Cómo ser opositor y no morir en el intento




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El dilema afecta a América latina, sobre todo por la impronta de Chávez y por el correlato de las elecciones en México

BERLÍN.– Poco sabía Gabriela Büssemaker, alcaldesa de Ettlingen, Estado de Baden-Württemberg, del origen remoto de sus visitantes: la Argentina. Sólo acudían a su memoria, mientras departía con diputados por Compromiso para el Cambio, Recrear, la UCR, el ARI y los partidos Demócrata de Mendoza y Renovador de Salta, los reclamos de alemanes furiosos por no haber cobrado los dividendos de los bonos de la deuda pública que habían adquirido antes de la crisis. Ese tema y la curiosidad por la cercanía entre Néstor Kirchner y Hugo Chávez, así como el conflicto con Uruguay por las plantas de celulosa, fueron recurrentes en las reuniones con dirigentes del Partido Liberal Democrático (FDP).

Después de la crisis, la Argentina dejó de ser una sucursal de Europa, plasmada, cual síntesis, en la vida y la arquitectura de Buenos Aires. Antes, la pregunta era: ¿cómo nos ven? Ahora, la pregunta es: ¿nos ven? En Alemania, concentrada en su unificación puertas adentro y en su proyección puertas afuera, nos ven ensimismados, como si estuviéramos en otro planeta. De la región, en general, no tienen una impresión diferente. La perciben, a la distancia, inmersa en sus asuntos, renuente a incorporar su nombre en la agenda global.

A los hechos se remiten: en Venezuela y en Bolivia, Chávez y Evo Morales se apropiaron de la democracia en nombre de las mayorías; en México, el candidato opositor Andrés Manuel López Obrador ganó la calle con sus plantones (concentraciones) en rechazo a su ajustada derrota en las elecciones, y en otros países, presidentes tan dispares como Kirchner, Michelle Bachelet y Álvaro Uribe, bendecidos por votos, encuestas o ambos a la vez, ejecutan sus partituras como solistas, apenas desafinadas sus voces por minorías desencantadas en coro.

“Chávez y Morales no nos parecen influencias positivas –dijo el parlamentario Markus Löning, vocero de asuntos europeos del bloque del FPD en el Bundestag (Parlamento)–. Son los jefes de gobierno elegidos por sus pueblos, pero dan la impresión de que América latina se ha desplazado a la izquierda y eso puede ser injusto.”

No menos franco resultó ser el vicepresidente del bloque del FDP en el Bundestag y presidente del Partido Liberal, Democrático y Reformador Europeo (ELDR), Werner Hoyer: “En la Argentina no hay bipolaridad, sino un polo de poder”, concluyó.

En las reuniones, organizadas en Stuttgart, Ettlingen, Berlín y Potsdam por Rüdiger Graichen y Simoné Okay-Braun, de la Fundación Friedrich Naumann, ninguno de los diputados argentinos –Fernando Chironi (UCR); Federico Pinedo y Paula Bertol (Compromiso para el Cambio);  Pablo Tonelli (Recrear);  Adrián Pérez (ARI), y Omar de Marchi (Partido Demócrata de Mendoza); el porteño Fernando Meis (Recrear), y el provincial salteño Sergio Vittar (Partido Renovador)– encasilló al gobierno de Kirchner en la izquierda. Lo asociaron, más que todo, con el populismo y con la cerrazón.

En esas circunstancias, la pregunta fue: ¿cómo ser opositor y no morir en el intento? “Es importante saber qué se busca –dijo Ullrich Koehler, presidente de la asociación regional del FDP de Magdeburgo (Sajonia-Anhalt) y ex secretario en el Ministerio de Finanzas estatal–. Es importante, también, que el discurso no sea de corto plazo, sino de mediano o largo plazo, y ver si conviene formar parte del gobierno.”

Planteó de ese modo dos disyuntivas oportunas: primero, qué se busca desde la oposición, más allá de desaprobar las políticas y las actitudes gubernamentales; segundo, cómo se rebate un discurso de corto plazo y efecto contundente. En Alemania, el FDP aumentó casi un 10 por ciento su caudal de votos en septiembre de 2005: pasó a ser la tercera fuerza, cuña en la coalición tejida entre los conservadores del CDU, representados por la canciller Angela Merkel, y los socialdemócratas del SPD.

¿Estaría dispuesta la oposición de la Argentina o de otros países latinoamericanos a compartir gobiernos provinciales o municipales, como el FDP con el CDU? En vísperas de las elecciones, al menos, los métodos no varían: “Con una cervecita arreglamos todo”, se ufanó Koehler con tono de puntero de barrio. El problema viene después. “En nuestro caso, el objetivo es alcanzar la participación en el gobierno –continuó–. De un partido de la oposición espero que sepa controlarlo y que presente propuestas sensatas.”

En ciertos aspectos, como observaron los diputados argentinos, somos el día y la noche frente a los alemanes. La alcaldesa Büssemaker, por ejemplo, administra una ciudad de 40.000 habitantes a la cual no pertenece: “No soy abogada, sino empresaria, y no estaba afiliada a ningún partido –dijo–. Ahora, con un mandato de ocho años del cual llevo tres, debo responder por todo. Hasta me preguntan por qué Alemania envía tropas a Irak o Israel. Mi tarea es bajar los impuestos y hacer que las compañías se radiquen en Ettlingen. Para ello, si nos conviene, puedo reducir las tarifas de agua o de electricidad”.

En el FDP prima una máxima: “Haz el bien y cuéntaselo a todos”. En la sede estatal de Baden-Württemberg, la vicedirectora ejecutiva, Annette Wenk-Grimm, puso énfasis en la necesidad de que los afiliados (pagan, como mínimo, 6 euros o 24 pesos por mes) reciban información del partido. No por casualidad, con un léxico más cercano al marketing que a la política, el director del Departamento de Estrategia y Campañas del FDP, Helmut Metzner, sorprendió a los diputados argentinos con una reflexión que a punto estuvo de ser una confesión: “El secreto es el diálogo directo con los ciudadanos y, también, el contacto y la fidelidad con el cliente”. Con “el cliente”, dijo, no con el afiliado.

También señaló Metzner que no confiaba en los periodistas: “No hay diferencia con los políticos; tienen reputación de ladrones o de proxenetas”. Y menos aún en los medios de comunicación: “Siempre dan una imagen filtrada y distorsionada de nosotros. Ningún periódico nos presenta como queremos. Mandar un comunicado y esperar que se publique es antiguo”.

¿Entonces? “Hay que poner dos o tres temas en la vidriera”, dijo. Esos dos o tres temas deben ser sinónimos del partido. “En nuestra tienda van a encontrar libertad –agregó–. Si quieren medio ambiente, vayan a ver a los verdes. El asunto es cómo hacer más sexy a la libertad.”

El asunto, según la alcaldesa Büssemaker, es que la gente “quiere menos Estado y, por ello, es fundamental un buen trabajo de marketing”. Premisa con la cual coincide parte de la oposición en América latina, pero, convinieron algunos de los diputados argentinos, el asunto, en su caso,  radica en imponer un candidato o un partido capaz de disputarle espacios en 2007 a un gobierno bendecido por la popularidad, desde 2003, y por los votos, desde 2005. En resumen: cómo ser opositor y no morir en el intento.



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