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Tras su triunfo, Humala se acerca más a Lula que a Chávez

El efecto Pigmalión supone, entre otras acepciones, que uno actúa a partir de las expectativas ajenas. Puede criar alas o crear dudas. ¿Hasta qué punto se altera nuestro comportamiento por las creencias de los demás? ¿Esas creencias, de ser favorables, son capaces de hacernos llegar más lejos de lo que nos imaginamos? Y si llegamos tan lejos, ¿es posible que cambiemos tanto que no nos reconozcamos frente al espejo? Cada uno responde en ocasiones a aquello que los otros esperan. ¿Es lo que ha hecho Ollanta Humala para atenuar el impacto negativo en el mercado tras su ajustada victoria en la definición de las presidenciales de Perú frente a Keiko Fujimori?

La suspensión temporal de las operaciones de la Bolsa de Valores de Lima, tras una abrupta caída en la apertura, dejó constancia el lunes, un día después de las elecciones, del aparente temor de un sector de la economía ante un mayor intervencionismo estatal. Perú, a pesar de los escasos índices de popularidad de Alan García, ha crecido a tasas chinas en los últimos años. Entre 2005 y 2010, el ingreso bruto per cápita aumentó un 82 por ciento; en la década, la pobreza cayó a la mitad. ¿Por qué entonces ganó Humala, aparentemente más cercano a Hugo Chávez, del cual parecía un gendarme cuando perdió frente al actual presidente en 2006, que a Lula, adoptado en esta campaña como modelo?

En el curioso duelo entre Humala y Fujimori, la mayoría de los peruanos parecía más interesada en la derrota de uno que en el triunfo de la otra. Eran las “elecciones del miedo”. O, como se atrevió a definirlas Mario Vargas Llosa después de haber apoyado al ex presidente Alejandro Toledo, la opción entre “el sida y el cáncer”.

Luego apostó al ganador, quizá por haber sido derrotado él mismo, en 1990, por el padre de Keiko, ahora en prisión por los delitos de lesa humanidad y corrupción que cometió durante sus 10 años largos de gobierno. En el trance, acaso para contentarse, el premio Nobel de Literatura depositó su confianza en la decisión de Humala de adoptar la línea de Lula en desmedro la trazada por Chávez.

¿Influyó el efecto Pigmalión? En su Metamorfosis, Ovidio recrea el mito del rey de Chipre con ese nombre que, por ser un hábil escultor, se inspira en la bella Galatea para hacer una estatua de la cual se enamora perdidamente. Les pide a los dioses que cobre vida. Le concede ese deseo Venus. La leyenda resume ese proceso en el cual son tan grandes las expectativas de una persona en la otra que la otra termina confirmándolas.

En la peculiar campaña peruana, ambos candidatos apelaron a la amnesia del electorado. Humala quiso borrar su vano intento de ser presidente y su respaldo a un conato de golpe de Estado, algo que en Venezuela también había hecho Chávez, de formación militar y tendencia izquierdista como él; Fujimori quiso borrar el vergonzoso legado de su padre. La pronunciada grieta abierta entre los dos, más ligada a rasgos individuales que ideológicos, marcó la polarización. La ausencia de partidos tradicionales, empezando por el oficialista APRA, resultó ser el indicio de una crisis que, como en otros países de la región, no se resuelve sólo con líderes de movimientos unipersonales.

Los peruanos confiaron más en Humala que en Fujimori y los otros candidatos. ¿Creyeron en su mayoría, por obra del efecto Pigmalión, en su virtual conversión al modelo de Lula tras haber abrevado en las fuentes de Chávez? El modelo de Lula, trasladado a Brasil, consiste en ganarse el afecto de los trabajadores sin necesidad de pelearse con los empresarios. Es el que adoptó José “Pepe” Mujica. Sobre el presidente uruguayo también pesaban temores por su pasado tupamaro, así como sobre el presidente de El Salvador, Mauricio Funes, por haber sido miembro del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, ahora partido político. No desentonaron.

En su momento, después de haber sido acusado de la hiperinflación de su primer período de gobierno en los ochenta, el actual presidente García tampoco era un dechado de virtudes. En este gobierno, la caída de la pobreza no frenó la desigualdad. Otros males son añejos. Entre 1980 y 2000, Sendero Luminoso causó 70.000 bajas entre muertos y desaparecidos. En la víspera de estas elecciones dejó su macabra huella en una emboscada que provocó cinco muertes. En los últimos años ha crecido el tráfico de cocaína.

En Humala no sólo prima aquello que aprecian los peruanos de él, sino, también, lo que él mismo espera de ellos, así como de los presidentes de la región que visita en estos días. La sintonía de Lula con un Brasil vigoroso es más fácil de captar que la de Chávez con su retórica contra el imperialismo “pitiyanqui”, al menos para recomponer la Comunidad Andina de Naciones, resquebrajada por la deserción de Venezuela; fortalecer la Unión Suramericana de Naciones (Unasur), y mostrarse conciliador con los Estados Unidos. El efecto Pigmalión nunca depende de uno solo; hasta el rey que tenía ese nombre necesitó el favor de los dioses.



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