Tira pa’lante que empujan atrás




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La fórmula del hecho consumado que aplica Obama en Honduras decepciona a Lula

Brasil está harto de ser el país del futuro. Lo dice siempre Luiz Inacio Lula da Silva y, convencido, completa la inserción internacional iniciada por Fernando Henrique Cardoso en los noventa. Más allá de las diferencias entre ambos, la hoja de ruta trazada por uno fija el derrotero del otro. La certidumbre política y la consolidación económica del país ayudan. Como ayudan, a su vez, el carisma y la lágrima fácil del actual presidente, cuya naturalidad suele ser traicionera.

Lula no compite en dislates con George W. Bush, pero, entre otras pifias, ha confundido al “compañero Menem” con Néstor Kirchner y ha propuesto “un brindis por la felicidad” al presidente de Siria, Bashar al-Assad, a pesar de la abstinencia al alcohol de los árabes. De las situaciones embarazosas ha zafado con humor y cintura.

¿Es un error, también, la cálida recepción ofrecida a Mahmoud Ahmadinejad y la defensa del derecho de Irán a desarrollar su programa nuclear, en tanto tenga fines civiles, en coincidencia con las objeciones del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) alentadas por los Estados Unidos? Ha estado con un presidente que, más allá de su deseo de “borrar del mapa” a Israel y su renuencia a colaborar con la Argentina en la investigación de la voladura de la AMIA, ha sido reelegido en junio a pesar de las denuncias de fraude de la oposición, apaleada por los basiji (milicias al servicio de los ayatollah).

En ese mes, en circunstancias y latitudes distintas, soldados hondureños amparados en el presunto derecho constitucional de “recurrir a la insurrección en defensa del orden” sacan de la cama a punta de pistola a su presidente, Manuel Zelaya. Lo despachan al exilio “en pijama y sin calcetines”. Luego vuelve a Tegucigalpa. Halla refugio en la embajada de Brasil. Lula espera que retorne de inmediato al gobierno, usurpado por el diputado Roberto Micheletti. Fracasan todas las gestiones.

La Corte Suprema de Honduras valida la destitución; el Congreso se reúne en unos días para ver qué hace; si hace algo. Frente al hecho consumado, el gobierno de los Estados Unidos está dispuesto a reconocer al presidente que resulte elegido hoy. Zelaya pasará a la historia, como su sociedad con Hugo Chávez y otros miembros del club “antiyanqui”. Lula no oculta su fastidio. De Brasilia, Ahmadinejad se lleva un tesoro: el respaldo para su programa nuclear; han estado antes, como en la Argentina, los presidentes de Israel, Shimon Peres, y de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas.

Brasil se involucra en el conflicto de Medio Oriente, caro a los intereses de los Estados Unidos. Obama no aprecia el gesto o no percibe el costo. Lula supone que su par norteamericano actuará en forma recíproca. El liderazgo, concluye, no depende de los demás, sino de uno mismo.

Deja ver las diferencias: se siente “un poco de decepcionado” con Obama. Es un indicio del malestar la abstención de Brasil en la condena de Irán en la junta de gobernadores de la OIEA. Es otro indicio del malestar la decisión de Lula, compartida con varios países, de no reconocer el resultado de las elecciones de Honduras; los Estados Unidos prefieren comenzar de cero con un nuevo presidente. Y es otro indicio del malestar la mera enumeración de las desavenencias de Brasil con el gobierno norteamericano en áreas tan sensibles como el envío de militares a Colombia, el cambio climático y la liberalización del comercio en la Ronda de Doha.

Hasta ahora, Lula y Obama han disimulado sus opiniones encontradas. La presencia de Zelaya en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, sea sorpresiva o acordada, supone un engorro. Lula pretende salir bien parado. ¿Cómo? Por medio de la restitución del cargo al presidente legítimo, expulsado en forma preventiva por promover un referéndum sobre una reforma constitucional con la cual se propone ser candidato a la reelección. De ser reconocido un nuevo presidente sin que Zelaya complete hasta el 27 de enero su período, el golpe de Estado habrá sido blanqueado. Obama no encuentra la forma de resolver el problema y, por eso, tira pa’lante que empujan atrás.

En un comienzo, los Estados Unidos acompañan a la Organización de los Estados Americanos (OEA) en la suspensión de la membresía de Honduras y, en forma unilateral, congelan la ayuda económica y niegan visas a personas cercanas al gobierno de facto. El acuerdo firmado el 30 de octubre estipula la “conformación e instalación del gobierno de unidad y reconciliación nacional” antes del 5 de noviembre. Lo aborta Zelaya por no ser restituido.

Lula entiende su actitud, no Obama. Y discrepan con la naturalidad que suele alentar pifias en esta temporada de ideologías flacas, afinidades efímeras y, como en Medio Oriente, oportunidades perdidas. En el fondo, ambos honran el diálogo y, como Bush, obran  en forma preventiva: Lula, con Irán,  para no repetir el error del bloqueo contra Cuba; Obama, con Honduras, para no repetir el error del guiño a autócratas que después resultan infumables. Por más que uno tire pa’lante siempre tendrá que usar el espejo retrovisor para mirar pa’trás.



2 Comments

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