Prohibido el paso




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La severa ley de Arizona para combatir la inmigración ilegal altera la agenda de EE.UU.

Lo que son las cosas: en el primer año de gobierno de Barack Obama son expulsados de los Estados Unidos más extranjeros que en el último de George W. Bush. No se trata de un endurecimiento de la política de deportación de ilegales, plasmada en la valla frente a México que manda levantar Bush con la venia del Capitolio. Se trata de un pecado de omisión de Obama: no cumple en tiempo y forma con la reforma migratoria, demorada por las reformas sanitaria y financiera. Entre 2008 y 2009, la legión de extranjeros echados del país trepa de 264.503 a 387.790. Cual broche, la gobernadora de Arizona, Jan Brewer, refuerza ahora la valla con una ley tan odiosa como la valla misma.

Es la “ley de barrios seguros y apoyo a las fuerzas del orden”. Permite a la policía detener a cualquiera por “sospechas razonables” de no tener los papeles en regla; de comprobarlo, el pobre infeliz pasará a ser un delincuente. Por la mentada ley, reflejo de una burda intolerancia, todo el mundo recuerda ahora que Arizona es uno de los Estados que más se ha resistido a declarar feriado el natalicio de Martin Luther King Jr., que sus condenas carcelarias son las más duras del país y que el alguacil de uno de sus condados es tan cruel que obliga a los reos a usar calzoncillos rosas para degradarlos. Obama no tiene alternativa: se ve obligado a apurar la reforma migratoria.

La gobernadora Brewer es republicana como Bush. Lo es, también, Pete Wilson, gobernador de California en 1994: cobra entonces notoriedad por respaldar la infortunada proposición 187. Por ella, los ilegales y sus hijos no reciben no reciben servicios médicos ni educación pública. Un año antes, Bill Clinton autoriza el despliegue de policías en El Paso, Texas, para disuadir a quienes se aventuran desde México. Crece el número de detenciones en Tucson, Arizona.

En Ciudad Juárez, separada de El Paso por un puente, hay 4324 asesinatos en tres años; es uno de los enclaves más peligrosos del mundo. Las confusas imágenes del crimen y la corrupción de un lado y la ley y el orden del otro ahondan las diferencias entre ambas orillas del río Bravo. Nadie nadie emigra por placer. Menos aún en esas condiciones. En los Estados Unidos viven en situación irregular 12 millones de personas; son 450.000 sólo en Arizona.

La inmigración no es un problema de los republicanos o los demócratas ni es un fenómeno exclusivo del país. En Italia estallan ahora los peores disturbios raciales desde la Segunda Guerra Mundial. El líder conservador británico, David Cameron, se propone desalentar la mano de obra de otros países si resulta elegido primer ministro. Nicolas Sarkozy ausculta la identidad francesa, amenaza con crear una “zona de espera” para los recién llegados y, como en Bélgica, pretende prohibir el burka (velo) entre las musulmanas. En Suiza no se pueden construir más minaretes. No es casual el vuelco en las elecciones de Europa del Este hacia partidos ultras, familiarizados con el nacionalismo y la discriminación.

En momentos de crisis e incertidumbre, esa tendencia aumenta. La nueva ley de Arizona, rotulada SB 1070, viene a ser un aviso para Obama por su tardanza en la reforma migratoria. Coincide, como antes la proposición de California, con las primeras elecciones de medio término de un nuevo presidente demócrata. De no actuar, otros Estados pueden dictar sus propias normas. Es un asunto tan polémico que los legisladores que aspiran a ser reelegidos prefieren postergarlo. Pero Brewer ha destapado la caja de Pandora. Y, liberados los males como en la mitología griega, su antecesora, la ex gobernadora demócrata Janet Napolitano, acusa el impacto por ser la secretaria de Seguridad Interior. De ella depende la seguridad nacional.

En la frontera reina la intranquilidad por el aumento del narcotráfico y el crimen en México. De ese lado de la frontera, en la guerra del gobierno de Felipe Calderón contra los cárteles de la droga y entre ellos mismos, han muerto 22.700 personas desde diciembre de 2006. Del otro lado patrullan los minutemen, milicias civiles que secundan a la policía en la caza de ilegales. No son ellos, los ilegales, los responsables del delito en Arizona, en baja en los últimos años.

Desde el comienzo, en territorio mexicano, es escalofriante el derrotero hacia los Estados Unidos. Peor aún es para los centroamericanos: seis de cada diez mujeres y niñas sufren violencia sexual, según Amnistía Internacional. Detrás dejan querencias; delante está el desafío de sortear controles y hallar trabajo, cobijo y seguridad para vivir en paz y enviar remesas. Por el movimiento ultra conservador Tea Party, defensor del english only (sólo inglés), no serán bienvenidos. En ocasiones, tras arreglar sus papeles, los inmigrantes terminan siendo más drásticos que los nativos en el acatamiento de las reglas.

Es una medida preventiva ante una virtual invasión de extranjeros que pueden birlarles aquello que suponen ganado. Lo que son las cosas: suponen ganado el derecho de piso, como si, al igual que la nacionalidad, fuera un mérito en lugar de ser lo que es, una circunstancia.



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