige la Idea Juche, mezcla de nacionalismo y estalinismo enhebrada como una filosofía patriótica que sojuzga las mentes y los corazones de su gente, condenada a la hambruna.Kim Jong-il, aupado como su padre y su hijo por China, se pavoneaba en el regalo que se hizo a sí mismo: un Mercedes Benz con la matrícula 2-16 (por su fecha imprecisa de nacimiento, el 16 de febrero de 1942, en la aldea siberiana de Vyatskoye). No ahorraba un céntimo en sus festines de langosta, vino francés y coñac.

El Querido Líder falleció el 17 de diciembre de 2011. No era el presidente; tampoco lo es su hijo, Kim Jong-un. El régimen reconoce como presidente eterno a Kim Il-sung, muerto en 1994. Es el único que puede ocupar el cargo. A su vez, el país sigue en guerra contra Corea del Sur. El conflicto, por el cual se dividió la península, dejó dos millones de muertos entre 1950 y 1953. Ambas partes firmaron un armisticio, no la paz. Las Naciones Unidas mantienen la tregua en la frontera, enclavada en el paralelo 38. La llaman zona desmilitarizada. Es un eufemismo, como el nombre oficial: República Democrática de Corea.

El nuevo líder, apodado El Brillante Camarada, acepta ahora recibir ayuda alimentaria de los Estados Unidos a cambio de suspender su programa nuclear y permitir el ingreso de inspectores internacionales. Enhorabuena. Traducido: detiene su carrera de enriquecimiento de uranio, en la cual también está embarcado Irán, y deja de probar misiles de largo alcance. ¿Qué tan fiable es el propósito de Kim Jong-un de fundar “una atmósfera positiva” con el gobierno de Barack Obama? Se trata, según la secretaria de Estado, Hillary Clinton, de “un modesto primer paso en la dirección correcta”. Es para tomarlo con pinzas.

Cual muestra de las contradicciones de Corea del Norte, las dos veces que estuve en la frontera desmilitarizada con Corea del Sur, en diferentes años y circunstancias, había más soldados que civiles. En Panmunjom, nombre del área, las bases de las Naciones Unidas están separadas por nacionalidades. Reinan la desconfianza y la mentira. Los norteamericanos alardean con su contingente. Los surcoreanos se ríen: “La cantidad es un secreto militar –repuso el teniente primero Lee Kyung-soo–. Te aseguro que tenemos un soldado más”.

En 1998, Corea del Norte probó el misil balístico Taepodong 2 contra la mayor isla japonesa. En ese momento, Japón dejó de lado la actitud pacífica adoptada después de Hiroshima y Nagasaki. Kim Jong-il había violado el acuerdo por el cual su padre se comprometía a cerrar los reactores nucleares y el centro de reprocesamiento de plutonio de Yongbion a cambio de petróleo y de dos reactores nucleares de agua ligera para producir electricidad, inservibles para uso militar. El acuerdo había sido firmado en 1994.

Ese año murió de un infarto Kim Il-sung. Su hijo, El Querido Líder, tejió una relación débil con el presidente Bill Clinton, más allá de su exacerbada pasión por Hollywood y otras bondades occidentales. Cada escalón que subía en sus ensayos nucleares coincidía con el agravamiento económico del país. George W. Bush decidió cerrarle el grifo en 2003, un año después de haberlo incluido en el «eje del mal» con Irán e Irak. Corea del Norte no recibió más petróleo por haber violado el Tratado de No Proliferación. Los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica debieron retirarse.

El régimen gozó desde entonces de impunidad absoluta para fabricar armas y, peor aún, probarlas. A finales de 2005, Japón aligeró la prohibición de permitirle recibir remesas del exterior, alentada por los Estados Unidos ante la posibilidad de que provinieran de terroristas. No alcanzó. En 2006, un submarino norcoreano hundió con un torpedo a la corbeta surcoreana Cheonan, con 46 marineros a bordo.

Tras la proclamación del menor de sus tres hijos como su delfín el mágico día 10 del mes 10 del año 2010, El Querido Líder ordenó atacar la disputada isla surcoreana de Yeonpyeong; murieron dos soldados y dos civiles. Fue la primera agresión contra la población civil surcoreana desde el derribo de un avión de Korean Air, en 1987, y el primer bombardeo en ese suelo desde el armisticio de 1953. Esa bravuconada estuvo a punto de refutar la fórmula de “la paciencia estratégica” impulsada por el gobierno de Obama en las negociaciones a seis bandas entre Corea del Norte, los Estados Unidos, China, Rusia, Corea del Sur y Japón.

La ristra de contradicciones lleva a condicionar la entrega de las 240.000 toneladas de alimentos pactada con los Estados Unidos. Está sujeta, como dejó dicho la secretaria Clinton, al comportamiento de su nuevo líder, enigmático como su padre, presuntuoso como su abuelo, errático como su país.



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