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Política

Dame un talismán

La odisea del secuestro político, al parecer superada, acecha de nuevo en Colombia En el spaghetti western Un dólar marcado, una moneda de plata salva la vida de Gary O’Hara (Giuliano Gemma); amortigua el impacto de una bala que va a su corazón. Eso ocurre en el Lejano Oeste. No es real. Más cerca, una agenda personal de cuero salva la vida de Ernesto Samper, presidente de Colombia entre 1994 y 1998. La bala también va a su corazón. Eso ocurre en el aeropuerto Eldorado, de Bogotá, el 3 de marzo de 1989. Es real. Sicarios del cártel de Medellín, fundado por Pablo Escobar Gaviria, alias “El Zar de la Cocaína”, entre otros, disparan a mansalva contra él y el dirigente izquierdista José Antequera, muerto en el acto. Samper, dirigente del Partido Liberal, recibe cuatro de once tiros. Las balas quedan alojadas en su cuerpo; los médicos no se atreven a extraérselas. Sobrevive, de milagro, gracias a la agenda personal de cuero. “Siempre llevé una conmigo y sigo haciéndolo, pero a esa, en particular, le (leer más)

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El horno está para bollos

La agresión de un alienado contra Berlusconi refleja el desencanto con los políticos Les recomienda a sus colaboradores el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy: “No se vayan de vacaciones de Navidad sin sus guardaespaldas”. ¿Es necesario sacrificar la intimidad en beneficio de la seguridad? Si la seguridad es proporcional al cargo, el aviso es proporcional al peligro. El ministro del Interior, Brice Hortefeux, va con varios vehículos desde su despacho hasta el Elíseo, al otro lado de la calle. De ser igualmente precavido y confiar en el servicio secreto, el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, no tendría el tabique nasal fracturado, dos dientes rotos y un humor de perros por el “odio de unos pocos”. Desde el 14 de octubre procuran convencerlo sus custodios del “alto” riesgo de ser atacado por un fanático. En un par de meses, la profecía se cumple. El fanático resulta ser un cuarentón desquiciado y sin oficio, Massimo Tartaglia, que aprovecha un descuido de los guardaespaldas  de Berlusconi para estamparle en el rostro un souvenir de yeso y plástico (leer más)

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Es el pasado que vuelve

La sombra de Pinochet acecha, cual cruz, en las vísperas de las elecciones de Chile SANTIAGO DE CHILE.– Concluido su mandato, el primer presidente de Chile tras la era Pinochet, Patricio Aylwin, admite que lo más arduo ahora “es acostumbrarse a no ser presidente”. No es fácil, pero ni él ni Eduardo Frei ni Ricardo Lagos ni Michelle Bachelet, los mandatarios que se han sucedido en las dos décadas de predominio de la Concertación, evalúan reformar la Constitución para ser reelegidos. Menos aún la primera mujer presidenta en la historia del país: se apresta a terminar su gestión de cuatro años, dos menos que las anteriores, con una adhesión popular récord del 80 por ciento; tampoco “cambiaría” nada en “beneficio personal”. En esta campaña, los candidatos presidenciales no ponen el ojo en la economía, sino en el legado del actual gobierno: la protección social. La desigualdad es una espina aún clavada en la médula chilena. Con Bachelet, sin embargo, termina la transición. Ya no se trata del país que procura aliviar sus traumas. Es otro (leer más)

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Tres por el precio de uno

Honduras sienta un precedente delicado para las frágiles democracias de la región Entonces, después de tanto cabreo, en Honduras no hay sólo un golpe de Estado. Manuel Zelaya resulta ser un turista accidental en Brasil. O, en realidad, en el único enclave brasileño en Tegucigalpa: su embajada. Está de viaje desde el 28 de junio. Lo despide cálidamente ese domingo, a punta de pistola, una copiosa escolta militar. Es tan prolongada su gira por el exterior, iniciada de apuro en Costa Rica, que se ve sorprendido con la elección como presidente de Porfirio Lobo, del opositor Partido Nacional, sucesor de su sucesor de facto, Roberto Micheletti. Lobo, derrotado en 2005, es cinturón negro de taekwondo. Le alcanza para repeler la dañina influencia de Hugo Chávez, aparentemente incapaz de convencerlo como a Zelaya de las ventajas de la revolución bolivariana, el socialismo del siglo XXI, la ducha comunista y la reforma constitucional en clave de reelección. Los Estados Unidos, Panamá, Perú, Costa Rica y Colombia dan por buena la elección; Brasil, la Argentina y Venezuela, entre (leer más)