Siempre fuimos compañeros
El arribo del nuevo embajador norteamericano en la Argentina coincidió con un giro conciliador en el discurso de Kirchner En vísperas de la guerra contra Irak, George W. Bush creó un club de reacios a cooperar y, por ello, debió hacerse cargo de los platos rotos. A diferencia de él, en 1991, su padre había armado una coalición compacta antes de ordenar el envío de tropas. Apeló al poder blanco (soft power), estrategia de seducción que, según el léxico de Joseph Nye, profesor distinguido de la Universidad de Harvard, viene a ser el reverso del poder duro (hard power), basado en el poderío económico y militar o, en última instancia, en el uso de la fuerza. Apeló, entonces, al poder blando en beneficio del poder duro. Los gobiernos (el argentino, entre ellos) evaluaron el rédito de su eventual participación en la guerra. Decidieron sobre ese supuesto, no en respuesta a una cruzada excluyente: están con nosotros o están contra nosotros. Con su discurso, más allá del impacto emocional de la voladura de las Torres Gemelas, (leer más)